DMZ: Desaparecido en combate

Imagen de Kaplan

Reseña del último volumen de la colección de Brian Wood y Riccardo Burchielli publicado por Planeta DeAgostini

 

Finalizamos el recorrido por la actividad de Brian Wood dentro del sello Vertigo (ver reseñas de Demo y Northlanders) con su obra más característica, DMZ. A diferencia de su serie dedicada a los vikingos, en la que los arcos son independientes y los protagonistas sólo lo son durante un puñado de números, el rasgo distintivo de DMZ es el de la continuidad y la evolución. La colección comenzó con Matty Roth llegando a Manhattan siendo un periodista anónimo, un principiante mal pagado, que, por azares del destino, se convertiría, conforme avanzaban los números, en una pieza fundamental en un complejo e inestable puzle sociopolítico. Lo que nos encontramos pues en DMZ no es una puesta al día de Hazañas Bélicas, huelga decirlo; para eso ya tenemos las War Stories de Garth Ennis. Aquí la guerra ha ocurrido fuera de campo y lo que importa son los olvidados.

El tablero dispuesto por Wood para que se desarrolle la acción es enorme, con diversas facciones interactuando en distintos niveles: desde los dos ejércitos enfrentados a las mafias que controlan según qué barrios hasta los habitantes de la DMZ, orgullosos apátridas que sólo quieren que les dejen en paz. El guionista ha ido de lo particular a lo general, del mismo modo que Matty ha pasado de intentar sobrevivir y trabar amistades en un ambiente hostil a convertirse en consejero de un trasunto del Ché Guevara que acabaría convirtiéndose en otra decepción más.

En Desaparecido en combate una bomba atómica ha sido detonada en Nueva York. Parco Delgado ha desaparecido y, con él, su reputación de líder bueno e insobornable. Matty se encuentra más solo que nunca y derrotado anímicamente, al culparse de la muerte de un grupo de inocentes. Ante el panorama desolador que presenta la DMZ tras el ataque nuclear, nuestro protagonista se lanzará a unas calles más peligrosas que nunca en busca de un motivo para seguir adelante y así poder redimirse. Wood es consciente de que en una serie tan longeva y de una temática tan seca como ésta se necesita que los lectores se identifiquen con alguien, por lo que en este volumen da un descanso a la tensión dramática vivida en episodios anteriores para reubicar a Matty y otorgarle de nuevo el papel central de la función. Este respiro se redondea con el episodio que abre el tomo y conmemora los primeros cincuenta números de la colección: un conjunto de historias cortas escritas por Wood y dibujadas por el excelente Riccardo Burchielli y algunos de los más reputados artistas habituales de DC, tales como Jim Lee, Lee Bermejo, Dave Gibbons, Eduardo Risso o John Paul Leon.

Quizás no sea DMZ la típica serie en la que se pueda subir uno a mitad de viaje y entender con claridad todo lo que en ella acontece, pero sin duda este volumen es el más adecuado para que aquel que aún no la conoce se incorpore a sus páginas. Lo que sí es DMZ, en cambio, es una apuesta cerebral por unos géneros, el bélico y el periodístico, a menudo entregados al romanticismo absurdo, escrita con el buen gusto habitual en su guionista y que ha sabido recoger el testigo de otras series estandarte como 100 Balas o Predicador y convertirse en la colección más recomendable de Vertigo junto con Scalped.

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