Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma

Imagen de Patapalo

Reseña de la obra de Fernando Lillo Redonet publicada por Evohé

Hay un modo de aproximarse a la historia que no centra su atención exclusivamente en las grandes fechas y las grandes batallas, sino que busca dar una perspectiva más cercana de los tiempos pasados. Dentro de esta óptica, hay obras que optan, incluso, por temas que dentro del gran abanico de la divulgación pueden resultar incluso algo peregrinos. Dentro de estas se podría encuadrar Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma, la obra de Fernando Lillo Redonet que ha publicado Ediciones Evohé en su colección Didaska.

En ella, el autor nos da una panorámica sobre cómo veían en la Grecia y Roma antiguas a los seres de ultratumba y a los hacedores de prodigios sobrenaturales. No es un libro sobre mitología, aunque en ocasiones toque comentarla por la impronta que dejaba en el imaginario colectivo, sino un recopilatorio comentado de testimonios y creencias —a veces directos, la mayor parte de las veces a través de versiones literarias— que nos permiten saber algo más de la mentalidad de aquellas gentes.

El libro no pretende ser exhaustivo ni es un tratado antropológico, pero consigue crear un mosaico rico y completo. A través de sus páginas vemos cómo se perpetraba un maleficio, qué poderes se adjudicaban a los magos, cuáles son los símbolos a través de los cuales se caracterizaba a una bruja, qué indicios indicaban que alguien estaba aquejado de licantropía, qué era una empusa o a qué se dedicaban los muertos vivientes o los aparecidos. La obra está salpicada de anécdotas y resulta muy gráfica, y permite descubrir curiosidades insospechadas. Además, por ella desfilan unos cuantos personajes históricos famosos, lo que añade un aliciente por ver cómo entronca todo esto con la Historia más oficial.

El tono en el que está escrito Fantasmas, brujas y magos de Grecia y Roma es entretenido y el libro se hace una lectura ligera. Sí que en momentos puntuales se tiene la sensación de cierta redundancia, quizás porque el autor incide en aspectos que pueden antojarse evidentes en las fuentes citadas, pero en general fluye con muy buen ritmo. Cabe señalar que Lillo no hace ninguna valoración sobre los hechos recogidos, sino que se limita a ponerlos en relación con el entorno y la tradición. En este sentido, el autor sacrifica su protagonismo, para bien y para mal, y deja la voz cantante al propio material compilado.

La edición de Evohé —yo disfruté de la versión digital— es muy agradable e incluye tanto ilustraciones de apoyo como muchas referencias a través de las cuales seguir indagando en el apasionante mundo de las creencias y las supersticiones en la Antigüedad. Desde luego, para los interesados en este tema, el libro es muy recomendable, y, a pesar de su brevedad, tiene enjundia. En definitiva, una apuesta original y bien armada.

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