The Gotham Last Laugh: Week of Blood

Imagen de Manheor

Penúltima entrega de este guión de cómic de Ángel Luis Sucasas

 

Sábado.

Un nuevo sol amanece tras un ventanal enrejado. Franjas de luz y sombra se proyectan sobre una habitación acolchada llena de suciedad. Sobre un camastro miserable duerme BATMAN, vestido con ese mono de látex que se ciñe a su cuerpo como una segunda piel, protegiendo su identidad.

O creemos que duerme.

Cuando el sol se desplaza lo suficiente como para que la región de su rostro donde se encuentran sus ojos quede iluminada, vemos que están abiertos. Y podemos suponer, por el enrojecimiento de sus órbitas, que llevan así mucho tiempo.

De pronto, la puerta de su celda se abre. BATMAN no reacciona.

La sombra de una figura se proyecta sobre nuestro tendido héroe. Una mano de dedos largos y ágiles se posa sobre su cabeza. Vemos que el antebrazo que precede esa mano se viste con una chaqueta verde de gemelos con forma de interrogación.

Toma a BATMAN por el cabello y agita su cabeza.

“Vamos, Murciélago. No es momento de dormir”.

BATMAN sigue sin reaccionar. Enigma, del que vemos por primera vez su rostro con el conocido antifaz, frunce el ceño. Abofetea con fuerza al murciélago.

“¡Vamos!”.

BATMAN sigue sin moverse.

ENIGMA continúa abofeteándolo con fuerza y comienza a carcajearse mientras lo hace.

“No puedo creer que esté haciendo esto”, dice EDWARD NIGMA con una sonrisa de oreja a oreja.

Un puño agarra su garganta, con fuerza. Lo levanta en el aire y lo estrella contra una pared. La furiosa cara de BATMAN, dientes apretados, ojos fuera de su órbita, invade todo el campo visual del villano de los acertijos.

“Vaya”, comenta un ahora amedentrado ENIGMA. “Se ve que el niño ha despertado”.

De un empellón, BATMAN manda a ENIGMA contra la pared contraria. Al levantarse, su enemigo escupe sangre y un diente.

“Pues sí, ha despertado y ya vuelve a ser el de siempre”.

BATMAN, ya menos alterado, interroga a ENIGMA acerca de lo sucedido. ENIGMA le cuenta que se ha montado un motín brutal en el ASYLUM. Ha oído aullar a los presos y luego ha olido el salino olor de la matanza. Por algún motivo, los cierres de seguridad de las puertas se habían abierto. Así que él decidió salir y ver si podía encontrar a BATMAN para que le ayudara a salir del atolladero.

“Vivo, se entiende. Mejor en otra cárcel que fiambre en esta cochiquera”.

BATMAN no responde a la chanza y comienza a caminar, con ENIGMA pegado a sus talones. Mientras camina, intenta conectar vía su implante neuronal con ALFRED en la BAT-CUEVA. Pero nadie contesta allí. Inquieto, BATMAN decide desechar de momento esta preocupación y centrarse en el ya de por sí peligroso presente.

En efecto, parece que ha habido un brutal motín. Hay sangre en las paredes y cadáveres por todas partes, tanto de reclusos como del funcionariado de prisiones.

De pronto, BATMAN y ENIGMA llegan a lo que aparenta ser un callejón sin salida. Cuando intentan volver sobre sus pasos, advierten que el pasillo está bloqueado por un grupo de reclusos. Son fuertes y van armados con armas blancas. No hay menos de veinte. ENIGMA, acobardado, se acurruca en una esquina. BATMAN se lanza al ataque.

En cuestión de segundos, todo ha acabado. BATMAN toma a uno de los prófugos por la solapa y lo interroga, brutalmente. Los dientes y la sangre caen sobre el sucio suelo de la destrozada boca del presidiario. Le dice a BATMAN por dónde salir y éste lo suelta.

BATMAN y ENIGMA siguen caminando, observando la destrucción del lugar y el silencio que reina los normalmente aullantes pasillos del psiquiátrico.

“Vaya”, comenta ENIGMA. “Parece que esta vez si tendrás un trabajito complicado”.

BATMAN sólo tiene que volverse fugazmente para que ENIGMA calle. Sin embargo, cuando le da la espalda, vemos que en la cara de ENIGMA se dibuja una pérfida y torva sonrisa.

