Aliens versus Predator

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta miniserie de ocho números con guión de Randy Stradley y trabajo artístico de Phil Norwood, Chris Warner, Karl Story, Robert Campanella y Pat Brosseau publicada originalmente por Dark Horse y recopilada en un único tomo por Titan Books. En España se publicó de la mano de Norma Editorial

Supongo que por la expectación que ha despertado el nuevo filme de Aliens vs. Predator, estos días he desempolvado esta obra que me regaló mi hermano hace ya bastante tiempo. Aunque el primer guiño entre las dos franquicias es algo anterior (según tengo entendido, en Depredador 2 salía una cabeza de alien en la sala de trofeos de estos particulares cazadores), creo que este cómic puede ser considerado como el primer cruce sólido entre ambos universos. No en vano, la miniserie se publicó entre 1989 y 1991 por Dark Horse.

 

El crossover es tan sólido, de hecho, que desde las primeras páginas se nos resuelve la pregunta que recoge el quid de la cuestión: ¿qué pasaría si los aliens y los depredadores se encontraran? Bueno, cabía imaginar que los segundos conseguirían salir del paso, y es interesante la vuelta de tuerca que se da al respecto: si tan divertida fue la primera cacería, ¿por qué no repetirla?

 

Los depredadores nos revelan, de este modo, que mantienen a una reina alien prisionera en su nave espacial para poder ir sembrando su progenie universo alante con el único objetivo de repetir la excitante experiencia en distintos escenarios. Desde luego, la diversidad biológica que presenta el alien en función del anfitrión dentro del cual se desarrolla (como veíamos en Alien3) hace que el juego gane en interés.

 

Una vez puesto el percal sobre la mesa, había que introducir el elemento humano. Por mucho que los depredadores y los aliens gusten, parece que al público le resulta más fácil emocionarse con las peripecias de gente de su propia especie. De este modo, tendiendo más a la ambientación de Alien que a la de Depredador, el escenario que se plantea es un mundo perteneciente a una corporación y colonizado por humanos. Con el planeta en cuestión, Randy Stradley -guionista de la serie y editor de Dark Horse- no se rompió mucho los cascos: es una especie de salvaje oeste ganadero donde la vacas se han cambiado por unos bichos que parecen rinocerontes y los caballos por motos aerodeslizadoras más propias de Star Wars que de las franquicias aquí conjugadas. El resto, botas y sombreros de cowboys incluidos, se mantiene como en cualquier western.

 

Hay que reconocer que, a pesar del simplismo de la trama, el personaje protagonista (la directora de la corporación en ese mundo de vaqueros) consigue adquirir la profundidad suficiente para que el cómic no se resienta. Los secundarios corren peor suerte, y poca empatía se siente cuando empieza la consabida escabechina.

 

Sobre ésta comentar que está resuelta correctamente, pero sin alardes memorables. El dibujo es correcto (a pesar del cambio de equipo constante durante la serie, que tampoco se nota excesivamente), y el acabado, tanto entintado como color, lo complementan al mismo nivel. El trazo es limpio y las composiciones propias de un cómic de acción. Los elementos del trasfondo se han resuelto correctamente pero sin buscar tampoco alardes ni señas propias. Así, el telón de fondo resulta más correcto que ambicioso. La aventura no consigue, a pesar de todo, ni la angustia tremenda que podíamos ver en Aliens, ni el dinamismo implacable de Depredador.

 

No obstante, no se puede decir que sea un cómic fallido. Dentro de las adaptaciones que se han hecho de estos personajes al mundo de la viñeta, ésta es bastante buena (con sus toques de filosofía samurai incluidos), y el producto final es lo que se pretendía: una historia entretenida con guiños a las creaciones cinematográficas para que los fans de las franquicias se entretuviesen entre película y película.

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