Rampage

Imagen de Destripacuentos

Monstruos gigantes, destrucción gratuita, helicópteros y chicas en apuros... ¿qué más se puede pedir?

 

 

Uno de los juegos que más huella me dejaron de cuantos circularon por nuestro Amiga 500 fue este título de 1986. Ya en nuestro ordenador venía en un mismo disco con otros dos improbables juegos (uno sobre un huevo de pascua saltarín y otro sobre entrenar equipos de fútbol, creo), lo que indicaba que era viejuno o un título muy modesto, por lo que la sorpresa fue doble.

Rampage es justo lo que parece: una oportunidad para abandonarse a una orgía de caos y destrucción. Si nos ponemos finos, es un homenaje a las películas de daikaijū (los monstruos gigantes que popularizaron los japoneses con sus películas), pero tampoco os esperéis que se desarrolle ningún tipo de tesis sesuda, sino todo lo contrario: tenemos a King Kong (bueno, a George, supongo que por una mezcla de cachondeo y quizás derechos de autor), a Godzilla (Lizzie, cruce con Nessie, el monstruo del Lago Ness, y claro homenaje a Godzilla) y a -tachán, tachán- un hombre lobo gigante: Ralph. Probablemente se podría haber encontrado un monstruo más adecuado para completar el reparto pero, qué demonios, esto es pulp de primera línea.

El objetivo era tan simplón como adictivo: destruir las distintas ciudades que te encontrabas por el camino (lo que iba sumando puntos) al tiempo que evitabas que los militares, con sus fusiles y sus helicópteros, te hicieran papilla (aunque, hay que reconocerlo, era más común lo contrario). Los controles, sencillos a más no poder, permitían trepar por los edificios e ir destruyéndolos a base de golpes. Detalles simpáticos y algo cómicos (como el poder comerte a los civiles y a los soldados para recuperar fuerzas o la posibilidad de electrocutarte con los tostadores que aparecían por doquier) daban dinamismo y aumentaban la diversión.

Así mismo, la rivalidad con los otros monstruos podía llegar a ser bestial, y este era uno de los grandes aciertos de un juego -reconozcámoslo- simplón a más no poder: podías llegar a jugar hasta a tres bandas. En una época donde era raro incluso encontrar la posibilidad de jugar a dos (hacía falta tener dos joysticks, por lo general, o que el juego fuera compatible con el ratón o el teclado) y no existía Internet para el común de los mortales, aquello era una maravilla. En casa éramos tres hermanos y, bueno, ahí estaban esos tres monstruos para dar rienda suelta a nuestros instintos destructores.

El Rampage era un juego limitado, eso salta a la vista. Pero era también endemoniadamente entretenido y tenía una estética muy conseguida en su estilo entre película de serie B e historia pulp de la vieja escuela. Por lo visto, en el 2011 se anunció una adaptación al cine (sí, había hasta un trasfondo de transformaciones mutantes que “justificaba” la presencia de esos monstruos gigantes), pero no caerá esa breva. O quizás sí, quien sabe...

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