Por fin, llegan a la salida. Una enorme brecha recorre uno de los muros. Sin duda, los fugados han usado potentes explosivos de fabricación casera, a juzgar por el desorden del desaguisado, incluso hay restos de cadáveres de los imprudentes que se acercaron demasiado a la detonación, y han huido por ahí.

Al otro lado, el anaranjado resplandor de las farolas de sodio pintando las afueras del complejo. Es plena noche.

BATMAN trepa por la grieta y ayuda a ENIGMA a subir, aupándolo con su fuerte brazo. ENIGMA, dócil como un cachorrito, le devuelve la más encantadora de sus sonrisas.

El denso bosque que rodea el psiquiátrico también semeja vacío. No parece haber nadie más a los alrededores. NIGMA mira a todas partes, preocupado, esperando algo. BATMAN se percata de ello. Lo agarra y lo sacude, preguntándole qué espera.

De pronto un fragor irrumpe de todas partes. La mueca aterrorizada de ENIGMA se torna una sonrisa desafiante.

“Este ha sido mi mejor acertijo, BATMAN, y no has sabido ver ni la primera pista”.

BATMAN, aterrado, lo comprende todo. ¿Cómo iba a ser posible un motín tan rápido y perfecto, con todos los presos fugándose coordinadamente y un solitario grupo esperándolos para darles la pista hacia la libertad?. Pero ya es muy tarde.

Decenas y decenas de miles de ciudadanos maquillados como el JOKER, con BLOODY SMILE a la cabeza, se dirigen hacia él. Cantan, bailan y muchos llevan llamativos disfraces. Se va a celebrar un enorme CARNAVAL en GOTHAM.

Y BATMAN será la principal atracción.

Le han preparado un auténtico desfile.

Y la medianoche del sábado ya se ha cumplido.

 

Domingo.

Flanqueado por unas calles preñadas de muerte, BATMAN contempla la destrucción de GOTHAM desde el asiento trasero de una limusina descapotable que avanza por la ciudad; lo han encadenado al asiento y han bajado la capota para que tenga una buena panorámica de cómo se encuentra su ciudad. En el asiento del conductor se sienta BLOODY SMILE, quien conduce pausadamente y saluda sonriente a la multitud, quien no deja de vociferar: “El Salvador de Gotham, El Salvador de Gotham”, en un chillido de diez mil voces.

Es la burla definitiva. La peor pesadilla del cruzado oscuro. Vitoreado, aclamado como si fuera el presidente por la completa destrucción de su ciudad.

Miles de pancartas se alzan entusiastas: “Gracias Batman por traernos el Infierno”; “A mi padre y a mi madre con una navaja. ¡Tope!”; “Gotham da las gracias a su salvador”; “¡La ciudad te sonríe, Batman!”; “GRACIAS, GRACIAS, ¡¡OH, GRACIAAAAASS!!”.

Desde las azoteas, en un bulevar de Hightown, unos arlequines vestidos bufonescamente a imagen del murciélago, le dedican un espeluznante número. BLOODY SMILE para el coche para que BATMAN pueda verlo bien. Cada uno lleva un niño en brazos, un niño que claramente no ha sufrido la plaga de histeria que barre las calles. A una, los JOKERS gritan: “¡¡Por el Murciélago!!”. Y se lanzan al vacío.

BATMAN los ve estallar contra el suelo. Y luego ve cómo el resto de los enloquecidos ciudadanos se pintan y adornan con su sangre y órganos.

Es el fin.

El desfile ha llegado a su última etapa. El enorme estado de Gotham ocupa toda la panorámica. Un fragor imposible se oye desde las gradas, aún a distancia. BATMAN traga saliva.

Se paran a la entrada. Las cadenas de BATMAN son liberadas y este ya no intenta forcejear. Se deja llevar por las múltiples manos que lo alzan del coche, lo visten de payaso y lo llevan en volandas al interior del estadio, donde la verdadera fiesta va a comenzar.

El fragor es tan intenso que el cuerpo del murciélago y sus acompañantes sienten el aire vibrar en torno a su cuerpo. Miles de pies pisotean las gradas. Miles de bocas gritan su nombre.

“BATMAN BATMAN BATMAN BATMAN BATMAN BATMAN BATMAN…”

Una y otra vez.

