The Gotham Last Laugh: Week of Blood

Imagen de Manheor

Tercera entrega de este guión de Ángel Luis Sucasas

 

Viernes.

Noticiarios.

El caos manda en GOTHAM CITY.

Caos en las calles.

Caos en las instituciones.

Suicidios en masa, violencia desatada y un movimiento social que promete quemar la ciudad de arriba abajo como una nueve peste cuyos síntomas son cara blanca, labios rojos y pelo verde.

Como simple demostración de poder, los SJ, SONS of JOKER, el nuevo nombre de la antigua JOKER-GANG, demasiado numerosa ya para ser una gang, provocan que toda la flor y nata de la bolsa de GOTHAM se tire desde lo alto de la azotea de la CRYSTAL THOWER. Cada uno de los suicidas llevaba una careta de arlequín y una pancarta de cartón con hombreras con un sencillo lema: “BE HAPPY”.

Una espectacular toma en contrapicado desde un helicóptero de la prensa ha provocado un accidente que da la vuelta al mundo. Ansioso por captar el momento del suicidio, el cámara forzó al piloto a acercarse demasiado al edificio, por lo que el suicida rompió la cabina del helicóptero, provocando su choque contra el rascacielos y su desintegración en una bola de fuego.

Los últimos segundos de grabación de su cámara, emitidos en directo, muestran al suicida precipitándose hacia el helicóptero. El ralentí al que someten las imágenes los responsables del noticiario permite apreciar la amplia sonrisa del kamikaze antes de estallar contra la ampolla de cristal.

Caos.

Y ese caos es observado. Y juzgado.

En la casa blanca, dos hombres en el despacho oval, uno sentado y otro en pie, observan las imágenes de destrucción sobre un inmenso proyector de cristal. La toma del helicóptero se repite cíclicamente. Alguien pulsa un mando a distancia y detiene la toma en el momento en que la sonrisa del suicida copa el campo visual de la cámara.

“Esto se acabó”.

Es una orden directa del hombre más poderoso del mundo, el presidente de los Estados Unidos de América. Una orden dirigida para, paradójicamente, el hombre más poderoso del mundo. SUPERMAN.

SUPERMAN pregunta por Bruce y el presidente le revela que se encuentra en ARKHAM sumido en un coma. SUPERMAN escucha en silencio. El presidente le explica también que los intentos del resto de héroes de la metrópoli –NIGHTWING, BAT-GIRL y compañía- se han saldado con la desgracia. Nuevas imágenes se proyectan sobre el vidrio y SUPERMAN puede ver una horrible violación que acaba con la decapitación de la víctima, BAT-GIRL.

“Basta”.

Es un susurro, pero toda la autoridad del hombre de acero pesa en él como el plomo. El presidente detiene la proyección.

SUPERMAN acepta viajar a GOTHAM.

Y acabar con el caos.

 

La mañana del viernes.

Vista desde el cielo.

Superman sobrevuela la ciudad de GOTHAM, sondeando la situación de los diferentes barrios y el estado en el que se encuentran las tropas de policía. Allí donde va, sólo encuentra muerte y un infinito número de seguidores del JOKER. El cadáver de una mujer embarazada es desnudado por un grupo de yonkis payasos; sobre su vientre, frío e hinchado, pintan una tosca cara de arlequín. Un grupo de niños juegan a golpear a un anciano mendigo con palos recubiertos de alambre de espino. Desde las ventanas de un barrio residencial, el horror más inconcebible sucede; jóvenes madres, asomadas por los vanos, dejan caer al asfalto una lloriqueante y tierna carga. Sus bebés. En la cara de todas ellas, blanco maquillaje y la roja sonrisa.

SUPERMAN ha tenido suficiente. Se detiene y asciende, en un borrón fugaz apenas visible. Suspendido sobre el centro de GOTHAM, con una visión circular de los miles de incendios y explosiones que asolan la urbe, toma una decisión.

Por mucho que Bruce haya querido negarlo, esta ciudad está enferma y podrida. ¿Y qué se hace con las manzanas enfermas y podridas?

