Lucifer: Libro 3

Imagen de Kaplan

Prosigue la edición en tomos de ECC de la obra de Mike Carey

Menuda epifanía que estamos teniendo por aquí con Lucifer. Su comienzo timorato, afectado por los más evidentes gaimanismos de los cómics de fantasía, remontó al acabar el primer tomo recopilatorio. En el segundo, con Mike Carey muchísimo más suelto, asistíamos a la creación de, ejem, una nueva Creación y conocíamos la complicada aristocracia que regía el Infierno. Y en cuanto al tercero, para empezar, nos lo hemos leído como si fuera un cómic de Mark Millar. No porque tenga dos frases por página, sino porque la peripecia de Estrella del Alba nos tiene bien agarrados y no nos suelta.

Hablábamos en la reciente reseña de Spaceman que Azzarello había creado un cosmos interesantísimo para solo un puñado escaso de números. En Lucifer, Carey sí aprovecha todos los recursos que presenta, y lo hace a conciencia. En los dos libros anteriores, el guionista ha presentado una cantidad enorme de personajes y todos tienen una personalidad y unas motivaciones muy definidas. Las intrigas entre ellos son apasionantes y conforman una narración que fluye a varios niveles.

Así, en este tercer volumen comenzaremos con el ataque que los Basanos realizan a la nueva Creación de Lucifer para convertirse en sus nuevos dioses (lo único prohibido por el Ángel Caído) y que dejará a nuestro protagonista muy maltrecho. Tanto que recibirá la no muy deseable visita de uno de los personajes más carismáticos de Sandman. Mientras, Amenadiel hará su particular pacto con el diablo al conspirar con algún que otro aristócrata del Infierno para batirse en duelo desigual con Lucifer. Y por si fuera poco, Mazikeen acabará en los dominios de su sádico ex-marido siguiendo el rastro de Susano-O, así que será el momento preciso para solucionar alguna que otra antigua disputa conyugal que quedó pendiente.

Y así la colección llega a su ecuador, a lo Muhammad Ali, ligera pero arrolladora. Solemos desconfiar por experiencia de la segunda mitad de las series Vertigo porque acaban llegando a meta con la lengua fuera (lo vimos en DMZ, lo vimos en Y, el último hombre), pero en este caso el pálpito es muy diferente. Carey estaba a estas alturas en estado de gracia. In Lucifer we trust.

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