El césped del estadio también está completamente repleto; y al fondo se alza lo que parece la tarima de un concierto, con grandes focos colgados de una marquesina y un escenario en el que tocan unos músicos.

Tocan: “Sunday, Bloody Sunday”.

El cuerpo de BATMAN se mueves sobre una alfombra de manos que lo desplazan hacia delante, como a una estrella de rock. De pronto, la marea humana se acaba y BATMAN es aupado al escenario.

Allí se encuentra ya BLOODY SMILE, que ayuda a subir al conmocionado murciélago.

Luego de hacerlo subir lo vuelve de cara a la inmensa masa que espera el espectáculo. Le alza un brazo como si fuera un púgil de boxeo tras un combate vencido.

“¡Gotham, mira!. ¡Aquí está tu salvador!”.

El rugido es tan estremecedor que BATMAN teme el estallido de sus tímpanos.

“Démosle la bienvenida con el primer numerito de nuestra ofrenda a sus hazañas”, BLOODY SMILE baja el micrófono y se dirige a los músicos. “Chicos, ya podéis retiraros”.

Súbitamente, el grupo de músicos se vuela la cabeza con unas pistolas.

BLOODY-SMILE se acerca a los cadáveres. En cada cabeza destrozada hay una amplia y feliz sonrisa.

BLOODY-SMILE se dirige al público.

“Pues tampoco lo hacían tan mal”.

Todo el estadio estalla en una histérica carcajada. BATMAN lo contempla. Todo GOTHAM se ríe de su monstruosidad. Se regodea en ella. Es feliz. ¿Es éste el verdadero rostro de su ciudad? ¿Ha estado siempre ciego? ¿Ha querido salvar lo que no quería ser salvado?

GOTHAM contesta.

Un enorme mosaico se forma en las gradas ante la atónita mirada del murciélago. Muestra a dos padres llevando de la mano a su hijo. Las piezas giran y muestran una nueva imagen. Ahora una nueva figura entra en escena y las caras de la pareja y su pequeño muestran terror. El recién llegado tiene pinta de maleante y lleva una pistola, una pistola que apunta a la familia. La imagen cambia de nuevo. Ahora los padres están en el suelo, ensangrentados, y el niño llora, arrodillado, frente a los cadáveres; tras el, la silueta a contraluz del asesino se recorta agigantada.

Luego un primer plano de su padre, THOMAS WAYNE.

Luego un primer plano de su madre, MARTHA WAYNE.

Luego, un primer plano de su rostro, BRUCE WAYNE.

El grito es unánime: “SABEMOS QUIÉN ERES, BRUCE”.

BATMAN se arrodilla. Las piernas ya no lo sostienen.

Está completamente en Shock. Sus ojos, desorbitados. Su boca, abierta. Su mente, rota. Su corazón, deshecho.

Su ciudad, la ciudad que juró proteger bajo la máscara, ya conoce a su defensor.

Y se ríe de la muerte de sus padres.

Se ríe a pleno pulmón.

“Ohhh, parece que nuestra estrella invitada está un poco conmocionado”, comenta al micrófono, con falso tono comprensivo, BLOODY SMILE, arrodillándose al lado de BATMAN, que no reacciona. “¡Tal vez la visita de una vieja amiga le levante la moral!”.

Empujando una silla de ruedas, un arlequín entra a escena. Atronadores aplausos premian su entrada.

BLOODY SMILE chasquea los dedos frente a BATMAN. Le toma la cabeza y se la gira hacia la silla de ruedas.

“¡Ey, murciélago, el show está allí!”.

BATMAN. Al principio le cuesta un poco reconocerla. Pero, finalmente, es consciente de quién es esa silla de ruedas.

Susurra.

“¿Barb…?”

Sobre la silla de ruedas hay un manto. Y bajo el manto, una forma indefinida. Mucho más pequeña que el tamaño de un ser humano. Más o menos, del volumen de una sandía.

“¡Este es tu primer regalo de la noche, Batman”, grita BLOODY SMILE al micrófono. “¿Nos harás los honores?”.

BATMAN levanta el manto.

Los hermosos ojos azules de BARBARA le devuelven la mirada.

Lo miran sin vida, desorbitados. Y sus labios, los bellos y carnosos labios, están congelados en un horrible rictus.