SUPERMAN vuela a toda velocidad dando la espalda a Gotham. Se dirige al único puente que comunica la ciudad con el continente, su infeccioso cordón umbilical con el resto de América.

Con potente voz, avisa a las tropas militares que abandonen el puente. Cuando éste se encuentra ya completamente vacío, Superman se aleja de él hacia atrás hasta gozar, desde su perspectiva, de una visión panóramica de toda su longitud. Y entonces, actúa.

¿Qué se hace con las manzanas enfermas y podridas?

Los ojos de superman se enrojecen. Dos enormes haces de rayos se difunden desde sus ojos y sajan los pilares de hormigón como un cuchillo cortando mantequilla.

Se las arranca del árbol.

GOTHAM está condenada a su suerte.

Y esta suerte bajará su telón muy pronto.

En un tugurio de la ciudad, BARTLEY O’HARA, el corrupto inspector de policía que facilitó las fichas policiales a BLOODY SMILE y su banda, hace las maletas a toda prisa. JENNIFER, una puta yonki y pelirroja a la que BARTLEY se ha follado al menos dos veces a la semana durante los últimos tres años, observa el trajín de su amante sin comprender.

Aunque ya lo ha preguntado muchas veces, vuelve a hacer un intento.

“¿Me llevarás contigo?”.

Y BARTLEY, como siempre, no contesta.

Alguien llama al timbre.

Jennifer se levanta de la cama, esnifa una raya de coca, y, malhumorada, se dirige al zaguán. Al pegar el ojo a la mirilla ve a BLOODY SMILE y su banda. Pero éstos también ven cómo la mirilla se oscurece. Antes de que JENNIFER pueda gritar, la puerta salta de sus goznes y cae sobre ella, tirándola al suelo. Sin piedad, las botas tachonadas de los SON OF JOKER la sepultan bajo ella. Su sangre comienza a extenderse en un charco.

BARTLEY ha oído el estruendo y ya amartilla la pistola. Un payaso se aproxima al vano de la puerta y el policía le hace un perfecto agujero en medio de la frente. El resto, comandados por BLOODY SMILE, esperan recostados contra la pared, justo en el ángulo previo al pequeño pasillo que desemboca en el cuartucho donde BARTLEY se atrinchera. Desde esa segura posición, BLOODY SMILE insta a BARTLEY a salir. Éste lo manda a la mierda. BLOODY SMILE se ríe.

De pronto, algo rueda por el pasillo y se dirige hacia BARTLEY. Con el vello de punta, contempla que al rodar deja un rastro pegajoso. Y rojo.

Se agacha a recogerlo, pero antes de hacerlo, grita. Es la cabeza de FANUCCI.

“Loco hijo de puta. Loco hijo de puta”.

BLOODY SMILE ríe más alto.

“Vas a morir, BARTLEY, y eso ya lo sabíamos los dos desde que comenzaste a hacer esa maleta. Lo importante no es el qué sino el cómo. Rápido si me dices lo que quiero saber. Muy, muy lento si sigues ahí metido”.

BARTLEY duda. La ventana está cerca pero no tiene cornisa”. Y son cinco pisos. Quizás no logre ni matarse.

BLOODY SMILE ríe más aún.

“Vamos, BARTLEY, Tic-Tac, Tic-Tac. La ventana no es la solución. ¿Rápido o lento?”.

El revólver de BARTLEY retumba contra el suelo.

“Rápido”.

Breve viaje a la mente de BRUCE WAYNE en coma.

Un niño juega con una pelota frente a una suntuosa mansión, la MANSIÓN WAYNE. Es una pelota de béisbol. El niño la lanza contra la ninfa ornamental de una fuente y luego trata de capturar el rebote con su guante. De pronto, un brazo rodea su hombro. Es ALFRED, o eso parece por su vestimenta, ya que tanto el niño como él están de espaldas. Le susurra al oído que ya es hora de arreglarse para la función. El niño asiente.

