Conan y La marca de la muerte
Reseña de Las crónicas de Conan 19, publicado por Planeta DeAgostini
De todos los volúmenes que hemos repasado de las aventuras de Conan el bárbaro, puede que este sea el más irregular de todos. Es la continuación de la particular continuidad creada por Bruce Jones, la cual, hay que reconocerlo, no es para tirar cohetes. El autor hace que el personaje deambule sin rumbo fijo por una Cimmeria que tiene poco que ver con la concebida por Robert E. Howard; bien al contrario, podría encajar como reino medieval fantástico de cualquier mitología al uso, pero en ella brillan por su ausencia todos los elementos de la obra original.
Tampoco se nos presenta un Conan muy creíble. Tanto en las aventuras escritas por Jones, como en las presentadas por otros guionistas, nos las vemos con un aventurero errante de buen corazón y exceso de curiosidad que no encaja con el personaje. Es más un caballero andante con pinta de bárbaro que otra cosa, lo que hace que la verosimilitud de las historias se tambalee, algo a lo que tampoco ayudan los cierres bruscos que se van repitiendo.
Las cotas de desastre llegan a un nivel absoluto con la historia firmada por Alan Zelenetz y dibujada por Richard Howell y Bob Camp —¿realmente eran necesarios dos dibujantes para un desatino como este? Supongo que Camp fue reclutado como apagafuegos...—, donde un guión hiperbólico y manido, que implica a un supuesto hijo de Conan y un particular sentido del humor de lo más anticlimático e inverosímil, encuentra su reflejo adecuado en unas ilustraciones que parecen caricaturas.
Mal, la cosa iba muy mal.
Por fortuna, tenemos a John Buscema a los lápices en el 80% del volumen, y a Ernie Chan de entintador, y en la recta final del mismo brillan como la esperanza que necesitábamos. Supongo que ignorando los desatinos de Bruce Jones, el dibujante nos brinda esos escenarios de la Era Hiboria que tanto nos hacen soñar y consigue que aceptemos barco. En concreto, los de La torre de Mitra son sobresalientes, con ese toque de siniestras aventuras que Howard cultivó con tanto acierto. Esto hace que, finalmente, el tomo se salve y resulte placentera su lectura, por su capacidad de sugerir.
Además, aun con el tema de los finales precipitados, hay unas cuantas ideas bastante potentes, aunque no lleguen a articularse adecuadamente, como las de La marca de la muerte que da título al volumen o La plaga de Forlek. Con algo más de rodaje con el personaje y el escenario, quizás Jones...
Cabe agradecer a Planeta DeAgostini que haya abordado con tanta profesionalidad la reedición de un tomo tan ingrato. A mí, como coleccionista del personaje, me ha dejado más que satisfecho y, si te lo terminas tomando con humor, hasta horrores como el de Alan Zelenetz tienen su gracia. Solo espero que no repita como guionista.
- Inicie sesión para enviar comentarios