BLOODY SMILE no tiene piedad.

“Parece que alguien ha perdido la cabeza”.

El público ríe de nuevo.

BATMAN se abraza a la decapitada cabeza del ORÁCULO y, por fin, rompe a llorar.

“Bárbara. Bárbara…”

Se escucha un redoble de tambores.

BATMAN alza la vista y se encuentra con BLOODY SMILE sonriéndole frente a frente. Le susurra al oído.

“¿Preparado para el grand-finale?”.

Y luego, ya en pie, al público.

“¿Listos para el gran final?”.

El público ruge su respuesta.

Un poste surge de la tarima. Un poste con grilletes. Atan a BATMAN a él; en los tobillos y en las muñecas. Y de espaldas al público. BATMAN no se resiste. Las lágrimas caen sobre la negra y mate superficie de su malla de seguridad.

BLOODY SMILE, impenitente maestro de ceremonias, sigue exaltando a la masa.

“¡Vamos a contar hasta diez para la gran revelación! ¡La mayor decisión que nuestro amigo enmascarado haya tenido que jugarse en su vida! ¡Un juego a cara a cruz!”.

BATMAN tiembla.

Y se percata que, delante de él, a su izquierda y a su derecha, destacan sobre el tablado de la tarima dos trampillas.

El público empieza a contar, con BLOODY SMILE aullando cada número al micrófono. Con cada número, un fogonazo de sangrienta luz roja de los focos ilumina las caras de los ciudadanos enloquecidos.

“10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…”

Un enorme gong resuena. BATMAN aprieta los dientes ante el aterrador estruendo.

De pronto, las dos trampillas se abren. De ellas surgen, muy lentamente, dos mástiles de madera como el suyo. En el ápice de cada uno, lo único que se ha revelado hasta el momento de los postes, cuelgan, clavadas a la madera con un perno manchado de sangre, dos retratos en blanco y negro. Las fotografías están salpicadas de sangre.

BATMAN reconoce las rostros retratados.

Las reconoce muy bien.

Son los rostros de JAMES WORTHINGTON GORDON y ALFRED THADDEUS PENNYWORTH. Sus únicos refugios de intimidad. Sus únicos anclajes en el mundo. Su cobijo. Su baluarte de confianza.

Sus amigos.

Los postes terminan de alzarse.

Y BATMAN ve lo que teme ver.

Extendidos a lo largo sobre ambos, sujetos también con grilletes por sus muñecas y tobillos, se encuentran GORDON y ALFRED. Sus ropas destrozadas. Sus cuerpos, magullados y sangrientos. Su cabello desarreglado y pegajoso por el sudor y la sangre. Sus pies, descalzos y lacerados.

Y en cada poste, miles de graffitis y burlas a cada uno de ellos.

“Aquí los tienes, BATMAN. Vivitos y coleando. O casi”.

ALFRED consigue levantar un párpado, el otro lo tiene completamente hundido, probablemente le hayan reventado el globo ocular en algún indecible tormento, y mira a su amo. Increíblemente, le sonríe.

“Amo BRUCE…”

BATMAN apenas puede responder.

“ALFRED…”

ALFRED cabecea, sin dejar de sonreír.

“No se preocupe. Lo he arreglado todo. Podrá salir de ésta. Podrá salir de ésta y limpiar la ciudad. Podrá salir…”.

BATMAN cree que ALFRED ha enloquecido. Ha intentado conectar con la BAT-CUEVA por sus nanomáquinas diez mil veces. Pero sólo ha recibido silencio. El ordenador central debe de estar completamente destruido.

Como si hubiera leído su pensamiento, BLOODY SMILE, que aún así desconoce el implante neurológico que BATMAN lleva en su cerebro, asevera los temores del murciélago.

“No dejamos piedra sobre piedra, BRUCE. Volamos también todo lo que encontramos en tu preciosa cueva. Tal vez te quede algo allí en algún rincón secreto que sólo se pueda abrir tocando un piano. Pero, ¿sabes?, mis amigos y yo no te vamos a dejar ir a buscarlo”.

Se vuelve al público.

“¿Verdad, hermanos? ¿Queremos que BATMAN pague hoy o no?”.

El sí es un clamor.

ALFRED sigue sonriendo beatíficamente.