De pronto, el niño está sentado en una butaca. Escudándolo cuáles guardianes, el niño aún lo pasa muy mal en esas salidas nocturnas, están sus padres, su madre sentada a su izquierda y su padre a su derecha. El pequeño BRUCE es su sol y ellos, meros planetas. BRUCE está nervioso por el comienzo de la obra y su madre trata de reconfortarlo apretándole la mano. “Te va a gustar, ya verás”, le dice suavemente. Pero eso está por ver.

La obra comienza. Y pronto descubriremos que no es la favorita del joven WAYNE.

Un callejón oscuro a la salida del teatro. PARK ROW. Con gran pantomima, BRUCE ve a tres figurantes sobre la tarima, las caras pintadas de blanco y rojo en los labios, idénticos a él, su madre y su padre. BRUCE, excitado, trata de advertírselo a mamá, pero ella le calla con un “Shhhh” y le dice que siga viendo la obra “calladito”.

Un nuevo actor irrumpe en el escenario. Es JOE CHILL; pero una versión de JOE CHILL monstruosa. Sus miembros están alargados hasta lo imposible, como las patas de un insecto; su cara, cubierta de pústulas sangrantes, también es una oda al impresionismo. Y en lugar de manos, dos pistolas de enormes cañones.

“¡¡¡DADME EL DINEROOOO!!!”, grita el terrorífico fantoche, “¡¡¡DADME EL DINEROOOO!!!”. Bruce se retrepa en su butaca, aterrorizado por completo. Papá y mamá no le ofrecen amago alguno de consuelo.

Lo inevitable sucede y las enormes pistolas disparan sobre sus padres. Ensangrentados, los cuerpos caen. CHILL dispara de nuevo sobre los cadáveres. Y BRUCE llora. PAPÁ Y MAMÁ siguen ausentes.

CHILL se dirige a la platea: “VENGA, CAMARADAS, ¡NO OS CORTÉIS! ¡HAY BALAS PARA TODOS”. En manada, los espectadores se dirigen al entarimado, actuando como una masa enloquecida. Se empujan, se pisan y, a los pobres desgraciados que tienen la desgracia de caer, los convierten en pulpa. La riada de gente no se atenúa. Aunque sea imposible, miles y miles atestan el escenario, vaciando las butacas de un teatro cuyas dimensiones deben ser extraordinarias.

De pronto, tan sólo BRUCE y sus padres permanecen sentados.

El gran monigote CHILL los invita a unirse a la fiesta.

“¿QUÉ HACÉIS SENTADOS, COLEGAS? ¡¡TODO GOTHAM ESTÁ AQUÍ!! ¡¡UNÍOS A LA FIESTA!!”.

BRUCE se abraza las rodillas y se niega a moverse.

Ahora son los miles y miles, y tal vez millones, que copan el escenario los que gritan:

“¡¡GOTHAM ESTÁ AQUÍ!! ¡¡UNÍOS A LA FIESTA!! ¡¡HAY BALAS PARA TODOS!! ¡¡HAY BALAS PARA TODOS!!”

Y estallan en una horrísona carcajada.

THOMAS y MARTHA ríen también. BRUCE se vuelve a mirar a sus padres y grita. Sus cuerpos chorrean sangre de heridas gemelas a la altura del pecho. Pero lo peor son sus caras. Pelo verde, blanco maquillaje y roja sonrisa. Ellos también.

“Vamos, BRUCE”, dice papá. “Vamos a divertirnos”.

Y lo obliga a levantarse, tomándolo del brazo izquierdo.

“Sí, cariño”, dice mamá. “Lo pasaremos bien”.

Y mamá lo toma del brazo derecho.

Y así juntos, avanzan hacia el escenario, mientras la marabunta humana ruge. Por el camino, BRUCE tiene tiempo a mirar los despojos de aquellos que han caído. Caras aplastadas, cuerpos reventados con las vísceras desparramadas como un jugo informe y oscuro. Pero lo peor es la escalera para encaramarse al escenario, una escalera de cuerpos.

