Conan Rey: La Ciudadela Escarlata

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Truman, Giorello y Villarrubia publicado por Planeta DeAgostini

 

Este Conan Rey: La Ciudadela Escarlata es una adaptación de la obra homónima escrita por Robert E. Howard, el creador de Conan. Es un cómic que entra dentro de esa línea de Dark Horse dedicada a recuperar al héroe bárbaro desde una perspectiva más adulta, algo que agradecemos muchos lectores y que le da un empaque particular, y un sabor más salvaje, al personaje. Conan habla de putas, suelta tacos, es socarrón y, a estas alturas de su vida, además, está de vuelta de todo... aunque le quede un fondo de nostalgia algo melancólica que el guión de Timothy Truman ha sabido captar con mucho acierto.

La narración transcurre en dos niveles paralelos: por un lado, tenemos a un Conan ya anciano, aunque igualmente magnífico, que se dedica a trasegar vino mientras aplaca el hastío del trono rememorando viejas historias. Por otro, al Conan de la madurez, ya rey, que ha sido hecho prisionero, excusa perfecta para volver a sus instintos guerreros y demostrar su buena forma física y su indómito carácter.

El retrato del personaje en estos dos niveles está particularmente conseguido, y se imbrica, además, con especial acierto dentro del trasfondo general de la Era Hiboria. Está claro que Truman conoce el terreno y está desarrollando una revisitación muy interesante del personaje.

Este conocimiento y respeto se alía con el tratamiento gráfico sobresaliente de Tomás Giorello (dibujo) y José Viallarrubia (color) —que cuentan, además, con el apoyo de las ilustraciones de otros artistas, recopiladas en la cuidada edición de Planeta DeAgostini—, que saben captar la esencia del personaje de un modo dinámico, no inmutable sino adaptada a las edades y situaciones diversas por las que pasa Conan. Su habilidad a la hora de presentarnos, además, el lado exótico del género de espada y brujería termina de redondear un cómic que hará las delicias de los aficionados: las ilustraciones de las batallas o de los engendros que habitan en las profundidades de la llamada Ciudadela Escarlata son sobresalientes.

La narración en sí es muy propia de Howard y tiene sus propios claro oscuros. Es única a la hora de sumergirnos en un mundo de aventura, acción y terror preternatural y, al mismo tiempo, tiene algunos tirones de ritmo que se hubieran podido subsanar en la adaptación (el final, por ejemplo, se acelera de mala manera, quizás porque al Conan narrador no le apetecía extenderse).

El resultado, en cualquier caso, es un magnífico volumen de espada y brujería. Conan Rey: La Ciudadela Escarlata es una de esas adaptaciones que llenarán a los fans del personaje y un buen modo de conocer una de sus épocas menos divulgadas.

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