“No importa. Todo está bien. Todo está bien. Todo está bien…”.

BATMAN, haciendo caso omiso al mantra de ALFRED, hace la gran pregunta.

“¿Cómo…”.

Se escucha un sollozo desgarrador. Es GORDON.

“Yo, BRUCE. Fui yo. Hable”.

BATMAN mira a su amigo, sin creer en lo que oye.

“¡Mataron a SARA y BARBARA delante de mí! ¡Las violaron y las mataron, BRUCE! ¡Y decapitaron a BARB! ¡Le cortaron la cabeza a mi niña! ¡Mi niña!”.

GORDON sigue llorando y gritando desconsoladamente.

Y BATMAN no acierta a encontrar cómo consolarlo.

BLOODY-SMILE interviene.

“Bueno, basta ya de lágrimas. Llega la hora de las sonrisas” Se vuelve hacia un lateral del escenario. “Mis queridas azafatas… ¡¡Es hora de traer los barriles!!!”.

BATMAN, GORDON, ALFRED y los miles y miles de espectadores contemplan a dos bellas azafatas-joker que empujan dos carritos con ruedines; sobre ellos, hay dos barriles metálicos. Sin tapa.

BATMAN recibe el acre olor antes de poder ver qué contienen las cubetas. Ácido sulfúrico.

Las azafatas descargan los barriles, con la ayuda de BLOODY SMILE y los sitúan justo bajo los pies de GORDON Y ALFRED. Los dos miran hacia el líquido. Pero ni gritan, ni suplican.

“Y ahora, murciélago, elige”, BLOODY SMILE señala a ALFRED. “Tu criado”. Su índice extendido se mueve y apunta a GORDON. “O la pasma”.

El público rompe a reír encantado. Y corea:

“¿EL CRIADO O LA PASMA? ¿EL CRIADO O LA PASMA?”.

BATMAN, que aún se sostiene en pie, aunque encadenado, está completamente roto y mira de un hombre a otro; parece un niño ante un imposible problema planteado por un profesor sádico.

“¿EL CRIADO O LA PASMA?”.

GORDON o ALFRED. GORDON o ALFRED.

De pronto, GORDON alza la mirada y la fija en BATMAN. Hay lágrimas en sus ojos.

“Lo siento, BRUCE. Lo intenté”.

BATMAN casi no puede contener su frustración y rabia. Cree que va a reventar.

“¡Cómo… ¿Cómo puedes pedirme perdón! ¡A mí! Todo…”, hinca las rodillas y se derrumba, cubriéndose la cabeza con las manos. “¡Todo esto lo he hecho yo! ¡Yo lo he provocado! ¡La culpa es mía! ¡MÍA!”.

BLOODY SMILE sonríe. La lunática GOTHAM también. Han vencido.

“¡MÍA!”.

Han vencido a BATMAN.

“¡MÍA!”.

“Señor Bruce…”

BATMAN no contesta. Sigue enterrado en el suelo, como si quisiera fundirse con él y morir.

“Hijo mío…”

BATMAN levanta tímidamente la cabeza. ALFRED sigue sonriendo y su cara expresa el amor paternal más puro que BRUCE WAYNE ha podido experimentar en toda su vida.

“Hijo mío, álzate. El suelo no es tu lugar”.

Lentamente, BATMAN se alza.

BLOODY SMILE se muestra dubitativo. Su gran número parece haberse estropeado. Su sonrisa se curva en una mueca furiosa.

“Ya que tardas tanto en decidirte. Lo haré yo por ti”.

BLOODY SMILE se acerca a ALFRED, despliega una escalera y, tras subirse a sus peldaños y alcanzar la altura adecuada, comienza a desatar sus grilletes. El público comienza un coro sostenido de excitación.

SMILE responde a su entusiasmo con una chanza.

“¿Preparados para el primer chapuzón!”.

El mayor volumen del coro contesta.

BATMAN mira, sin poder hacer nada.

“¡ALTO!”.

Es ALFRED quien ha gritado.

“¡Tengo algo que decirle a mi hijo antes de morir”.

BLOODY SMILE duda. Sólo queda un grillete. Por un instante, un rasgo de humanidad pasa por su rostro, deshaciendo su mueca malvada. Aunque nadie lo oye, susurra:

“Sea”.