PAPÁ lo toma en brazos y lo ayuda a agarrarse a dos manos muertas. BRUCE, repugnado, sube lo más rápido posible. Al culminar su ascensión se queda sin aliento.

Todo GOTHAM parece estar ante él. Todos ellos. Todos los ciudadanos de SU ciudad. Y todos con las caras pintadas y los cabellos teñidos. Intenta dar marcha atrás, pero sus padres ya están allí y lo obligan a avanzar.

Las caras de payaso lo flanquean. BRUCE camina. De pronto, un claro en el horrible bosque. Sus dos padres muertos sobre un círculo de tablas encharcadas en sangre. BRUCE está paralizado, observando a sus padres muertos, mientras las garras de sus padres vivos le aprietan los hombros.

“VENGA, CHICO. EL PRIMER CARGADOR PARA TI”.

BRUCE alza la mirada. El enorme JOE CHILL extiende la mano y le ofrece un revólver. Un murmullo comienza a recorrer la multitud como un mantra.

“¡DISPARA!, ¡DISPARA!, ¡DISPARA…”

Sus propios padres lo repiten.

“¡DISPARA!, ¡DISPARA!”.

Incluso los cadáveres agujereados, apenas en un murmullo, susurran: “¡DISPARA!”.

En un mar de lágrimas, BRUCE toma el revólver y apunta a los cuerpos caídos de sus padres.

Y, cerrando los ojos, dispara.

“NO”.

BRUCE WAYNE despierta, manchado de orín y heces, en un cuartucho del ARKHAM ASYLUM.

“No…”

Y rompe a llorar.

 

Atardece.

Y el sol no es el único en enrojecer las calles de GOTHAM.

Frente a la comisaría, una batalla campal se libra sin cuartel. Los BAT-BOYS han sido completamente masacrados, y una horda creciente de SJ han cercado por completo a las escasísimas fuerzas de la ley y orden.

JIM GORDON, al mando de los despojos del cuerpo policial, coordina la defensa de la comisaría. Su mujer, SARAH ESSEN GORDON, y su ex, BARBARA KANE, también se encuentran en el edificio, junto con muchas de las familias de los policías. Las dos mujeres están sorprendentemente cómodas juntas. Comparten una intimidad y un conocimiento acerca de un hombre al que ambas aman y respetan. Pero cada vez que miran por la ventana, el horror definitivo, el horror a morir, parece innegable.

Miles y miles y miles y más miles de rostros de payaso han aislado completamente a la comisaría. La verja metálica y electrificada que GORDON y sus chicos han instalado y las barricadas sólo han detenido temporalmente el ataque. Pero acabarán llegando dentro. Tarde o temprano.

SARAH apaga el cigarrillo, acaba de recordar que BARBARA no soporta el olor a tabaco, y se dispone a abrir la ventana. BARBARA la sorprende: “No me molestaba tanto como él creía. Lo decía más por chincharle y tener algo de que hablar”. SARAH está muda. BARBARA la mira y le sonríe con sinceridad. “Enciéndelo. Y dame uno a mí también”.

Las dos mujeres comparten un cigarrillo.

Mientras, JIM GORDON organiza la defensa. Hay muchos heridos y muchos más que están desanimados. Incluso hay alguno que se ha lanzado a la marabunta y ha sido despedazado justo enfrente de sus embobados compañeros. Hay mucho ánimo que subir. Pero GORDON, experto en estas lides, se encuentra tan desconcentrado como el más novicio de sus cadetes. No sabe ni cómo empezar.

Uno de los chicos, JOHN TALBOT, un joven resuelto y eficaz, un remanso de entereza entre el desánimo general, le informa de que el segundo oficial al mando, el capitán MCLOUD, se ha encerrado en la armería y que lleva ahí dentro durante una hora. Al parecer, entre una de las oleadas, MCLOUD disparó por la mirilla telescópica a su propia hija; la reconoció tras el maquillaje de payaso justo cuando su pulgar ya había ejercido las pulgadas de presión necesarias para que cediera el gatillo.

