La Dinastía de Kang y Asalto a la mansión

Imagen de Kaplan

Llegamos a la mejor etapa de Roger Stern en Los Vengadores

 

La última vez que hablamos de la reedición que Panini está haciendo de la etapa de Roger Stern en Los Vengadores dentro de su sello Marvel Gold, comentábamos cómo había adquirido por fin velocidad de crucero al adentrarse en sagas de gran calado y contar con John Buscema a los lápices. Este nivel no hizo más que mantenerse en los siguientes números, que llevaron a Los Vengadores a encontrarse una vez más con los skrulls y con el Todopoderoso antes de que Bendis decidiera convertirlo en un inhumano mutante (que ya son ganas de convertir) en su miniserie de los Illuminati.

Los siguientes tomos, La Dinastía de Kang y Asalto a la Mansión, son piezas capitales dentro de la etapa de Roger Stern en la colección. Si ya en los tomos anteriores advertíamos cómo la escala de los acontecimientos empezaba a aumentar, ahora el proceso está completo. En la primera encontramos una de las sagas más inolvidables de las dedicadas a Kang y que sirve de base fundamental para ese rizo rizado que fue Siempre Vengadores. Además, se incluyen dos anuales dibujados ni más ni menos que por Steve Ditko y guionizados por unos Steve Englehart y Danny Fingeroth que se adaptan a la perfección al estilo de Stern. Y si la saga de Kang fue grande, qué puede decirse de Asalto a la Mansión, formada quizás por los números más emblemáticos de Los Vengadores en toda la década de los ochenta.

De nuevo nos encontramos ante el germen de uno de los grandes títulos de la Marvel moderna, los Thunderbolts. El brutal ataque planeado por el Barón Zemo contra la Mansión de los Vengadores está llena de momentos inolvidables, como la tremenda paliza recibida por Hércules a manos de la Brigada de Demolición. En estos números se encierra todo lo que significó la estancia de Roger Stern en Los Vengadores: una revisión aumentada de los principios instaurados por Lee o Thomas, manejando los tiempos sin prisa ni pausa, mimando al máximo el tratamiento de personajes (en este caso se centra en Hércules, Jarvis o el insólito Doctor Druida, una de las incorporaciones más extrañas de toda la historia de la colección) de manera que nada chirríe y manteniendo el interés hasta el final mismo de la historia.

Como ocurría con los X-Men de Claremont, estos números de Los Vengadores eran inolvidables y encadenaban tramas estupendas sin parar. Es cierto que, durante los años duros de Bendis esto se olvidó en pos de diálogos rápidos y tomos en tapa dura, pero lo cierto es que, en los últimos años, esta tendencia parece estar remitiendo. Fraction, Gillen, Aaron, Remender y Hickman prefieren la densidad, la contención y el sosiego de Stern a la hora de desarrollar sus historias. Leyendo estos tomos escritos por Stern no se me ocurre mejor halago para todos ellos.


 

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