Tros de Samotracia: Señora de las Dos Tierras

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de Talbot Mundy publicada por Panini

 

Tros de Samotracia: Señora de las Dos Tierras es la continuación directa de Reina Cleopatra, el último tomo que reseñamos de esta impresionante saga escrita por Talbot Mundy y que Panini Cómics ha recuperado en una edición de lo más sugerente y en tapa dura, a pesar de su asequible precio. En ella, el autor juega de nuevo al despiste: en contra de lo que pudiera parecer, no es la Señora de las Dos Tierras, es decir, Cleopatra, la protagonista de la historia, ni tampoco Tros de Samotracia, que a pesar de ser el anfitrión, queda relegado a un personaje secundario que apenas hace acto de presencia. No, aquí el protagonista indiscutido es un Julio César que termina su viaje iniciático por Egipto para volver a Roma con muchos proyectos en la cabeza.

Es un episodio histórico bien conocido por los amantes de la historia clásica y que ha suscitado numerosas obras, novelas incluidas, pero que aquí es tratado de un modo peculiar, y no precisamente por englobarse dentro del estilo de aventuras propio de la saga de Tros. No, Tros de Samotracia: Señora de las Dos Tierras no es propiamente una novela de aventuras pulp históricas aunque tenga sus momentos reservados para las carreras de cuádrigas y las batallas propias del género, o aunque nos cautive con viajes a las profundidades de templos sumidos en sombras, sino una novela intimista sobre los pensamientos e intenciones del famoso romano.

Julio César se convierte en el protagonista indiscutido del tomo y la cosa no carece de interés. Desde el arranque de la serie, lo hemos visto retratado como un mal bicho a través de los ojos del samotracio, pero también como un personaje lleno de recursos y fuerza vital. En este tomo lo contemplaremos bajo un nuevo prisma, en una encrucijada que Mundy sabe manejar con acierto: el conquistador se ve enfrentado a los enigmas y misterios de un imperio que ya era grande cuando Roma era una mera aldea. Y, bajo su sombra, ha de decidir cómo encarar su destino y su divinidad.

Mundy incide en la idea del destino y juega con conceptos esotéricos y filosóficos que si bien habíamos vislumbrado ya en otros pasajes de la saga, como en los encuentros con los druidas britanos, no se han mostrado tan abiertamente hasta ahora. Este camino mistérico, que no deja de ser nebuloso, se entremezcla bien con los intereses políticos de Cleopatra y César, lo que añade interés al desarrollo.

Así, aunque la novela rompe con toda la dinámica precedente tanto en enfoque como en reparto de personajes, no deja de ser un paso más dentro del particular imaginario creado por Talbot Mundy para este periodo histórico. Un episodio de transición cuyo mayor encanto reside en el modo en el que el autor nos da una nueva visión, aventurada en muchos aspectos, sobre unos cuantos personajes históricos bien conocidos.

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