El escondite de Grisha

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de Ismael Martínez Biurrun publicada por Salto de Página en su colección Púrpura

 

Hablar de El escondite de Grisha pasa, necesariamente, por sus personajes. Es curioso que en una obra donde podemos destacar la precisión y la madurez de la prosa, el estilo propio que el autor es capaz de imprimir a la narración, la originalidad de la trama, la fuerza de los escenarios y la precisión con la que los elementos presentados van convergiendo hacia el final, entre otras cosas, tengamos que claudicar y centrarnos, principalmente, en los personajes. Pero es que El escondite de Grisha es, en gran medida, estos.

Por supuesto, el propio Grisha, ese misterioso niño de origen ucraniano que ha traído su propio mundo imposible a Madrid y que sirve de eje para ese juego ambiguo de fantasía realista que tan bien sabe manejar Ismael Martínez Biurrun. Pero, en mayor medida, también Olmo, el narrador y el vehículo de la historia, el verdadero protagonista aun siendo en apariencia quien acompaña al primero.

La elección de la primera persona como modo narrativo es la primera clave, aunque hay que aclarar que no es una mera opción formal. El autor no se ha limitado a conjugar verbos de una determinada manera, sino que ha dejado que la naturaleza del personaje impregne toda la historia, que sus ojos den forma al escenario. Y no era una tarea sencilla, ya que Olmo no es solo un personaje peculiar, sino uno rico en matices. Es algo que queda claro desde el arranque, pero que se confirma con cada paso que da la historia. Descubrir a Olmo, lidiar con sus fantasmas, es una experiencia tan apasionante que te arrastra página tras página.

El resultado es una novela a quemarropa, que exige al lector una cercanía que es la que hace que se estremezca a lo largo de la trama. Y hablo de estremecerse porque estamos ante una historia melancólica, épica pero con claros tintes fatalistas, que emociona desde lo pequeño, que es como se construyen las cosas grandes.

La magnífica prosa de Biurrun seduce desde la primera página, con esa primera descripción que no es solo un alarde de oficio como escritor, sino una pieza clave del puzle que se va a desentrañar a lo largo de la novela. Un laberinto de pasiones color ceniza cimentado en personajes muy humanos, únicos. En definitiva, una obra muy recomendable. Por muchos motivos.

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