Brokeback mountain, imagen especular de Sentido y sensibilidad

Imagen de Jack Culebra

Después de haber visto, por fin, la ganadora de tres Oscar me ha sorprendido constatar la cantidad de paralelismos que tiene con otra obra de Ang Lee: la adaptación de la novela de Jane Austen.

 

Y no, no me refiero únicamente a que sean dos historias de amor, sino más bien al fondo de ambas historias: el difícil navegar de los amantes cuando el entorno social no deja de poner zancadillas.

 

No pretendo decir, por supuesto, que sean obras excesivamente similares, ni que Ang Lee estuviera haciendo lo mismo con una que con la otra. Los enfoques son bien distintos y no sólo por retratar épocas diferentes. Es algo que se ve claramente en la fotografía o las bandas sonoras, en el ritmo más pausado de una o en los derroteros más trágicos y tristes que Brokeback mountain adquiere, sobre todo en su cierre, en el que, a diferencia de en el de Sentido y sensibilidad, no encontramos una válvula de escape que, con cierto toque de humor y, sobre todo, de alegría permita liberar la tensión acumulada durante el metraje. Desde luego, la escena con los padres del ovejero con la que se cierra la primera dista mucho del simpático momento en el que se deshacen los embrollos de la segunda dejando paso incluso a momentos épicos (y a pesar de la solitaria figura de Willioughby recortándose en el horizonte).

 

La clave, a mi parecer, está en que Brokeback mountain no es una película sobre la homosexualidad como pudiera ser Mi nombre es Harvey Milk, donde el componente histórico y reivindicativo está más que claro (ambos protagonistas llegan a declarar: "I'm not queer" -"No soy gay"-), del mismo modo que Sentido y sensibilidad no es un alegato feminista, más que nada porque Jane Austen no cree siquiera necesario enfocarlo así (en la novela su toque ácido se acentúa, pero el planteamiento está bien recogido por el filme). Ambas son historias de amor, simple y principalmente, en las que el entorno se vuelve hostil por motivos y convenciones sociales.

 

Tanto en una como en la otra, la mentalidad de la época juega un papel decisivo. En la primera, la atmósfera que se respira en el ambiente rural de Wyoming a mediados del siglo pasado queda bien retratada en la escena del bar del rodeo, o en las anécdotas que salpican la narración. En la segunda, quizás para facilitar el salto al espectador hasta el siglo XIX, se exponen las cosas claramente desde la segunda escena, ésa en la que el heredero va perfilando, con ayuda de su mujer, en qué se va a convertir el deseo del padre de que se encargue de que no le falte de nada a sus hijas.

 

Obviamente, las problemáticas no son comparables desde muchos puntos de vista, pero siguen teniendo una raíz común y siguen ocupando la misma posición narrativa dentro de las respectivas películas: son el telón de fondo que guía las decisiones de los personajes conduciéndoles hacia sus particulares dramas.

 

Queda claro que en Brokeback mountain esta deriva es hacia la tragedia: no hay concesiones a la hora de narrar la desestructuración familiar a la que condena la indecisión de Ennis Del Mar. En Sentido y sensibilidad, por el contrario, la parte trágica viene más compensada por el elemento cómico y romántico. No es algo intrínseco a la temática, ni a las propias historias de amor, sino consecuencia del registro utilizado: no resulta difícil imaginar una evolución más funesta de las vidas de las hermanas Dashwood, del mismo modo que muchos espectadores hubieran votado por un final menos triste para los ovejeros. Esta diferencia de fondo es algo que se palpa desde el desarrollo propio de los personajes, que en la primera resultan más oscuros y atormentados. Es como si Ang Lee hubiera optado por una vuelta de tuerca más negativa.

 

Sobra decir que ambas comparten otros elementos importantes, aunque no intrínsecamente relacionados con las historias (aunque sí con su efectividad), como unos magníficos repartos que, además, bordan sus papeles, una fotografía impresionante que nos lleva a los escenarios elegidos (lejanos ya ambos tanto en el tiempo como en el espacio), una sugerente banda sonora o una elogiable certeza de los diálogos, un elemento indispensable en películas que juegan a estas distancias intimistas.

 

En definitiva, dos películas memorables que, con diferentes enfoques, hablan -a mi parecer- de lo mismo, aunque contando historias bien distintas.

 

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