Conversiones para un capellán exterminador

Imagen de Destripacuentos

Desechos, pegamento y cuchilla. ¿Para qué queremos más?

Tenía rondando por alguna caja, desde hacía tiempo —creo que proveniente de un pack de Ángeles Oscuros— unas piernas de exterminador con un par de brazos a juego y, claro, dado que no tenía todavía un capellán para la primera compañía de mis Hidras de Hierro, me tentaba la idea de hacer unas conversiones para adaptar unos torsos de marine medio.

Al final, el proyecto se fue postergando hasta que un día me encontré por eBay un torso de exterminador a buen precio y me hice con él. A partir de aquí, todo parecía más accesible, sobre todo porque mis hidras son muy eclécticas en cuanto a decoraciones, enseñas y tramoya varia: con que tenga cráneos y pergaminos me vale igual una jota que un bolero.

El primer paso fue buscar una cabeza en condiciones y la opción obvia fue rebuscar entre los restos de un escuadrón de esqueletos del Warhammer Fantasy. Las cabezas de los viejos, más grandes que las de los actuales de los Condes Vampiros, sirven bien como yelmos, al menos en cuanto a tamaño se refiere.

Sí que me di cuenta enseguida que iba a necesitar algo para simular la “corona” que rodea este yelmo en los exterminadores normales, pues si no el cráneo bailaba mucho en el interior de la miniatura, quedaba como hundido. Por fortuna, las hombreras estándar de los marines tienen el preciso diseño que me hacía falta.

Encajar la hombrera a modo de corona no fue una tarea limpia ni rápida, pero tampoco complicada. Hubo que tirar mucho de cuchilla para que encajara en el interior, puesto que son demasiado grandes, y también poner una buena capa de pegamento para que la calavera no quedase hundida en el interior de la servoarmadura —incluso metí unas virutas de plástico—. Luego, además, me di cuenta de hasta qué punto era mucho más inteligente poner primero el cráneo y luego la corona. En fin, método de prueba y error.

Primera versión, chapucera y torcida, de cómo iba a quedar la corona

Luego, claro, tocaba el tema del armamento. El brazo del bólter de asalto estaba adjudicado más allá de toda discusión, pero necesitaba, cómo no, un crozius en condiciones para que fuera un capellán en... condiciones, claro. Así que decidí mutilar una espada y darle como mástil al crozius la parte remachada de una lanza de un esqueleto. Solo había que cercenarla por el lugar adecuado.

En una primera fase, encasqueté una segunda calavera —que siempre va bien un cierto toque de barroquismo— al asta de la lanza. Esta provenía de un pack de Mantic Games, creo, y el problema consistía en la poca estabilidad final, algo que intenté suplir a base de broca haciendo un pequeño orificio en la base de la calavera para empalarla en condiciones y dar mayor solidez al conjunto. No fue nada complicado, pero todavía quedaba dar más empaque al crozius.

Se me ocurrió entonces revisar en la pila de estandartes que nunca utilizaré...


 

Y, bingo, me encontré con una decoración de las que pongo en las mochilas de mis sufridos oficiales que encajaba a la perfección con el toque crozius buscado. El único problema es que, aunque le puse algunos sellos de pureza para que quedara más mazacote, mi pobre capellán parecía estar haciendo equilibrios con un palo más que sosteniendo un arma poderosa y letal. El mástil, sin duda, era demasiado largo, al menos si lo quería rematar con aquello.

Sí, por mucho que añadiera complementos al personaje, el “arma” se erigía de un modo descontrolado.

Al final, la cosa pasó por cortar un poco —nada traumático— y terminar de poner algo de decoración extra. Creo que el resultado es bastante satisfactorio, sobre todo para el poco rato que me llevó montarlo todo a pesar de mi poca previsión a la hora de elegir los elementos a combinar.

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