Las sendas púrpuras

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de Ángel Torres Quesada, finalista del Premio Minotauro, publicada por Grupo Ajec en su colección Albemuth Internacional

 

Aunque arranca como una space-opera de aventuras, Las sendas púrpuras evoluciona como una novela de ciencia ficción donde prima el retrato social y las intrigas políticas, dos elementos siempre entremezclados de un modo íntimo. Con esta óptica, el escenario que nos plantea es de vital importancia y, a mi parecer, está muy bien resuelto.

Estamos en un futuro lejano donde el hombre ha conquistado una buena parte del universo a través de un ingenio que, a modo de túnel, permite recorrer grandes distancias en naves espaciales en tiempos muy breves. Aunque no se ahonda en la ciencia tras este peculiar elemento, el mismo resulta de una importancia vital, pues es en torno a su control y a las posibilidades que brinda donde se teje el meollo de la novela. Sí que se presenta con más claridad el sistema de mundos interconectados a través de los cuales se dispone la civilización, desde planetas que sirven de feudos, de inconcebibles propiedades privadas, a lúgubres pozos en los que se hacina, condenada, la población. Groso modo, se percibe de telón de fondo una confrontación entre el territorio fronterizo, más salvaje, y el “centro” del universo conocido, gobernado por una peculiar casta de purpurados.

En este sugerente decorado, un reducido reparto de personajes va a encargarse de articular la historia. El peso principal recae en una muchacha, la hija de un misterioso hombre de acción que se adivina entre espía y mercenario. Su entorno, en cualquier caso, es donde transcurre gran parte de la historia: en él descubrimos la élite de la sociedad interplanetaria y, tras ellos, a quienes conspiran por robarles su poder.

El desarrollo de la historia no es particularmente ágil, pero, al mismo tiempo, el lector sigue con interés la trama gracias a la capacidad de sugestión de Ángel Torres Quesada. Algunos personajes son francamente memorables, y unos cuantos decorados y escenas quedan para el recuerdo.

Hacia el final de la novela, la acción toma ritmo hasta resolver la trama de un plumazo. Al mismo tiempo, tampoco se puede decir que haya precipitación, aunque la cosa se vuelva vertiginosa. El final, robusto y sorprendente, cierra con acierto el conjunto.

Con estos elementos, Las sendas púrpuras se conforma como una novela entretenida que tiene esa capacidad mágica de transportar al lector a otros mundos, y no solo por lo obvio (el exotismo de los decorados espaciales), sino también por lo menos aparente, como las intrigas de la corte en un sistema político único.

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