Neonomicon

Imagen de Kaplan

Reseña de la miniserie de Alan Moore y Jacen Burrows publicada por Panini

 

Avatar Press es una editorial dedicada a sacar adelante aquellos trabajos de guionistas de prestigio (Garth Ennis, Warren Ellis...) que no tienen cabida en las grandes como Marvel o DC debido a sus contenidos inapropiados o su escaso tirón comercial. Que Alan Moore se decidiera a editar con Avatar una miniserie basada en el universo de los Mitos de Cthulhu (sin duda, uno de los temas favoritos del aficionado medio) se debería, aparte de su escasa querencia por las dos majors, a lo duro que iba a ser lo que contaría en ella.

The Courtyard, como se aclara en la introducción del volumen, no era más que un trabajo alimenticio para el guionista de Northampton. No obstante, se esmeró a la hora de construir un relato que comienza como un policiaco para acabar adentrándose en una atmósfera deudora plenamente de Lovecraft y compañía. The Courtyard funciona como terrorífica historia independiente, si bien es cierto que Moore aprovecha para dejar por aquí y por allá pequeños cabos sueltos para una hipotética continuación que no tardaría en llegar.

Así, Neonomicon, la segunda miniserie, comienza poco después de The Courtyard y resulta aún más interesante que esta puesto que dota a un relato que, de nuevo, remite de forma obvia a los Mitos, de un trascendental contenido sexual, un tema tabú en Lovecraft. El meollo de esta segunda parte es una desasosegante orgía de sexo y violencia que Moore utiliza con una clarividencia ejemplar, logrando algo inaudito: empatizar con los seres Primigenios. Lejos de resultar irreverente con la tradición literaria, este acercamiento ahonda aún más en lo escalofriante y se erige como una relectura muy inteligente de los relatos clásicos.

Tanto The Courtyard como Neonomicon, en esencia, mantienen los códigos narrativos y estructurales que caracterizan a los Mitos de Cthulhu (que haya personajes que se llamen Carcosa o grupos de rock bautizados como Los Gatos de Ulthar deben verse solo como guiños entre el guionista y el aficionado; las reminiscencias son mucho más profundas), pero Moore, que se muestra aquí como un perfecto conocedor del horror cósmico, los moderniza y amplía. De hecho, los protagonistas son conocedores del universo creado por Lovecraft y reconocen en muchos elementos de la trama detalles que leyeron en libros de juventud, si bien esto no les va a servir de demasiado, dado el fatalismo típico de estas historias.

En ambas miniseries, el dibujo corre a cargo de Jacen Burrows, un habitual de la editorial Avatar (Crossed, por ejemplo) que, con su estilo limpio y algo hierático dota a toda la historia de un tono aún más inquietante y resulta una elección ideal. Es curioso, asimismo, cómo Moore, conocido siempre por sus disposiciones de página de 3x3 viñetas, opte en The Courtyard por un esquema base de 2 viñetas verticales por página y en Neonomicon por cuatro horizontales que, en ambos casos, solo se romperán en momentos trascendentales del relato.

Que Alan Moore dé señales de vida en el mundo del cómic siempre es una buena noticia, ya que incluso trabajos alimenticios como este tienen una calidad muy superior a la media de las publicaciones actuales. Toda una exhibición de conocimiento del material en el que se basa, dominio del medio y reinvención de un tema tan trillado como los Mitos. Muy recomendable en general (la edición de Panini, sin extras de mención, tiene una perfecta encuadernación en tapa dura), pero fundamental para el aficionado al género.

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