Apuntes para una posible teoría del microrrelato

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Un artículo de LCS

 

I.-No pensar

Quien pretenda escribir un buen microrrelato, lo primero que tiene que hacer es no pensar en escribir un buen microrrelato.

Tampoco tiene que colgar, como aconseja Bradbury a la hora de escribir, un cartel a su lado con esas dos palabras. No, porque le obligaría a pensar en no pensar y, a la larga, pensaría.

Tiene que preparar una tortilla de patata, mirar las piernas de las chicas con minifalda con las que se cruza en el metro o asombrarse de la cantidad de mierda que se acumula debajo de la cama cuando no se barre durante una semana. Pero no debe intentar escribir un buen microrrelato.

Que se ponga a leer, a dibujar penes en las puertas de los baños o mirar los sujetadores y las bragas de la cuerda de la vecina mientras tiende la ropa, pero que no se siente nunca a escribir un buen microrrelato.

Tiene que llegarle, dejar que le atrape, que le obligue a guardar una frase como borrador en el móvil o a mandarse un e-mail con la sinopsis a su correo electrónico porque está en el trabajo. Que lo escriba en la arena, en la lista de la compra si le pilla en el supermercado, en los cristales tomados del autobús que lo lleva a casa o en la piel de la mujer que se está follando en ese momento, pero que no piense en que tiene que escribir un buen microrrelato.

Porque si piensa, nunca lo hará.

 

II.- Brevedad pero...

¿Doscientas palabras? ¿Una página? ¿Una cuartilla? Parece que no nos ponemos de acuerdo sobre cuánto tiene que medir un microrrelato. Lo que sí que está claro es que debe ser breve. Sin embargo, la brevedad no está reñida con el hecho de que contengan una (o dos) historia(s).

Uno de mis microrrelatos favoritos más cortos es uno de Andrés Neuman. Son sólo siete palabras, incluido el título:

Novela de terror

Me desperté recién afeitado.

 

III.- La mazmorra

Bien, tienes la primera versión del microrrelato. La lees de nuevo y piensas: es cojonuda. Pues, perdona que te diga, chaval: Lo que acabas de escribir, seguramente, es poco más que una mierda. Así que, agarra a tu microrrelato de los pelos y llévalo a rastras a la mazmorra más profunda de tu ordenador. No te acuerdes de él. No vayas a visitarlo. Ignóralo. Ni siquiera lo alimentes con pan y agua. Que se pudra. Que llore. Que se lamente por su mala fortuna. Que piense que ese es el único destino posible en su vida.

Pasarán días, semanas, puede que, incluso, unos meses pero lo habrás conseguido: el microrrelato, por fin, habrá perdido su orgullo.

 

IV.- Harapos

Después de una temporada en la mazmorra, te darás cuenta de que el antaño orgulloso microrrelato ahora no es más que un mendigo famélico vestido con harapos.

Tienes que desnudarlo. Tienes que dejarlo en pelotas. Y quemar todos sus harapos. Quemar los adjetivos inútiles, las metáforas que no aportan nada, el exceso de pedantería que nos posee cuando nos sentimos estupendos. Que ardan, que ardan, que ardan todas las palabras que no sirven para nada.

Da un poco de pena desnudo, el pobre. Sí. Hasta sientes cómo tirita y le castañean los dientes. No lo olvides: escribir es un ejercicio de crueldad. Aunque lo haces por su bien. Ahora el microrrelato es mucho más dócil y maleable. Sabrá comportarse en sociedad y, sobre todo, callar cuando tiene que callar.

 

V.- Saber callar

No es algo nuevo. Piglia lo explica mejor que yo en su tesis sobre el cuento. Todos los relatos contienen dos historias: una visible en la superficie y otra oculta en las profundidades.

En los microrrelatos es mucho más complicado. Si apenas tienes espacio para escribir una historia, mucho menos lo tienes para tejer otra por debajo. Sin embargo, muchos lo consiguen.

