Neverwhere

Imagen de Anne Bonny

Reseña de la adaptación a cómic de Mike Carey y Glenn Fabry de la obra de Neil Gaiman

Neverwhere es uno de los máximos exponentes de ese subgénero del fantástico tan en boga denominado fantasía urbana. La historia de Neil Gaiman nos presenta una Londres secreta superpuesta y por lo general inadvertida a la Londres mundana. Es un mundo paralelo en el que encontramos ecos del nuestro propio pero que no por ello resulta menos exótico. De hecho, su capacidad de sugerencia reside, precisamente, en cómo los detalles cotidianos se dislocan, como a través de un espejo trucado, para adquirir nuevas dimensiones.

Mike Carey, el encargado de adaptar la historia a guión de cómic para la línea Vertigo, hace las veces de conejo blanco y nos lleva con un ritmo trepidante a través de los recovecos de este universo escondido bajo el nuestro. No hay tiempo para las explicaciones: la trama se complica y avanza y, como le ocurre al propio protagonista, hemos de conformarnos con enfrentarnos a cada uno de los detalles e ir encajando las extravagantes piezas del rompecabezas hasta conseguir comprender la totalidad —aun parcial— del escenario. Es un modo muy inteligente de presentarnos Neverwhere —nombre combinado de las palabras nunca y donde o lugar—, ya que permite dejar en la penumbra más de lo que se muestra y, gracias a ello, estimular la imaginación del lector.

Es un enfoque que se adapta a la perfección, también, a la historia que se nos narra, una vertiginosa persecución contrarreloj en la que la última superviviente de una particular estirpe aristocrática de este mundo oculto busca venganza al mismo tiempo que intenta salvar el pellejo. No hay un momento de pausa, cada paso hace que la trama se precipite todavía más, que se acelere, y ninguno de los carismáticos personajes está ahí por azar. De este modo, cuando llegamos al cierre tenemos el aliento cortado y la impresión de haber asistido a un espectáculo particularmente bien orquestado.

Glenn Fabry, el encargado del apartado gráfico de la adaptación, consigue un buen equilibrio entre el detallismo necesario para perfilar bien el sugerente decorado y el dinamismo requerido para subrayar la naturaleza de la historia, donde el peligro y la tensión son protagonistas. Destaca el modo en el que mezcla elementos cotidianos y consabidos para darles un toque entre onírico extravagante, con los que forja esa identidad propia de Neverwhere que la aleja de otras fantasías con las que tiene cierto parentesco, como las superheroicas. Junto con el perfil de los personajes, son dos buenos ganchos con los que el lector se sumerge en la historia sin remedio.

El resultado es un cómic más que recomendable para quienes disfruten con este género: es fácil explicarse la buena salud de la fantasía urbana tras lecturas como Neverwhere.

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