Recuperada su máscara de maldad, se vuelve al público con un nuevo chiste.

“Parece que el viejo tiene miedo a nadar”, las carcajadas recorren el estadio. “¿Qué decís? ¿Le damos una pequeña prórroga?”.

El “¡SÍ” es mucho más mayoritario que el “¡NO!”.

“Está bien. Habla, viejo”.

Y se baja de un salto al escenario.

ALFRED habla.

“Bruce, mírame”, BATMAN tiene la cabeza gacha; está llorando. “¡Mírame!”. BATMAN lo mira. “Eres mi hijo, los dos lo sabemos. Lo has sido todos estos años. Y te quiero”, el “OOOHHHH” burlón del público no llega a los oídos del caballero oscuro; sólo puede escuchar al hombre que ha significado su único vínculo duradero e inquebrantable con la familia, con el hogar. “Sólo tengo que decirte una cosa: IP: 11.26.06.111”, 26.06; 26 de junio; la fecha en la que MARTHA y THOMAS WAYNE perdieron la vida.

Los ojos de BATMAN se desorbitan. Las nanomáquinas de su cerebro mandan la señal a esa IP y descubrimos que un ordenador responde a la orden mental de BRUCE. ALFRED ha salvado un ordenador de la destrucción de BLOODY SMILE y sus secuaces.

Y ese ordenador ya tiene una orden predefinida pendiente de activar. BATMAN comprueba qué hará esa orden y su asombro aumenta aún más.

ALFRED lee en sus ojos que ha comprendido.

“Cuando pida confirmación, confírmala”.

BATMAN mira a ALFRED. ALFRED mira a BATMAN.

“Lo haré, padre”.

BLOODY SMILE no ha comprendido nada de lo dicho. Pero sí lo suficiente como para temer lo imposible. Aún así, los ases siguen en su mano, así que todo va bien.

“Bueno, después de este conmovedor momento, voy a pedir a uno de nuestros focos que busque dos voluntarios en el público. Necesitamos dos manos inocentes”.

Dos jóvenes suben al escenario; apenas son unos adolescentes. Al pasar al lado de Batman, uno de ellos le asesta un puntapié en el vientre; el otro le escupe.

“¡Cuanto entusiasmo!”, celebra BLOODY SMILE y les indica que suban a las dos escaleras dispuestas frente a los maderos. “Con cuidado, chicos, no vayáis a resbalar, que el agua está caliente”.

Los muchachos arlequines están dispuestos. Sus manos aferran los grilletes. GORDON y ALFRED miran hacia BATMAN. En los ojos de GORDON hay culpa; y afecto. En los ojos de ALFRED paz; y un amor infinito. Pero nada de resentimiento.

BATMAN, con lágrimas en los ojos, sabe que el efecto de la orden informática no llegará a tiempo, consigue encontrar la entereza para no pestañear. Mira.

Las enguantadas manos están ansiosas por liberar los grilletes.

“Un momentito, un momentito”, BLOODY SMILE se acerca a BATMAN, sonriente, aplacando al público con estudiados gestos de quien posterga a sabiendas el clímax. “Amigos, tengo algo que decirle en privado a nuestro querido murciélago. Disculpadme si no lo comparto con nosotros”.

El público rezonga y se escuchan algunos “¡Queremos oírlo!” desganados. Pero BLOODY SMILE sabe que sólo están jugando su papel. Los tiene en el bolsillo.

Obliga a agacharse a BATMAN y se sienta a su lado, de espaldas al público. El cruzado oscuro se sorprende al ver lágrimas en los ojos de su enemigo y un sufrimiento indescriptible en su rostro. De pronto, acerca sus pintados labios al oído del murciélago.

“Esto va por todos los que olvidaste, murciélago”, los ojos de BATMAN se desorbitan. “Disfrútalo”.

“Y comienza la gran cuenta atrás”, BLOODY SMILE alza las dos manos, listo para bajar cada dedo al unísono del coro. “DIEZ, NUEVE…”.

Los recuerdos de BATMAN viajan a su vida en relación a esos dos hombres. Las contenidas muestras de paternidad de ALFRED en la niñez. Las conversaciones bajo la lluvia en la terraza de la comisaría con GORDON. Mil y una heridas curadas por esas manos cada vez más ancianas pero siempre firmes. Una credibilidad infinita en su misión y por encima de la propia ley a la que representaba.

