El discurso del rey

Una breve crítica a la película de Tom Hooper

Cuando vi anunciada esta película me pregunté qué es lo que iba a desarrollar el director en torno a la anécdota de un rey tartamudo. Para mi sorpresa, una vez vista me di cuenta de que la respuesta era “nada”, lo cual constituye el mayor punto fuerte y el mayor punto débil de esta obra: con ver el tráiler ya tienes todos los elementos de la película condensados en un par de minutos y, al mismo tiempo, aunque no se añade nada a estos, el filme tampoco resulta largo, sino muy entretenido.

Gran parte de este éxito reside en las interpretaciones de los protagonistas. Colin Firth, Helena Bonham Carter y Geoffrey Rush llenan la pantalla y arrastran al espectador sin perder su atención ni por un segundo. No importa que la trama sea conocida y/o esperada: asistimos con interés al proceso de superación del protagonista, a todos esos momentos incómodos (incluso angustiosos) que sabíamos que tendrían que llegar y a las inevitables discusiones y dudas.

Supongo que el elemento humano de la historia es muy importante, pues todos tenemos dificultades y no nos es ajeno el desafío de superarlas. Hablar en público, aunque no tengamos problemas de dicción, es una bastante común, y el personaje de Rush está pensado para conectar con el espectador moderno gracias a su mentalidad abierta y su carisma. Pero creo que más allá de esta simpatía El discurso del rey funciona por el modo en el que están tratados los personajes.

Sin duda, la recreación histórica tiene también su gancho. Por un lado, porque muchos sentimos curiosidad o fascinación por esos desquiciados entornos aristocráticos (como los retratados en la magnífica Gosford Park), y, por otro, porque es un momento clave, el de la Segunda Guerra Mundial, sobre el que se agradecen otras perspectivas. Yo, por lo menos, nunca había visto nada sobre los entresijos de la corte británica en aquella época.

A esto se suma una magnífica fotografía y una buena banda sonora, que terminan de redondear la película. Como resultado, tenemos un filme entretenido y muy agradable de ver. Al mismo tiempo, es probable que algunos espectadores se queden con ganas de más. La historia resulta paradójicamente breve y, en algún momento, se desearía que ese “nada” adicional se convirtiera en algo más, aunque fuera en una pequeña continuación. Es una sensación natural en una película tan centrada en una pequeña epopeya personal en medio de grandes acontecimientos mundiales.