El barco fuego

Imagen de Anne Bonny

Reseña de esta extraña obra de Christophe Gibelin y Dominique Héloret titulada en el original “Le bateau feu” y publicada por Glénat en Francia

Tras la lectura de “Le bateau feu” -mis disculpas por la traducción a bulto del título, pero me temo que no le pillo la sutilidad al mismo dentro de la historia- me ha quedado una sensación agridulce. Sin duda, se trata de un cómic muy profesional en muchos aspectos y de una apuesta interesante a nivel narrativo y creativo que, sin embargo, no ha terminado de cuajar conmigo.

 

Por un lado, su lectura es agradable y una muestra, una vez más, de la variedad que permite el mercado galo. Christophe Gibelin ha cruzado dos veces los Pirineos, con Tierras sombrías (publicada por Planeta DeAgostini) y con Las luces de Amalau (publicada por Norma editorial en tres tomos), al contrario que Dominique Héloret, desconocido en nuestro país, lo que me hace pensar en que es más la excepción que la regla. Desde luego, me quedo con la posibilidad de leer cómics que no terminen de cuajar que de no tener elección, y por eso “Le bateau feu” es, después de todo, una grata sorpresa.

 

Sin embargo, me digo que quizás se deba a este exceso de elección que “Le bateau feu” se haya quedado un poco a mitad, y eso es algo que me pena y me inquieta. Esta impresión de trabajo a medias me queda de dos elementos, uno visual y otro narrativo.

 

El trabajo de ilustración de Dominique Héloret en el primer tomo de la serie, que se compone de cuatro números, es muy personal y, sobre todo, se ve muy elaborado. Los personajes son muy expresivos y hay una gran riqueza en los trazos y los colores. Resulta algo abigarrado como estilo, pero sin duda presenta un acabado muy bueno, lo cual es uno de los ganchos que introducen al lector en la historia y en el escenario, a pesar de su extravagancia. Lamentablemente, este cuidado trabajo empieza a tambalearse en los números sucesivos hasta tal punto que en el último uno tiene que comprobar que se trata del mismo autor. Desde luego, sólo puedo hacerme cabalas sobre este cambio degenerativo, pero da la impresión de que se ha apresurado el cierre de la serie y se han forzado los plazos de entrega.

 

Apuntan en esta dirección otros elementos, como la inclusión de personajes en el último tomo que, en realidad, no tienen ninguna relevancia para la historia a pesar del papel principal que se les adjudica. ¿Cuál es su finalidad? Es difícil de decir, y no hay muchas pistas en el cómic. Ni aportan a la acción, ni resultan piezas clave. Algo similar pasa con los dos cazadores de reliquias que protagonizan gran parte de la trama, cuyo pasado se insinúa largamente, como si fueran personajes destinados a una larga vida, sin llegar a cuajarse o a revelarse en ningún momento, lo que deja cierta impresión de falta de justificación en sus motivaciones.

 

Hay que reconocer, no obstante, que a pesar de estos elementos de incompletitud que me han suscitado esta sensación, como decía, agridulce, la ejecución media del cómic es buena. Gráficamente se cumple el papel, si bien no tan brillantemente como cabría esperar después del primer tomo, y narrativamente también, aunque, nuevamente, el escenario da más de sí que la trama desarrollada.

 

Éste nos presenta una de estas siniestras historias de pescadores desaparecidos y profanaciones de tumbas como entrada (y que algo me recordaron a Hellboy) para después embarcarnos a una misteriosa isla poblada de demonios, almas en pena y unos siniestros monjes momificados en perpetua lucha por la liberación de las almas del lugar. Como se ve, el reparto es más que suficiente para entretejer una buena historia y seguramente por ello es más patente la sensación de que se ha desaprovechado un proyecto mayor.

 

Supongo que a ello se debe el regusto agridulce. Muy buenos elementos por un lado, algunas vías de agua por otro. Al final, como es normal, dependerá del lector considerarlo un buen barco, o más bien un naufragio.

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