El peliagudo oficio de crear superhéroes

Imagen de Anne Bonny

Disquisición peregrina sobre lo difícil que es diseñar bien un superhéroe, aunque luego los hagan como churros

 

Viendo la cantidad de superhéroes sólo de los dos grandes titanes del género (Marvel y DC), se podría pensar que esto de inventarse supertipos es una cosa sencilla. Más aun cuando vivimos una época en la que, gracias al cine, todavía proliferan con más alegría en cosas paralelas (como la serie Heros, en la que igual nos dan una sorpresa, pero en la que se respira mucho Marvel).

 

Pero el caso, y creo que muchos me daréis la razón, es que esto de crear superhéroes no es sencillo. Bueno, en realidad lo que no es sencillo es crear bien superhéroes.

 

El superhéroe no es un personaje como el de cualquier otra historia. El propio hecho de tener superpoderes pone sobre el tapete un gran número de cuestiones que, si no se contestan correctamente, hacen que el invento desprenda un tufo inaguantable. Más que en cualquier otro campo, el superhéroe deber ser coherente –sino, imaginaros a un Todopoderoso con otro carácter; todo a su alrededor, es decir todo, tendría que cambiar-.

 

Quizá porque el aficionado a este tipo de cómics –o productos en general- es consciente de este importante particular, se convierte con el paso del tiempo en un quisquilloso de cuidado. En los Simpson hacían una parodia muy divertida del tema en la que aparecía la actriz de Xena dando explicaciones de la serie que protagonizaba a sus fans, y en realidad no iba muy desencaminada: a veces los lectores están más centrados y atentos que los propios guionistas de los cómics, y el que no se lo crea que se dé una vuelta por el foro y vea cuántas vueltas de tuerca es capaz de dar el populus a sus personajes preferidos.

 

Seguramente por ello, cuando se creó el juego de rol de Marvel héroes, los diseñadores se estrujaron un buen rato los sesos para tener un sólido capítulo de creación de personajes, y me permito nombrarlo porque funcionaba en gran medida; sobre todo en el tema de poderes. Sin duda, los jugadores luego tenían que poner su granito de arena para darles caracteres coherentes e interesantes, pero ya los poderes –que determinan en gran parte a los superhéroes- estaban muy bien estructurados. Quizá demasiado aleatorios, pero bien estructurados.

 

Particularmente me gustaba mucho aquello de los orígenes (mutante, humano alterado –como el Capitán América o Spiderman-, tipo con armadura u otro ingenio técnico, robot o alienígena –como, demonios, Thor, quién iba a decirlo-), porque ponía de manifiesto el circo que es en realidad el mundo de los superhéroes. Y es que a veces te paras a pensarlo en plan malvado y te puedes imaginar conversaciones de lo más ridículo entre el reparto (“¿Tú qué? ¿De otro planeta o con un gen mutante?”; “Nah, lo mío fue una araña radioactiva”).

 

Por eso, precisamente, es tan importante la labor de creación del guionista, porque para tener unos héroes que resulten gratos al público y, a la vez, consigan su complicidad para que no resulten ridículos, hay que hacer bien el trabajo. Y no es fácil.

 

Algunos se llevan las manos a la cabeza con el repaso que están dando a sus respectivos mundos tanto DC como Marvel, pero ¿es que quedaba otra opción? Hace ya unos diez años leí en un correo del lector de Vengadores –creo- que ni siquiera la propia Marvel tenía una relación de todos los superhéroes existentes, entendiendo como tales a los que habían aparecido en algún número de cualquiera de sus colecciones.

 

Al principio me pareció descabellado, pero luego te paras a pensarlo, vas viendo el número de líneas distintas, el número de guionistas distintos, y caes en la cuenta de que ninguna editorial tiene a un tipo recopilando personajes de sus publicaciones y te dices, claro, sólo les faltaba que tienen identidades secretas –expediente clasificado, como decían elegantemente los de G.I.Joe frente a la misma pregunta-.

 

¿Y el problema es esta marabunta de superhéroes pululando por su propio universo? –O por la media docena de universos paralelos principales-. En realidad no. O mejor dicho, no en sí.

 

Si cada guionista hubiera creado sus superhéroes de un modo coherente o, al menos, modesto –es decir, sin superpoderes descontrolados-, la cosa hubiera quedado en bromillas sobre las luces de mutantes localizadas por el profesor Xavier, y poco más. ¿Pero qué pasa cuando estos superhéroes están hechos siguiendo el capricho del guionista, a veces desmotivado, de turno? Pues el Caos, así, con mayúsculas.

 

Desde luego, el que casi no murieran (ahora ya hay que ponerlo en pasado) superhéroes, agravaba el problema. Por eso, creo yo, no nos vendrá mal este aligeramiento de plantilla. Veremos si el buen sentido se impone y, a parte de permitir la supervivencia de los personajes mejor creados, no vemos cómo vuelven a surgir como setas superhéroes peregrinos con poderes absurdos o mentalidades irrisorias.

 

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