GORDON, escamado, se dirige a la armería.

Golpea la puerta y llama a FRANK. Pero éste no contesta. Está muy ocupado maquillándose la cara, tiñéndose el pelo y pintándose los labios.

De pronto, la puerta se abre. GORDON y tres policías más apuntan con sus armas a FRANK, reconvertido en un SJ más. A pesar de que se encuentra en completa inferioridad, no tiene ningún miedo. Sonríe. GORDON y los suyos le dicen que salga con las manos en alto. FRANK, lentamente, se desabrocha los botones de la camisa. GORDON le dice que pare. FRANK no lo escucha. Por fin, la camisa está desabrochada. Bajo ella, dos cinturones negros cruzando el torso en cruz desde los hombros hasta la cintura. Y dentro de los cinturones, cartuchos de SEMTEX.

GORDON dice a sus chicos que corran, pero ya es tarde.

FRANK pulsa el detonador y la bomba estalla.

BARBARA y SARAH han sentido la tremenda explosión. La lámpara de su cuarto se ha caído y fragmentos de yeso llueven del techo. Tosiendo, BARBARA atiende a la caída SARAH, herida con un feo corte en la frente.

Juntas, abandonan la sala y se dirigen al rellano de la escalera de cara a la explosión. Pero de pronto, escuchan un fragor de las plantas más bajas. Disparos, gritos y… Risas. Miles de risas. BARBARA y SARAH miran por encima del balaustre. Abajo, subiendo a toda prisa rodeando el hueco de la escalera, se encuentra BLOODY SMILE, al frente de sus tropas. Las ve. Aúlla. BARBARA Y SARAH no consiguen gritar.

Sólo tiemblan.

GORDON despierta. Está completamente aturdido por la explosión y al intentar mover el brazo derecho descubre que lo tiene roto. Pero ha tenido mejor suerte que sus compañeros. Brazos, vísceras y sangre adornan los escombros. GORDON busca al joven JOHN TALBOT. Lo encuentra contra una pared. Una miríada de cristales le ha acribillado la cara. Uno de ellos, un enorme pedazo clavado en la aorta, será su sentencia de muerte. GORDON lo sabe. Y JOHN, aún vivo y consciente, también. GORDON dispara una bala de su mágnum a la cabeza de JOHN.

Hay un silencio de muerte en la comisaría. GORDON, que se ha entablillado el brazo con un madero de un marco de puerta destrozado, apunta con su arma a cada sombra. El silencio es completamente sobrenatural. Nada, ni un sonido. Confuso, mira a través de un ventanal con prudencia, temeroso de cualquier francotirador con rostro de payaso. Nada en las calles tampoco. Increíblemente están vacías, iluminadas por el resplandor anaranjado del sodio, pues la noche ya ha caído. GORDON no entiende nada. Pero algo huele muy mal.

No importa. Ahora lo importante es SARAH. SARAH y BARBARA.

Al enfilar el pasillo GORDON escucha, a un volumen muy bajo, un soniquete imposible. Sí, parece música de circo. Muy, muy tenue. De pronto, se detiene, horrorizado. Sobre las paredes, adornos inesperados. Rostros de payaso. Sangrantes y clavados con pernos en medio y medio de la frente. Les han acuchillado las mejillas para hacer aún más amplias sus sonrisas. Y las caras se encuentran completamente desolladas; la carne separada de los cráneos. GORDON se santigua. Una risa se escucha al fondo del pasillo, del cuarto donde dejó a dos de las tres mujeres que ocupan el lugar principal de su corazón.

Teme lo que se va encontrar, pero no duda en seguir adelante.

Traspasa el umbral. La habitación está a oscuras. Sólo la iluminan dos velas. Las velas que sostienen BARBARA y SARAH, desnudas y atadas espalda contra espalda contra dos sillas con las manos sujetas a las velas. Sus rostros están cubiertos por caretas.

GORDON da dos pasos y antes de dar el tercero ocurre lo inevitable. Alguien le asesta un golpe por la espalda. Pero no cae inconsciente. Simplemente, se derrumba y continúa conectado a sus sentidos. Tortuosamente conectado.

