Las flores de la guerra

Imagen de ladiseccionadoradelibros

Reseña de la novela de Geling Yan publicada por Punto de lectura

 

A lo largo de seis semanas, Nanjing, antigua capital de la República China, se convirtió en escenario de una de las peores masacres contra la población civil de ese país. Durante la Segunda Guerra Chino-Japonesa, la ciudad fue ocupada por el ejército japonés, que cometió numerosas atrocidades, como violaciones, saqueos o ejecuciones indiscriminadas de prisioneros. Es posible que pocos conozcan este oscuro episodio, y más cuando todas las miradas estaban en Europa a consecuencia del avance de las tropas hitlerianas.

Curiosamente, han sido el cine y la literatura los encargados de darlos a conocer este conflicto para evitar que esas historias anónimas vuelvan a ser víctimas, esta vez del olvido o la ignorancia. Entre las novelas cabe destacar Las orquídeas rojas de Shangai (Juliette Morillot) y, por supuesto, Las flores de la guerra (Geling Yan).

Si bien ambas se contextualizan en el mismo período histórico y describen las atrocidades cometidas por el ejército japonés, así como la difícil supervivencia de sus protagonistas, Las flores de la guerra difiere significativamente de su homóloga occidental por narrarnos los acontecimientos desde la perspectiva más cercana.

El primer detalle que nos sorprende de Las flores de la guerra es su extensión. Al contrario que Las orquídeas rojas de Shangai, es una novela breve que centra toda la acción en único escenario durante la mayor parte de su desarrollo, la parroquia de Santa María Magdalena. En este lugar deberán convivir personajes que, a pesar de sus diferencias, se necesitan entre ellos, aunque no quieran reconocerlo.

De hecho, resulta muy significativo comprobar cómo, a pesar del conflicto que tiene lugar fuera de los muros de la parroquia, la jerarquía social previa a la guerra sigue vigente en su interior. La necesidad de mantener una apariencia de normalidad conlleva que se establezcan una serie de estratos, delimitando el terreno de cada uno. De ahí que las prostitutas ocupen el sótano, lo más bajo del edificio, mientras que las estudiantes residen en el desván.

Con ello, la parroquia de Santa María Magdalena acaba convirtiéndose en un mundo paralelo, donde Geling Yan nos describe la difícil convivencia entre las estudiantes y las prostitutas a través de sus contrastes. Al igual que un ramo compuesto por distintas flores, los matices de cada personaje les conceden un color y aroma característicos que consigue hacerlas resaltar sobre las demás, pero juntas crean un conjunto equilibrado ante los sentidos.

Por un lado, las estudiantes representan un capullo que todavía no ha florecido y es protegido ante su fragilidad. Sin embargo, este desconocimiento de la vida real ha retrasado su crecimiento en aspectos tan importantes como la solidaridad y su tallo está lleno de espinas formadas por la vanidad, la ira o la envidia.

Por otro, las prostitutas encabezada por Zhao Yumo que fueron arrancadas precipitadamente de sus tierras y se han marchitado de forma prematura. El maquillaje, las sedas de colores o los abalorios son adornos que les sirven para embellecer su cuerpo, ante la pobreza de un alma ya consumida, flores sin olor que sobreviven gracias a su belleza efímera.

No obstante, son pocas las ocasiones que la autora nos proporciona un encuentro entre ambos grupos y, cuando se producen, son efímeros por la violencia, física y verbal, que despliegan ambos. Es necesario esperar hasta casi el final de la novela para que se produzca una convivencia real, pero estos fragmentos son descritos de manera muy superficial.

A pesar de la riqueza léxica desplegada por Geling Yan, Las flores de la guerra no consigue un equilibrio narrativo a consecuencia de la ligereza en el tratamiento de la historia. El retrato de los personajes no termina de completarse y solo se nos proporcionan leves retazos de una personalidad mucho más compleja. Esto explicaría que la autora tuviese la necesidad de extenderse en Doukou justo en el epílogo del libro, pues son muchas las incógnitas respecto al pasado de estas mujeres que deja sin respuesta. También la presencia de flashbacks que, aunque consigue aportar algo de luz sobre su pasado, interrumpen la narración, por no disponer estos párrafos de forma separada permitiendo su distinción en el relato.

Sin embargo, Geling Yan consigue enderezar la novela con un final lleno de emotividad, en el que nos describe el mayor de los sacrificios por parte de sus personajes. Apenas unas hojas son suficientes para emocionar al lector, quien asiste impotente al último acto de humanidad posible en medio de tanto horror y desesperanza. Una magnífica lección de humildad que viene a demostrarnos la facilidad con la que juzgamos a las personas solo por sus apariencias.

Las flores de la guerra es un drama que, aunque correctamente narrado, carece de la profundidad suficiente para cautivar al lector. Si bien el final consigue emocionarnos ante el loable sacrificio humano que realizan sus personajes, resulta insuficiente para solventar las carencias previas. Al igual que algunas flores, tiene belleza pero su fragancia resulta efímera.

 

Titulo: Las flores de la guerra; 256 págs.

Autor: Geling Yan

Editorial: Punto de lectura

Año de publicación: 2012

ISBN: 9788466326742

 OcioZero · Condiciones de uso