El truco está en sugerir y saber callar a tiempo. Tienes que dejar que el lector construya, con las piezas que le has dado (la historia de la superficie), la segunda historia de la que habla Piglia.

Lo dejó escrito Chejov en sus cuadernos de notas. "Un hombre en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida". ¿Por qué? ¿Qué hay en casa tan terrible para volver con un millón y suicidarte? Parece fácil. Ya lo dice la canción. Tres cosas hay en la vida. Salud, dinero y amor. ¿Por qué te quitas la vida (salud), si tienes dinero?

Los buenos microrrelatos son de digestión difícil. Nos convierten a todos en rumiantes. Los leemos y después de terminarlos seguimos dándoles vueltas y vueltas.

 

VI.- La pedrada en la cabeza

—Eh, tú, marqués. Sí, tú, ven aquí, perdona un momento.

Te lo sabes de memoria. Te encuentras con un yonki en mitad de la calle y te viene a contar una película que no te interesa para nada. Pasas de largo. No le prestas atención.

Abres un libro, pinchas un link y llegas a un blog de microrrelatos. Empiezas a leer. Un inicio soso que no te engancha. La presentación del personaje o la descripción de un lugar. Te la pela. Saltas al segundo párrafo. Lo lees por encima. Más de lo mismo. A la mierda. Se acabó.

Los buenos microrrelatos son una pedrada en la cabeza. No te la esperas. Cuando de repente...

En el momento en que recibes la primera pedrada deja de importante lo demás. Sólo compruebas quién te la ha tirado y continúas leyendo. Alerta por si te tira otra. En el fondo, los lectores de microrrelatos somos un poco masoquistas y lo que queremos es recibir una pedrada tras otra.

 

VII.- Ya duchados

Los personajes de los microrrelatos salen de casa ya duchados. El lector no tiene tiempo para acompañarlos a su casa y esperar a que se levanten, se duchen, se vistan y mojen las galletas en el café con leche para desayunar. Tampoco le importa cuál es su color favorito, el barrio donde vive, si es de buena familia, están enganchados a algún programa de televisión y, a veces, casi ni su nombre.

El lector llega al microrrelato como un niño a un mercadillo de nómadas.

—Papa ¿y ese bicho qué es?

—Es el personaje de un microrrelato.

—Qué rollo, si no hace nada. No se mueve.

Pues eso.

 

VIII.-¿Microrrelatos o silogismos?

Según las teorías clásicas, la ficción se compone de tres elementos:

1.- Planteamiento.

2.- Nudo.

3.- Desenlace.

Los microrrelatos también. En principio.

Desatornillemos un microrrelato aparentemente clásico, pero genial: La oveja negra de Monterroso.

1.- Planteamiento: Había una vez una oveja. (1º.-Párrafo)

2.- Nudo: La fusilan. (2º.-Párrafo)

3.-Desenlace: Levantan una estatua en su honor (3º.- Párrafo)

¿Dónde está la genialidad? En el cuarto párrafo, en la explicación final: las ovejas negras posteriores las pasan por las armas, para que las generaciones futuras puedan construir nuevas estatuas.

Muchos microrrelatos de escritores primerizos utilizan la fórmula de planteamiento, nudo, desenlace, pero como si en lugar de un micro, escribieran un silogismo aristotélico: premisa mayor, premisa menor, ergo conclusión.

Por ejemplo, un hombre tiene novia (planteamiento), la novia le deja (nudo), el hombre se suicida (desenlace). Esta historia es previsible porque refleja una serie de acontecimientos totalmente lógicos.

Otro ejemplo, el esbozo de una historia de Chejov. Un hombre va al casino (planteamiento), gana mucho dinero (nudo), se suicida (desenlace). Como podéis ver se rompe la cadena lógica. No es normal que alguien que gane dinero se suicide, a menos que exista algún otro motivo oculto. Es ahí dónde está la esencia del microrrelato. En esa historia que no se cuenta y se insinúa.