BLOODY SMILE se le presenta, la sonrisa invertida por la forzada postura de GORDON desde el suelo. Toma a GORDON y lo ata a una silla. Le dice que le va a contar tres historias. Y que las tres contestarán, con tres respuestas distintas, a la misma pregunta: ¿Cómo han llegado allí?

La primera historia, dice BLOODY SMILE, es la más breve y sencilla. El rey de los arlequines le revela cómo han sonsacado al corrupto BARTLEY O´HARA los planos de la comisaría y muy específicamente los correspondientes a la red de alcantarillado. No era la entrada más agradable, confiesa BLOODY SMILE, pero la sorpresa merecía la pena.

La segunda historia revela a GORDON qué pasó realmente con el JOKER. Todo había sido un montaje de BLOODY SMILE. Corrieron el bulo por los suburbios de que una gran entrega de productos químicos iba a tener lugar en una planta industrial abandonada la madrugada del pasado domingo. El JOKER, evidentemente, se interesó en el asunto y se personó en el lugar, sin sospechar la encerrona.

BLOODY SMILE y los suyos lo atraparon y montaron la escena que GORDON y las fuerzas de autoridad asumieron como cierta. Pero ellos eran los BAT-BOYS y él fue quien jugó el papel de BATMAN.

La tercera historia contestará, de una forma más general, al porqué de sus acciones, el porqué de todo el plan que SMILE y los suyos han elaborado y ejecutado para sumir GOTHAM en su peor pesadilla. BLOODY SMILE está ahora verdaderamente furioso. El porqué son las mentiras. Las mentiras de la sociedad, las mentiras de las autoridades, las mentiras de las instituciones y muy especialmente BATMAN, la mayor mentira de GOTHAM.

BLOODY SMILE le narra entonces a GORDON el tormento sufrido por un niño del que BATMAN no sabía una palabra y por el que, en consecuencia, jamás se preocupó. Este niño vivía aislado bajo los cimientos de una vieja casa de OLD GOTHAM, al cuidado de un loco que lo mantenía encerrado a una cama y lo alimentaba con sobras. Todos los días, no menos de tres veces, el loco bajaba a jugar a los médicos con su pobre niño. Ni siquiera lo llamaba por un nombre. Era un nadie. Era NADIE.

NADIE sufrió todas las vejaciones del loco. Las sufrió en silencio. Por cada noche, NADIE se marcaba un día más sobre la piel, un día más de espera por alguien, la ayuda, que no llegaba.

En ese instante, BLOODY SMILE se rasga la camisa y muestra su torso. Cientos y cientos de marcas agrupadas en grupos de cuatro verticales cruzadas por una horizontal surcan su cuerpo. “Esperé mucho”, susurra BLOODY SMILE, sin atisbo de sonrisa en su cara. “Esperé mucho”.

El loco le hablaba del mundo exterior de vez en cuando, al que NADIE recordaba haber pertenecido en un tiempo remoto. Le dejaba ver los noticiarios y las espectaculares intervenciones de BATMAN, el justiciero de GOTHAM.

Al principio, NADIE amó a ese BATMAN más que a ninguna otra cosa. De hecho, era lo único que amaba en su horrenda existencia. Susurraba cada noche a su oscuro cuarto el nombre del caballero oscuro en un mantra esperanzado: “BATMAN vendrá. BATMAN vendrá. BATMAN vendrá”.

Pero BATMAN nunca vino.

El amor, pronto fue odio.

Años después, cuando NADIE ya contaba catorce años, aunque ni él lo sabía, despertó una mañana con una curiosa sensación de cosquilleo en los brazos y piernas. A través de sus muñecas y tobillos lacerados, la sangre volvía a correr libremente. Dolía bastante. Pero también reconfortaba.

NADIE se levantó, maravillado, y vio que la puerta de su cuarto también estaba abierta. Le llevó casi medio día vencer a su terror y atreverse a subir. Pero, finalmente, lo hizo.