Mil y una pruebas de que aquellos dos hombres lo amaban y creían en él más que él mismo.

Los grilletes se sueltan.

BATMAN se derrumba.

El ácido ha corroído la madera del escenario al salpicar y uno de los jóvenes, asustado por el rocío mortal, ha resbalado y caído dentro del balde, para mayor chanza del público.

BATMAN está de rodillas. Su rostro no refleja ninguna emoción. Su alma, un cristal en dos mitades. Imposible apreciar la fractura. Imposible volver a unirlas.

Dos ganchos de un acero aleado descienden al ácido y toman los cadáveres aferrando los cráneos. Los abucheos del público van acompañados de una lluvia de inmundicias lanzadas sobre los cadáveres mientras estos ascienden. BLOODY SMILE, momentáneamente olvidado por su audiencia, mira a BATMAN fijamente. En su rostro tampoco se lee ninguna emoción particular. Tal vez una mínima expresión de piedad. Mínima.

Las cadenas se detienen y los esqueletos vibran ligeramente, aferrados por el cráneo y sostenidos sobre el escenario.

BLOODY SMILE se frota los ojos y se prepara para su alocución final. Se vuelve al público con el micrófono en ristre y la sonrisa de vendedor ceñida a los labios.

“Y ahora sólo nos queda el número final”, saca una navaja de hoja retráctil. “Os invito a que subáis y os llevéis un pedazo del murciélago como recuerdo”.

Estalla el clamor. Una marabunta comienza a trepar hacia el escenario aplastando a los lentos y trepando sobre los cuerpos de los que van cayendo bajo el entarimado.

Mientras tanto, BLOODY SMILE se ha acercado a BATMAN con el cuchillo preparado.

“Creo que me llevaré las dos orejas”, dice para sí, mirando la mirada extraviada del justiciero. “Me las he ganado”.

Se lanza al ataque con un brutal sesgo de la hoja. Un instante antes de que penetre la fina malla que viste BATMAN, éste lo toma por el fornido antebrazo y lo proyecta hacia delante. BLOODY SMILE aterriza con la cara por delante. Se levanta escupiendo sangre y con la nariz rota. Su expresión es incrédula.

BATMAN ataca. Con facilidad, logra desarmarlo y aferrarlo por la espalda, apoyando la afilada hoja sobre el musculoso cuello de BLOODY SMILE, que ya no sonríe.

Se vuelve al cada vez más nutrido grupo de JOKERS que invade el escenario. Éstos dudan. Su líder y mentor de la dionisíaca revolución está en serios apuros.

“¿Qué hacéis, imbéciles”, los increpa BLOODY SMILE. “Es BATMAN. ¿No sabéis que jamás usará esta nav…”.

De un solo tajo, BATMAN rebana el cuello de BLOODY SMILE. Una nueva sonrisa surge no de los labios del payaso sino de su cuello. Una sonrisa que no se cerrará.

El cuerpo cae sobre el escenario y comienza a temblar espasmódicamente. Su sangre encharca el entablado.

BATMAN se vuelve a la inacabable chusma maquillada. La navaja ensangrentada aún gotea, caliente. Habla.

“Sois mis hermanos, todos vosotros. Pero esta es MI ciudad. GOTHAM es mía. Y yo suya. Y vosotros sois el cáncer”.

Un tremendo zumbido llega desde el aire y desde el fondo del escenario. Se oyen gritos.

“Y sólo puede hacerse una cosa con el cáncer”.

Simultáneamente, el BATWING, el BATMÓVIL y la versión mecha de BATMAN irrumpen en escena arrasándolo completamente todo con munición letal.

“EXTIRPARLO”.

La mayor batalla del cruzado comienza.

Los JOKERS del escenario se abalanzan sobre él. BATMAN lucha cuerpo a cuerpo con la horda sin las limitaciones que siempre se ha impuesto. Parte cuellos, machaca vértebras y hunde tráqueas.

Pero son demasiados. Lo atrapan y lo inmovilizan. Armado con una estaca de afilado e irregular extremo, uno de sus asaltantes se dispone a empalarlo. Aferrándola con ambas manos, alza el madero. Y antes de que pueda descargarlo estalla en mil pedazos.

