La muerte llega a Pemberley

Imagen de Carrie

Reseña de la novela de P.D. James publicada por Bruguera

 

La apuesta de P.D. James para este título es tan ambiciosa como sugerente: retomar los personajes y los escenarios de Orgullo y prejuicio, la famosa obra de Jane Austen, para armar una trama de misterio, con cadáver incluido. Es innegable que los ambientes sociales que conseguía plasmar la autora resultan una tentación demasiado grande para resistirse introducir un elemento de intriga de este calado.

Al mismo tiempo, esta es un arma de doble filo. Jane Austen es una autora que marcó una época gracias, precisamente, a su habilidad para el retrato de personajes y, a través de ellos, de su época. Sus lienzos sobre la sociedad del XIX poseen un delicado equilibrio entre crítica, ensueño, anhelo y realismo que es muy difícil de imitar. Casi imposible, diría yo. Y ahí es el primer punto donde La muerte llega a Pemberley no termina de cuajar, ya que, si bien P.D. James no comete anacronismos patentes, sí se toma algunas libertades con los personajes y no llega a captar del todo la psicología de estos. O, quizás, a transmitirla.

Desde luego, es un punto discutible y en parte justificado dado que estamos ante una nueva novela. Sin embargo, deja la sensación de que era innecesario situar la trama en Pemberley y con el reparto elegido.

En cuanto al estilo, la novela es densa. Avanza morosa recreándose en los escenarios y esforzándose por refrescarnos la memoria sobre Orgullo y prejuicio, lo que no deja de ser peculiar en una historia que es un guiño anunciado a esta obra. P.D. James va armando la trama con paciencia y sin prisa alguna, lo que convierte a La muerte llega a Pemberley en una obra de inmersión, una carrera de fondo.

El resultado es una novela policíaca solvente en su estilo, pero en la que no terminan de cristalizar todas las virtudes que se le pretendían. Profesional y con patentes virtudes, pero no todo lo inspirada que, quizás por las expectativas, hubiéramos querido.

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