Otra forma de evitar que los microrrelatos se conviertan en silogismos es eliminar uno de los tres elementos de la ficción. Otra vez Monterroso.

Un hombre despierta.

El dinosaurio todavía está ahí.

Bueno, ¿qué significa esto?¿Dónde está el planteamiento? ¿Qué ocurrió antes de que despertara? ¿Un sueño? Ahí de nuevo encontramos la historia oculta de la que habla Piglia.

También se puede eliminar el desenlace o esbozarlo para que el lector se quede pensando.

Como dice Neuman: Contar un cuento es saber guardar un secreto.

 

IX- ¿Una clasificación del microrrelato?

Según David Lagmanovich, en su artículo llamado Hacia una teoría del microrrelato hispanoamericano escrito en 1996, los microrrelatos pueden ser de tres tipos:

1.-Reescritura y parodia en los que se vuelve a contar historias ya escritas.

2.- Discurso sustituido en los que se juega con el lenguaje.

3.-Escritura emblemática en los que se propone una visión trascendente de la vida humana.

Quince años después, me temo que ha quedado como anécdota.

 

X.- Intercontextualidad

El microrrelato es ante todo brevedad. Una forma de dotar de brevedad a los textos es jugar con temas ya conocidos: El Quijote, Caperucita roja, Sherlock Holmes, Adán y Eva.

Si tomas un texto ya conocido y lo reescribes, se rompe la cadena lógica de planteamiento, nudo, desenlace y el microrrelato ya no corre peligro de convertirse en un silogismo.

Por ejemplo, Gloria Fernández Rozas habla en El desencuentro original (Por favor, sea breve, Editorial Páginas de Espuma) de la primera crisis de pareja que hubo entre Adán y Eva mientras trataban de dar nombres a las cosas.

Otro ejemplo, extraído del mismo: Franz Kafka de René Avilés Fabila. Frank Kafka, el autor de La metamorfosis, después de un intranquilo sueño...

Los dos últimos: Este Cuento Pop de Manu Espada o uno de mis micros titulado Un Fan donde juego con Sherlock Holmes y el doctor Watson.

No se trata de hacer trampas. No se trata de copiar descaradamente lo que otros han escrito, sino utilizar la cultura del lector de muleta o, parodiando a Perrault, no se trata más que de subir enanos sobre hombros de gigantes, para que desde ahí arriba puedan contemplar si los muy guarros tienen cera dentro de las orejas.

En resumen, intercontextualidad es el eufemismo intercontextualizado de la afirmación de Eugenio D´Ors de que todo lo que no es tradición es plagio o también una manera que Max Estrella y yo tenemos de ponernos estupendos.

 

XI- Tesis sobre Feurbach

Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, cuando, en realidad, la cuestión es tratar de reescribirlo.

 

y XII.-Definición

Empecé estos apuntes para aclarar mis ideas sobre los microrrelatos. Creo que después de todas estas entradas, ya puedo elaborar mi propia definición.

El microrrelato es un texto breve con ansia de narratividad.

Según la cuarta acepción del diccionario de la RAE, la ansia no es más que un anhelo, un deseo vehemente. En el fondo, lo que pretende el microrrelato es contar mucho con poco. El resto de notas que he ido indicando no son más que técnicas que ayudan a conseguir la narratividad, esa palabra que se esconde como un ratón de campo y cuya existencia, al parecer, ni siquiera reconoce la Real Academia de la Lengua.

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Patapalo
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Francamente interesantes estos apuntes. A priori, coincido casi totalmente con ellos, pero, al igual que un micro, merecen un tiempo de reflexión y una relectura. Gracias por compartirlos.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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LCS
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Muchas gracias por la publicación.

Mäs que de establecer verdades inmutables, de lo que se trata, sobre todo, es de debatir el tema. Podría salir algo interesante.

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