El Puente del Diablo

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Reseña de la novela de Luis Guallar publicada por Tyrannosaurus Books

A veces, para demostrar la valía como autor, no hace falta complicarse la vida con grandes experimentos o perderse por senderos nunca transitados. A veces, digo, basta con elegir buenos mimbres y trenzarlos con oficio. Es algo que deja claro esta novela de Luis Guallar.

El Puente del Diablo es una narración de terror que retoma como antagonista, como tantas otras han hecho antes y harán después, al vampiro. No es, sin embargo, un vampiro estándar, sino uno que el autor ha sabido destilar a partir de distintas fuentes hasta obtener el que él quería y necesitaba. Algunos elementos nos resultarán muy canónicos, mientras que en otros encontraremos ecos de nuestro folclore ancestral. Tampoco faltan algunas pinceladas pop, quizás más propias del mundo del cine que del literario. Pero, en cualquier caso, se muestra como un monstruo sin fisuras, sólido, tan bien presentado que nos olvidamos rápidamente de su genealogía para disfrutar de una nueva historia.

Esta se enmarca en un pueblo como podríamos encontrar, seguramente, en casi cualquier provincia española. Aunque tiene algunos rasgos peculiares trazados con claridad, la identificación con otros que conozcamos es sencilla y, por lo tanto, ese sentimiento de cercanía del que hablaba M.R. James funciona a la perfección. En este sentido, el retrato de sus habitantes, que brinda especial atención a los protagonistas pero que deja espacio para los secundarios sin caer en el costumbrismo, es muy eficaz. También, uno de los elementos que nos hacen pensar en Stephen King y ese modo de hacer terror a la vuelta de la esquina que tanto predicamento ha tenido.

No obstante, El Puente del Diablo no se queda ahí. Hay un pulso propio que da vida a la novela, un modo de remover los ingredientes en la marmita que consigue estremecer por las texturas que adquiere el escenario. Aunque parezca que oscilamos entre un cuento de brujas particularmente siniestro, el terror cotidiano de va-a-destrozarle-un-monstruo-cuando-vuelva-del-súper y el survival horror, esto no es un mero collage bien engrasado. O, si lo es, esa grasa tiene algún ingrediente digno del sacamantecas.

Personalmente, he tenido la impresión de que Luis Guallar ha encontrado su voz propia y ha sabido abandonarse a ella. Me ha parecido que el juego de perspectivas que nos trae ha conseguido arrancar dimensiones nuevas a una vieja historia, algunas evidentes —un acierto dar la voz, por una vez, también a los lugareños—, otras algo más veladas pero no por ello menos interesantes. Los cambios de focos, en cualquier caso, no son en absoluto vanos, sino que permiten exprimir la tensión y sacudir al lector desde los ángulos que menos se espera.

Así, El Puente del Diablo es una novela muy recomendable para los amantes del terror lúdico que no desdeñan a los clásicos pero que quieran disfrutar con un tratamiento más fresco y personal. Una de vampiros, sí, pero no más de lo mismo.

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