Pero sigo siendo el rey

Imagen de Óscar Bribián

Reseña de la obra de Carlos Salem publicada por Salto de Página

 

Pero sigo siendo el rey (Salto de Página, 2009) es una novela diferente. Hay quien podría calificarla de novela negra hilarante, lo que parece una contradicción, pero no lo es, y me explico: recuerda a películas como Airbag o El gran Lebowski o a las novelas de Bukowski, toda esa ambientación cáustica y absurda se entremezcla a la perfección en una trama detectivesca que no está exenta de intriga, situaciones tensas y personajes complejos. Es sencilla y llanamente una novela negra diferente, donde las premisas son disparatadas y la prosa terriblemente ágil.

José María Arregui es un ex policía metido a detective, atormentado por una culpa tras una relación truncada con la muerte y poseedor de un carácter visceral, lo que se traduce en persona de verbo áspero y puños rápidos, diestro para los disfraces (como los antiguos detectives de novela de principios del siglo XX) y, cómo no, aferrado al alcohol. Todo parece transcurrir normalmente en la agencia de detectives hasta que Arregui recibe una inesperada visita, la de un empresario de altos vuelos, Zuruaga, y su matón de armario elevado al cubo, con la intención de capturar al rey. A su vez, el mismísimo Ministro del Interior le encarga una extraña tarea: encontrar y traer de vuelta al rey Juan Carlos I de Borbón, el cual ha desaparecido dejando una extraña nota: «Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad».

Envuelto en una omnipresente intriga, Arregui da por casualidad con el paradero del rey, ansioso de aventuras, con el que a partir de entonces forma una insólita pareja. Perseguidos por el Miedo, el guardaespaldas de Zuruaga, por el propio empresario y otros secuaces, Arregui y el rey emprenden una disparatada huida durante el mes de diciembre por los pueblos de Portugal y España, una y otra vez acompañados por el ritmo de las rancheras que el autor transcribe de cuando en cuando, y por el himno español tarareado por el propio rey. Durante la historia aparecerá una mujer con la que Arregui mantiene una singular relación por Internet, para quizás olvidar a su antiguo amor, y otros personajes mucho menos convencionales. El lector podrá disfrutar de las anécdotas de Juan Carlos y Arregui disfrazados de hippies en su andanza junto a Sosiris, un hombre con la cualidad de ver no el futuro, sino el pasado oculto de las personas, lo que le trae beneficios pero muchos problemas en los pueblos que visita. Será entrañable la presencia de la oveja Rosita, de la que se encariñan. También aparecerá Cabo, un extraño compositor vestido con esmoquin blanco que viaja sin rumbo fijo en un Rolls Royce, con una batuta y un atril sin partituras, en busca de una melodía. Aparece un hacker adolescente cuya madre quiere beneficiarse al protagonista. Un hombre apellidado Aguerri, acusado por su empresa de robar material de oficina, y que «tiene pinta de no haber metido un gol en toda su vida», como lo describe el detective. Un anciano ermitaño, armado y oculto en los montes, que cree que la Guerra Civil jamás terminó. Octavio el cocinero y Soldati, un veterano argentino dueño de un restaurante. Taibo, un excéntrico escritor mexicano de novelas policíacas que puede descubrir con un solo sorbo la procedencia del envasado de cualquier Coca-Cola. Un elenco de personajes de lo más variopinto, con secundarios como la Guardia Civil y unos cuantos alcohólicos y desheredados.

Curiosa, frenética, hilarante historia que nos presenta Carlos Salem mediante la insólita amistad entre un rey y un ex policía obligado a custodiarle y protegerse de sus perseguidores, pese a sus deseos de romperle la nariz debido a los caprichos y los malos chistes que cuenta el monarca. Una narración que comienza en primera persona, gira casi de forma imperceptible en un narrador omnisciente y termina nuevamente en primera persona. Una parodia que aglutina un cruce de perspectivas y sensaciones sin igual, capaz de hacer reír y reflexionar, entretenida e insolente, en la que el autor recupera a personajes de sus anteriores obras. Tras esta novela me ha quedado claro que Carlos Salem es uno de esos autores que produce obras singulares e irrepetibles, con una voz propia inconfundible.

 

Óscar Bribián

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