Megazoria: Bélgica

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Trasfondo de la marca fronteriza entre galos y germanos

Establecida por los pueblos celtas del oeste cuando dominaban en el arte de la guerra a los pueblos germánicos, la marca belga es una confederación de reyes súbditos de sus vecinos occidentales, un pueblo orgulloso de su cometido como guardianes de la frontera que ha olvidado su propio origen.

Aspectos geográficos

Bélgica está compuesta por llanuras sinuosas en las que se alternan colinas con algunos bosques. La tierra es baja y se ve azotada por el Atlántico, el cual, aunque tempera el clima y le brinda mucha humedad, deja inviernos gélidos de los que las llanuras herbosas no protegen. No hay grandes cursos de agua a excepción del Río Sequana, que limita la región al oeste.

 

Fauna

Por las llanuras de los belgas transitan las últimas grandes manadas de herbívoros. Ahora que los glaciares remiten, las planicies de hierba no son las mismas, pero todavía albergan manadas de bóvidos, cérvidos, équidos primitivos y óvidos. Tras su pista, algunos homoterios y manadas de lobos acechan a los ejemplares más viejos, jóvenes o heridos. No constituyen las grandes masas de animales de tiempos pasados, pero siguen siendo de las más importantes en la zona.

Los uros o aurochs tienen un protagonismo particular dada su domesticación por parte de los belgas para sus carros de guerra. Los machos alcanzan una altura hasta la cruz de unos 180 cm, lo que, unido a sus poderosos cuernos, de unos 80 cm de longitud, y su sólido cráneo le dan un aspecto amenazador.

En las costas no es extraño avistar a las terribles serpientes de mar, aunque estas son más abundantes hacia el sur.

Habitantes

Los belgas, aunque se consideran celtas y están mezclados con ellos, son primordialmente de origen germánico. Esto es algo que se pone de manifiesto en su apariencia física, aunque visten al modo galo y dan particular importancia a abalorios como los torques.

Lengua: Gaélico, aunque germánica en algunas zonas

Escritura: Rúnica

Algunos nombres de ejemplo: De hombre, Budic, Brenno, Erbbin, Lucco o Vellocato. De mujer, Huctia, Helga, Keyne, Cunoarda o Eudaf.

 

Sociedad y gobierno

La marca se gobierna como una confederación de reyes independientes, cada uno de los cuales reina desde su poblado fortificado, por lo general situado sobre una colina. Estos poblados, que a veces cuentan con empalizadas de base pétrea, son centros sociales de comercio y artesanía, y cada uno puede llegar a sostener a un centenar de guerreros, que se hayan sometidos a los aristócratas. Cada rey compite por mejorar su prestigio y vive con la vista puesta en los posibles invasores germanos y sus vecinos, sobre los que desea destacar. Los belgas reciben a los emisarios galos con una mezcla de respeto y desconfianza, pues no terminan de sentirse integrados con ellos.

No existe un gobierno central propiamente dicho y algunas familias no verían con malos ojos una alianza con los pueblos orientales si no temieran que se desmandaran. Después de todo, los consideran bárbaros poco desarrollados, aunque comercien con ellos.

La sociedad es en general marcadamente patriarcal y los estamentos militares tienen particular importancia dentro de la misma.

 

Religión

No existe un culto organizado en Bélgica, pero es raro que los reyes no cuenten con adivinos o völvas en sus cortes. Junto con los escaldos y los bardos se ocupan de configurar un panteón de creencias en el que se mezclan nociones de los panteones celta y germánico con cultos animistas a la naturaleza, los cambios estacionales y los difuntos. Algunos lugares de culto donde se arrojan armas arruinadas de los enemigos o se exponen sus cabezas se pueden encontrar por todo el territorio. A los líderes de guerra se los entierra con sus carros, armas y uros.

 

Actividades económicas y lúdicas

Como marca de los pueblos galos, los reyes belgas reciben tributos de estos, que complementan con su propia agricultura, ganado ovino y bovino y algo de comercio con tribus de ambos lados de la marca. Periódicamente, enfrentamientos armados suministran botín y esclavos. Además, existe artesanía en todos los poblados, que pueden llegar a contar con un millar de familias.

En estos hay una vida cultural considerable, desde orfebrería y tallado de imágenes a banquetes en los que, en honor de los reyes y sus familias, se recuerdan gestas míticas regadas con abundante hidromiel y cerveza o vino de importación. En algunas zonas se ha intentado recuperar la ruta del ámbar, lo que atrae extranjeros, pero la piratería sigue suponiendo un grave problema.

 

En la guerra

Los belgas encuentran en la guerra su razón de ser. Son belicosos por naturaleza y por oficio, por lo que la mayoría de los hombres adultos han participado en alguna contienda. En estas, las piezas centrales son los carros de cuatro ruedas tirados por una pareja de uros. Estos vehículos blindados son plataformas muy eficaces para lanzar venablos y, al mismo tiempo, arietes capaces de desmantelar cualquier barrera de escudos. A los uros se los cubre con corazas de cuero y sus cuernos, al menos los de los más valiosos, se recubren con fundas de bronce. Algunos son montados en solitario, pero son animales que soportan mal el peso sobre sus espaldas y demasiado bravos. Para aprovechar estas monturas, lanzas y picas robustas son frecuentes entre los belgas.

Estas armas se complementan con el abanico clásico de la zona: espadas de doble filo, escudos de madera redondos o hexagonales, hachas, jabalinas, corazas de cuero reforzadas con discos de bronces, cascos con protectores nasales y carrilleras, etc.


 

En el mar

Los belgas viven de espaldas al mar. Más allá de algunos botes pesqueros y de algunos navíos de piratas que siguen el diseño de los botes largos germánicos, no hay una gran flota en sus costas. Los piratas extranjeros tampoco las frecuentan: hay territorios cercanos más interesantes para sus actividades e incursiones y menos peligrosos.

 

Posibilidades de aventura

Bélgica es un territorio que puede brindar muchas posibilidades a hombres decididos. Por un lado, cada poblado tendrá un equilibrio dinámico y dependiente de la guerra y de las gestas de los aristócratas. Gobernar no es sencillo y las relaciones fraternales entre herederos a veces se enrarecen hasta desembocar en accidentes de caza, duelos o cosas aún peores. Las cortes belgas no serán refinadas y sus palacios son poco más que salones de guerreros donde celebrar consejos y banquetes, pero las intrigas existen y son tan mortales y elaboradas como las de cualquier otro lugar.

Por otro lado, el equilibrio entre reyes tampoco es estable, y siempre hay quien considera que debe interferir en los asuntos de los vecinos. Los propios galos tienen interés en que ningún gobernante acumule demasiado poder: han de guardar la frontera, pero no sentirse tentados a volverse contra sus fundadores. Los embajadores son piezas claves en estos intercambios y trabajan codo con codo con espías de todo tipo, a veces sin ser conscientes de ello.

Obviamente, las aventuras derivadas de la guerra estarán al orden del día: las hordas germánicas siguen empujando hacia el oeste y algunas tribus ya han cruzado por estas tierras. Los ejércitos celtas ya no son superiores a los germánicos, y estos, gracias a sus caballos, pueden poner en aprietos a las guarniciones. Al mismo tiempo, los aristócratas belgas tienen que mostrarse capaces de cumplir su cometido si quieren seguir recibiendo tributos... o que quede quien se los brinde.

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