Egipto

Imagen de Kaplan

Reseña del cómic publicado por Planeta DeAgostini

 

Peter Milligan es un autor irregular, ya lo dijimos en otra ocasión. También es un escritor que sabe muy bien en qué temas se mueve mejor. Su favorito es el de la pérdida de la identidad. En muchas de sus mejores obras aborda esta cuestión que, por lo demás, es muy sintomática del mundo que vivimos, en el que la personalidad sólo parece basarse en los temas en los que pulsamos “Me gusta” en Facebook. De ahí que obras como Enigma, Blanco Humano o este Egipto que nos ocupa tengan hoy tanta vigencia y resulten tan atractivas. No obstante, si bien el tema es el mismo, el tratamiento con el que se acerca a él es bien distinto. Enigma establecía un agudo paralelismo entre el género superheroico y la homosexualidad. Blanco Humano era una espiral hacia la locura por medio de la violencia y las mentiras. Y Egipto

Egipto, como bien señala Álvaro Pons, es una historia de John Constantine sin John Constantine en la que un tipo de vuelta de todo se ve envuelto en una trama lisérgica que engloba viajes en el tiempo y entre dimensiones, sectas de cultos paganos, reencarnaciones, luchas entre dioses y sexo entre divinidades y humanos. Y todo desde el punto de vista cínico de este no-Constantine, al que, en principio, bien poco le importa todo este embrollo en el que se mete. La pérdida de identidad no le sobreviene con todos estos sucesos paranormales, sino que ya la traía de fábrica; era un buscavidas que no se preocupaba por nada ni nadie. Sólo cuando acepte sus traumas de infancia y encuentre un sentido a su vida más allá del mero hedonismo logrará asentarse, sea en la encarnación que sea, eso sí.

El tono general de la miniserie es ligero y cínico. No podría ser de otra forma, ya que ni la propia trama se toma en serio a sí misma. No estamos ante un cuidado estudio de la civilización egipcia, ni ante una trascendente alegoría sobre la vida después de la muerte, pero esto no impide que el cómic enganche y resulte insólito, ni que Milligan se ponga serio y se luzca en determinados momentos (el recuerdo que Vincent, el protagonista, tiene de su hermana o el último momento que comparte con Peshy).

En la parte gráfica nos encontramos con la labor de Glyn Dillon (bien parecido a Phillip Bond) y Roberto Corona, que, sin demasiados alardes, cumplen y aciertan a la hora de recrear este universo entre onírico, cómico, épico e histórico, lo cual no es poca cosa.

Egipto es uno de los guiones que Milligan no ha escrito con el piloto automático y también es una de sus historias menos conocidas, así que su compra está más que recomendada. Hay que agradecer a Planeta DeAgostini su publicación (digamos de forma suave que, en principio, no es que vaya a ser un superventas) y animarles a que sigan arriesgándose con otras historias de este guionista impredecible.

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