El mecha BATMAN irrumpe en el entarimado. Sus dos gattling de tambor con munición de alto calibre, sumada a su selección ultraprecisa de objetivos, barre en una fracción de segundo a todos los asaltantes del murciélago.

Éste se queda sólo sobre el escenario, completamente cubierto de sangre, sesos, vísceras y demás restos humanos. Pero no hay duda en sus ojos. Ni en su apretada mandíbula.

El cuerpo del mecha se abre y recibe a su amo. BATMAN se acomoda en el flexible interior del ingenio, que se cierra como la concha de un bivalvo sobre él.

Ha llegado la hora de limpiar GOTHAM.

BATMAN se lanza en su acorazada apariencia sobre la marea de maquillados maníacos. Dos enormes cuchillas emergen del artefacto y los cañones rotatorios de sus manos comienzan a disparar a la masa.

Vuelan los miembros. BATMAN siega y tirotea sin piedad a los enloquecidos ciudadanos. Mujeres, niños, ancianos… El césped del estadio se tupe con ensangrentadas colinas de cuerpos mutilados. Y la armadura de BATMAN luce cubierta de despojos como el mandil de un carnicero.

Pero la horda es inagotable.

Controlando simultáneamente sus tres ingenios, el BAT-MÓVIL, el BAT-WING y el BAT-BOT, mediante las nanomáquinas neuronales, BATMAN consigue abrirse camino entre la masa y lograr un instante de respiro mientras sus enemigos se reorganizan. Aunque su situación parece completamente desesperada. Los JOKERS lo rodean por todos los frentes y se preparan para su masiva acometida final sobre el murciélago.

Pero BATMAN está preparado.

Un gancho desciende del BATWING y el metálico brazo del cruzado lo aferra. A toda velocidad, el cable se repliega y BATMAN queda asido sobre el fuselaje de su aeronave. La cabina se descorre y BATMAN puede ascender por un costado de la nave, que oscila peligrosamente por su peso pero que consigue compensarlo sin entrar en barrena. Ya sobre el asiento, BATMAN cierra la cabina y toma el control del aparato.

El BAT-WING sobrevuela el estadio y sus alrededores. Miles y miles de jokers atestan aún las calles. BATMAN los observa en vuelo rasante volteando la nave boca abajo para poder apreciar la completa degradación de aquellos a quien juró proteger con su vida. Asciende y suspende el movimiento de su máquina gracias a unas toberas adicionales.

BATMAN activa el piloto automático y deja que la nave tome el control por un instante. Reclina su asiento. Su rostro está descompuesto por la angustia. Líneas de infinito dolor lo surcan. Ha de tomar una decisión. Una terrible decisión.

BATMAN abre los ojos.

Se ha decidido.

Dos mamparos se repliegan en el vientre del BAT-WING y dejan al descubierto sendos tanques de gas. Ambos llegan un brillante logotipo con una gran J superpuesta sobre el rostro de un sonriente payaso. Gas de la risa.

BATMAN toma los controles de nuevo y comienza a rociar las calles de GOTHAM con su letal carga.

Niebla verdosa anega el UPTOWN de GOTHAM. Miles y miles de cadáveres en sus calles. Sobre el asfalto. Sobre los semáforos. Sobre las cubiertas de los automóviles. Sobre los balcones y repisas de los edificios. Miles y miles.

El BATWING desciende sobre el estadio. BATMAN, cubierto su rostro por una mascarilla antigás, baja del vehículo y sube al escenario. Sobre los postes aún se encuentran los esqueletos de GORDON y ALFRED, sus huesos oscurecidos por el ácido. BATMAN los desprende de sus grilletes y los toma en brazos.

Desciende del escenario y comienza a caminar sobre la alfombra de muerte que tupe el césped y las calles. Su silueta, la única en movimiento en la silenciosa metrópoli, se difunde, confusa, tras el verdoso velo del mortífero gas.

Camina en silencio hasta PARK ROW. Se detiene frente a la placa conmemorativa que honra la muerte de sus padres, THOMAS Y MARTHA WAYNE. Deja los cuerpos sobre la placa. Se desprende de su capa y los cubre con ella.

Se alza y los contempla, sin decir una palabra, su alargada silueta proyectada sobre los cuerpos.

El principio se ha encontrado con el fin.

El círculo se ha cerrado.

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