Lo que descubrió en el piso de arriba fue una vivienda maloliente y completamente abandonada; apenas una cocina, un exiguo dormitorio y una inmunda letrina.

De su secuestrador, ni una nota. Nada.

NADIE quedó libre sin saber porqué.

Pero su encuentro con la libertad fue todo menos feliz. El mundo lo trató como un apestado. Nadie le ofreció ni un mendrugo de pan y la policía acabó por detenerlo debido a su olor, que estaba causando un escándalo público entre los peatones de a bien, a los que NADIE se agarraba como brillantes imágenes de dioses.

Lo llevaron a un reformatorio que era sólo un poco mejor que su prisión, pero mucho peor porque NADIE se había creído ya a salvo cuando sus cadenas quedaron sueltas.

Y en los noticiarios, seguían las mismas consignas: “BATMAN. JUSTICIA. ORDEN”.

NADIE se juró a sí mismo que haría saber a BATMAN y a todos los que defendían esas palabras con pomposidad, cuántos ciudadanos de GOTHAM vivían al margen de esa supuesta salvación. Cuántos, desde su nacimiento a su muerte, sólo conocían el desespero, el horror y una muerte sin honra ni sentido.

Y NADIE encontró el modo y se transformó en BLOODY SMILE.

Y aquí estábamos.

Con la verdadera cara de GOTHAM saliendo a la luz. Porque, si las circunstancias eran las adecuadas, lo peor de cada uno emergía a la superficie como la inmundicia una alcantarilla inundada. Siempre estaba ahí, flotando bajo la pulcritud, aunque no la viéramos a simple vista.

JIM, roto y lloroso, no sabe qué contestar a esto.

Pero GORDON no tiene porque llorar. GORDON no debe sentirse culpable. Porque GORDON también va a probar el desespero. También va oír la última carcajada de la vieja y puta GOTHAM. La va a oír aunque reviente.

Una luz se enciende al fondo de la estancia; la luz de una vela. Los SJ, con BLOODY SMILE, a la cabeza, comienzan a tatarear una canción de cumpleaños.

“No nos hemos olvidado de él, GORDON” dice BLOODY SMILE. “¿Cuántos son ya, 55?”.

“54” contesta GORDON.

“Vaya. Por poco”, BLOODY SMILE acentúa su sonrisa. “Pero te aseguro que será un cumpleaños que no olvidarás”.

La vela se ha acercado. Se trata de la vela de un redondo pastel de cumpleaños con un 55 moldeado en la roja cera. Sobre el plato en el que se asienta la tarta, hay una paleta.

BLOODY SMILE habla. Ya no sonríe.

“Corta la tarta, GORDON”.

GORDON no contesta. Alza la vista y mira a BARBARA Y SARAH, que siguen amordazadas y desnudas, pero mirándolo directamente a los ojos.

BLOODY SMILE lo abofetea brutalmente.

“¡Córtala!”.

GORDON toma la paleta. Con suavidad, aterrorizada suavidad, hiende el crujiente hojaldre. Antes de que pueda avanzar más de unos centímetros, topa con algo.

BLOODY SMILE sonríe.

“¡Oh, parece que es un pastel sorpresa! Mira la sorpresa, GORDON. Mírala.”

GORDON arranca los pedazos de hojaldre cuidadosamente. De pronto, grita. Entre la herida abierta en el pastel asoma un ojo humano. Un ojo que GORDON conoce muy bien.

“No…”

BLOODY SMILE despeja con velocidad los últimos pedazos que cubren la sorpresa.

“¡Sí!”.

La cabeza de su inválida hija, BARBARA GORDON, yace sobre el plato.

GORDON no dice una palabra. Ni siquiera llora. Permanece con la boca abierta y una expresión de dolor, horror y sorpresa infinita en sus facciones.

“Y ahora”, afirma un sonriente BLOODY SMILE. “Vamos a hablar de negocios. Dime, GORDON, ¿dónde guardáis al murciélago?”.

 OcioZero · Condiciones de uso