El fantasma que camina

Imagen de Anne Bonny

El fantasma que camina, el hombre que nunca muere. Desde la selva profunda se escucha el temido nombre del fantasma que camina, morador de la Cueva de la Calavera. Su misión, llevar la ley y el orden a los confines de la tierra.

También conocido como El enmascarado en nuestro país, El fantasma que camina es el primer superhéroe al uso del mundo del cómic. Fue creado en 1936 por Lee Falk y Ray Moore como tira dominical para el King Features Syndicate y bautizado como The Phantom (literalmente El Fantasma). Por supuesto, los puristas consideran que Superman fue el primer superhéroe de verdad, aunque vio la luz dos años después, porque, entre otras cosas, El fantasma que camina no tiene superpoderes. Si dejamos a un lado este interesante detalle, veremos que en el personaje no falta nada de la parafernalia que a día de hoy se ha vuelto tan habitual en las viñetas de todo el mundo.

 

Su uniforme no desentonaría con los de los supertipos actuales, a excepción, tal vez, del calzón exterior a rayas, no muy a la moda. La máscara, el antifaz que oculta incluso los ojos, y no sólo el rostro, y el traje ajustado han debido servir, sin duda, de inspiración para posteriores autores. Completando el atuendo, el fantasma que camina lleva un cinturón con la calavera -uno de sus símbolos, que rememora directamente las historias de piratas y corsarios-, dos pistolas en su versión contemporánea -que tampoco es un elemento tan extraño en estos días que corren- y el detalle estrella: un juego de anillos para marcar a sus amigos y a sus enemigos. El puñetazo implacable del héroe, en efecto, dejaba una calavera en el mentón marcando a los malos cual reses, un detalle original y, sin duda, chocante.

 

Los “complementos” del héroe sí que resultan más extraños frente a los superhéores contemporáneos, y dejan patente la época en la que fue creado. El fantasma que camina se hace acompañar de un lobo de las montañas -una especie de pastor alemán- llamado Diablo, y se vale de un caballo al que llama Héroe. Asimismo, tiene un misterioso refugio que los indígenas denominan con cierto temor reverencial la Cueva de la Calavera.

 

En este elemento tenemos de nuevo el sempiterno signo del cráneo que nos hace pensar a las historias de Stevenson y Salgari, y en realidad no vamos tan desencaminados. En un alarde de originalidad, el fantasma que camina tiene su origen en el siglo XVI, apogeo de la piratería, más concretamente en un naufragio que lleva a las costas de Asia -luego la localización cambiaría de nombre y ubicación a África- a un marinero. Éste, impactado por el suceso, jura luchar contra los delincuentes, y compromete con su voto también a sus descendientes.

 

Ésta es la explicación de que el origen del personaje se remonte tanto tiempo atrás sin romper la premisa ya comentada: el fantasma que camina no tiene poderes sobrehumanos, muchos menos una inmortalidad real. El truco está en que el cargo del fantasma, y su identidad, se heredan de padre a hijo en una infatigable lucha contra el mal.

 

Este sugerente elemento ha sido muy bien explotado por numerosos guionistas (Lee Falk falleció en 1999) a lo largo de las andanzas del personaje, tanto para dotarle de un aura especial que en ocasiones vale más que cualquier poder peregrino -pues sus enemigos le temen como si fuera realmente un fantasma invulnerable- como para crear historias paralelas, recuerdos de los antiguos “fantasmas” que en las distintas épocas del hombre se han batido contra los villanos de turno.

 

Otro elemento francamente original del personaje es la ambientación. Las aventuras del mismo suelen desarrollarse en la jungla -primero en un remedo de la India, “Bangalla”, y luego en el África negra-, de la que el fantasma que camina se erige en defensor misterioso e implacable. La propia presencia de los indígenas aviva las leyendas sobre la inmortalidad del personaje, y en ocasiones algunos de ellos se alían con el propio fantasma en sus cometidos.

 

Este es el marco general en el que ha merodeado este hombre enmascarado, un personaje intrigante y único en la historia del cómic, y que, además, y como su propia ficción, se perpetúa a lo largo de los años escondiendo bajo su máscara a innumerables guionistas y dibujantes. El año pasado, cumplía setenta años, y su tira sigue publicándose en varios países del mundo, amen de recopilatorios y cómics independientes de periódicos. Ha llegado, por supuesto, a numerosos países, y Suecia ha terminado por ser su Cueva de la Calavera, pues, tras la adquisición de los derechos de la obra, es allí donde se mantiene viva la llama de esta leyenda. El personaje también ha sido llevado a la pequeña y la gran pantalla con más pena que gloria, y ha visto la creación de otros productos paralelos.

 

Sin duda, un personaje que merece ser descubierto por los que no lo conocen todavía, y al que vale la pena dedicarle un poco de tiempo. Después de todo, aunque con la discreción que caracteriza a un aparecido, ha sentado muchas bases del cómic heroico moderno.

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