Scarlet

Imagen de Kaplan

Reseña del cómic de Brian Michael Bendis y Alex Maleev publicado por Panini

 

1. Hay quien capta el sentir del momento y, desde ahí, crea una obra analítica y concluyente. Hay quien capta el sentir del momento y, desde ahí, crea una obra que solo habla de ese momento porque es incapaz de coger altura y situar el tema en perspectiva. Hay quien capta el sentir del momento y, sabedor de la polémica que suscita, plantea una obra que sabe a ciencia cierta que va a ser un éxito de ventas.

2. Analizábamos hace poco Caballero Luna, la última colaboración en Marvel del tándem formado por Brian Michael Bendis y Alex Maleev y afirmábamos que se trataba de una obra arriesgada y con fecha de caducidad por su propia naturaleza. Ambos se embarcaron, casi de forma paralela, en una nueva serie de creación propia para el sello Icon de la misma editorial. Scarlet, que así se llamó, abandonaba el ambiente superheroico que ha estado tratando estos últimos años Bendis para centrarse en una trama hija de su tiempo: el creador de Alias plantea la historia de una joven que, tras sufrir en sus carnes un exceso policial en forma de “tiro en la cabeza y asesinato de novio”, decide rebelarse contra el corrupto sistema establecido.

3. Conocemos el olfato de Bendis. Lo hemos visto tratar el thriller deudor de Seven en Sam & Twitch, exportar los dictados de Millar o Ellis al universo Marvel tradicional (Vengadores Oscuros) y sacarse de la manga un Spiderman afrolatino. De hecho, conocemos más su olfato que su calidad como guionista (que la tiene).

4. Si en un primer momento pudiéramos pensar que el referente de Bendis en Scarlet es V de Vendetta, lo cierto es que el de Cleveland siempre ha sido más Miller que Moore. Aquí también. El discurso adoptado por la protagonista de Scarlet no difiere demasiado del que Miller pone en boca de sus habituales personajes en vía de inmolación y que hoy en día se ha convertido en todo un zeitgeist. Tampoco es muy lejano al empleado en películas contemporáneas como Sentencia de Muerte, Un ciudadano ejemplar, La extraña que hay en ti o Red. Volvemos a los tiempos convulsos del vigilante urbano y de corrupción policial. Hace falta un nuevo orden que surge de la justicia impartida por el propio individuo, tiroteo purificador mediante.

5. Bendis se delata a lo largo de este primer tomo de Scarlet. No parece preocupado en mostrar la cadena de acontecimientos que convierten a la protagonista en mesías de un movimiento contestatario de corte 15-emero. Del trauma seminal a las masas encendidas sin solución de continuidad. Recién salidos como estamos de algo tan pensado y repensado como DMZ, nos choca mucho semejante falta de trasfondo argumental en una serie que quiere llamar la atención por su naturaleza polémica. Caíste, Bendis, eres un vendeburras.

6. Llega el momento de la subordinación adversativa: pero Scarlet es divertida. Y es que, en realidad, a Bendis todo lo anterior le importa más bien poco. Siempre ha sido un guionista más preocupado por los referentes y el continente que por el contenido en sí. Aquí también. Obsesionado con Miller, sí, pero también por The Wire, Aaron Sorkin o David Mamet, a Bendis le gusta jugar con el ritmo narrativo y sus experimentaciones con el medio más que a un tonto un lápiz. Es como si hubiese echado un ojo a su obra anterior y hubiese gritado con Christopher Walken “More cowbell!”. Con Scarlet, Bendis rompe la cuarta pared del derecho y del revés, las réplicas y contrarréplicas enganchan y se suceden sin pausa, los números se leen en un suspiro y Maleev realiza su mejor trabajo hasta la fecha. Acaba el tomo (los cinco números publicados) y el lector comprende que solo ha leído lo que generalmente sería el primer número de una colección. Pero Bendis va a lo suyo, que no es malo ni tampoco bueno. En este caso, más aún: aceptado el mito de que las series se leen mejor recopiladas en tomos, el siguiente paso es hacer creer que las series se leen mejor en tomos recopilados en bloques. Se toma o se deja.

 OcioZero · Condiciones de uso