La saga de la Costa Negra
Un repaso a esta época dorada en que Conan el bárbaro acompañó a Belit, la reina de la Costa Negra
A partir del número 58 de la serie Conan el bárbaro, el cimerio correría sus aventuras en compañía de uno de los personajes femeninos más populares de la Era Hiboria: Belit, la reina de la Costa Negra. Este personaje, que tuvo una breve aparición en la obra de Robert E. Howard, fue explotado con mucho acierto por Roy Thomas, que supo dotarle de carisma, de un trasfondo interesante más desarrollado y, sobre todo, de la presencia suficiente para hacer de contrapeso al musculoso protagonista de la serie.
Belit aúna todo lo que se espera de una heroina del género de espada y brujería: sensualidad, un carácter indómito y una sed insaciable por las aventuras. La historia que se teje a su alrededor compone una de las sagas más interesantes también de la vida de Conan: Belit es hija de un rey asesinado, bajo los auspicios de los estigios, para poner a un monarca marioneta en Shem. La muchacha, refugiada por mediación de su tutor en la Costa Negra, un territorio salvaje poblado por indígenas, decide recuperar su reino y, para ello, enseña el arte de la navegación a los salvajes y se convierte en la pirata más terrible de la zona. Su objetivo: conseguir un tesoro suficiente para marchar sobre Asgalun con un ejército mercenario.
La entrada de Conan en este escenario es casual, como ocurre casi siempre con sus aventuras, pero hay un elemento diferencial muy interesante: en esta ocasión el cimerio no eclipsa al resto de los personajes, sino que acepta el papel de comparsa a la sombra de la pirata. Eso sí, su nombre también se inscribirá en la leyenda. Este equilibrio dota de una dimensión distinta a toda la saga de la Costa Negra.
Las primeras aventuras de esta parte de las Crónicas de Conan sirven únicamente para presentarnos la situación, hasta el punto de que en el número 58 casi se prescinde del elemento fantástico. John Buscema y Steve Gan son los encargados de dibujarlas. No obstante, en seguida entramos en la primera minisaga: El señor de los leones, en la que se nos presenta a Amra, de quien, como todos sabemos, Conan heredará el apodo. Para estas aventuras en la jungla Thomas recurre, siguiendo su espíritu pulp y sin ningún empacho, a Tarzán de los monos. De esta manera, las ideas clásicas del género se funden con el de aventuras ambientado en las profundidades de la selva tropical, una combinación que da un resultado francamente sugerente. El enfoque a modo de saga hace que la acción sea menos repetitiva también que en otros periodos menos inspirados de la colección, pues se tiene la sensación (correcta, además) de estar avanzando hacia algo.
Ya en el número 65 Thomas consigue volver a incluir tramas de relatos sueltos de Robert E. Howard. Son adaptaciones todavía más libres que de costumbre pues, además de amoldarse al bárbaro, tienen que ser coherentes con la presencia de Belit y, además, conducir al desenlace épico previsto para esta época. El resultado, de todas formas, es más que bueno. En muchos casos, memorable.
En algunas ocasiones, Thomas recurre a los recuerdos de sus protagonistas, como en el número 66, que fue ilustrado, excepcionalmente, por Val Mayerik. De este modo, se permitía un respiro a la hora de hacer avanzar la historia.
De todas formas, estos incisos son más bien la excepción, y muchas veces contribuyen a dar más solidez al escenario central de la Costa Negra, donde el Tigresa, el navío de Belit, comete sus actos de pillaje. En cuanto puede, Thomas precipita la acción hacia la trama central: el intento de recuperación del trono por parte de la exiliada. Así, en el número 72 vemos cómo empieza una minisaga relacionada directamente con la reconquista de la corona de Shem: Venganza en Aslagun.
Esta trama, en la que se mezclan intrigas de la corte con aventura pura y dura, conducirá a nuestros protagonistas hasta el corazón de la misteriosa Estigia. A pesar de interludios peregrinos como El valle perdido de Iskander, que está ilustrado además por Howard Chaykin, esta parte de la colección es de lo más sugerente. Estigia es de esos territorios de la Era Hiboria que cargados de significado y donde la cohabitación de la brujería con la espada se ve como algo natural y no forzado. Bajo los lápices de Buscema el escenario alcanza una capacidad de sugestión inigualable. Sin duda, de los mejores tiempos del cimerio, no solo por los episodios concretos, sino por la fuerza general que consigue toda la trama.
Esta impactante serie, en la que, entre otros hechos señalables aparece por primera vez Zula, culmina con una épica batalla campal en la que se decide, finalmente, el destino del trono de Shem. Este número, el 93, da pie a Buscema a ilustrar algunas impresionantes batallas campales. Creo que es de agradecer que Thomas tuviera el valor de dar un final a este objetivo tan largamente buscado (casi la mitad de la serie tras él) y justo alabarle el buen gusto de que lo hiciera de este modo.
A partir de aquí encaramos ya la recta final, que empieza con la miniserie de El rey de las bestias de Abombi, donde el león de Amra tendrá una última aparición estelar, sigue con algunas historias típicas sueltas de espada y brujería de relleno y se cierra con el épico y conmovedor número 100: Muerte en la Costa Negra. Este es, en realidad, la adaptación del grueso del famoso relato de Howard que dio de sí a Thomas para montar nada menos que el trasfondo de cuarenta y dos números de Conan el bárbaro. Creo que es un cómic que merece ser descubierto en su momento, después de haber leído toda esta parte de la historia de Conan. Lo que sí puedo adelantar es que es impactante.
Con esta historia se cierra la que tal vez sea la etapa más conocida de Conan el bárbaro. Planeta DeAgostini la recopiló en los volúmenes 8 al 12 de Las cónicas de Conan, y recientemente ha lanzado un volumen único (Conan y Belit: Integral), de 800 páginas, que trae además algunas historias complementarias que salieron en otras colecciones, como La espada salvaje de Conan.
Si eres un aficionado a la espada y brujería, esta es una buena etapa para acercarse a Conan, no ya solo por su carácter casi mítico derivado de la relación con Belit (a mi parecer, mucho más interesante que la desarrollada con Red Sonja, por ejemplo), sino por los impresionantes escenarios de la Costa Negra y Estigia. Desierto insondables, necrópolis titánicas, junglas misteriosas que engullen ruinas milenarias, extrañas islas perdidas... qué más se puede pedir si vienen dibujadas por Buscema.
Nota: Os recuerdo las dos entregas precedentes de este repaso a las crónicas de Conan: Los inicios de Conan el bárbaro y Conan y sus primeros grandes viajes
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