Perramus: frente a V de vendetta

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Un artículo sobre estas dos grandes obras del cómic social

Durante la década de los ochenta se publicaron, de forma simultanea y en paralelo, las dos grandes epopeyas que ha dado el cómic sobre sociedades, más o menos fantásticas, férreamente oprimidas por élites gobernantes: Perramus y V de vendetta. Curiosamente, fueron creadas, respectivamente, en Gran Bretaña y Argentina, dos países entonces enconadamente enfrentados ante el episodio de Las Malvinas, por sendas duplas de autores contestatarios y contrarios a las ideas de sus respectivos gobernantes. Dando por sobradamente conocida la obra inglesa, será utilizada aquí como referencia para explicar la argentina, menos popular en este momento, y sin ningún ánimo de establecer una comparación competitiva entre ambas.

La obra británica fue confeccionada en principio para cumplir con un encargo de los responsables de la modesta revista Warrior, que no duró lo suficiente para que se completase la serie. Años después, el éxito de Alan Moore en los Estados Unidos propició que sus editores recuperasen este trabajo primerizo, permitiendo a David Lloyd no solo terminar de ilustrar el texto, sino también supervisar el coloreado posterior y pintar las diez portadas con las que la obra fue presentada en Norteamérica, adaptada a un formato más próximo al del cuadernillo estandarizado de superhéroes. Posteriormente, la saga de diez números fue recopilada en un tomo que se mantuvo en el mercado hasta que se consolidó internacionalmente como uno de los cómics más exitosos de todos los tiempos.

Perramus, por el contrario, apareció, nada menos, que en cuatro cabeceras internacionales de primera categoría durante su exitosa publicación, y gozó inmediatamente de un gran aprecio por parte de lectores, críticos y jurados de diversos certámenes, pero ocurrió que, tras su conclusión, durante los venticinco años siguientes, absolutamente ningún editor, sudamericano o español, tuvo a bien editar la obra completa de un modo accesible, con lo cual terminó por caer momentáneamente en el olvido.

Este año 2016, comienza con la noticia de que 001 Ediciones publica, finalmente, la obra completa en un magnífico tomo que no debería pasar desapercibido.

Por lo demás, ambas obras tienen mucho en común. Las dos llevan por título el apodo por el que se conoce a su protagonista, cuya auténtica identidad, más allá de haber escapado de un destino terrible, nunca es del todo aclarada para el lector. Las dos fueron estructuradas inicialmente en capítulos cortos, visualizados en dramático blanco y negro (el coloreado de V de vendetta fue añadido posteriormente, como se ha indicado; la intención original era darle un aire estético de fotocopia), conformando tres y cuatro actos como obras completas. Tanto uno como otro título sigue respetuosamente y engrandece la tradición literaria e historietística a la que pertenece. Las dos constituyen la primera obra de envergadura de sus redactores y, finalmente, el guionista de la una ha terminado por ser tan apreciado como el dibujante de la otra... o viceversa.

V de vendetta es una distopía. Bebe directamente de los clásicos del género anglosajones, como El talón de hierro o 1984. Los autores muestran racionalmente, explicando con pelos y señales, cada mecanismo de la sociedad que han imaginado. Es una obra autoreferencial, donde cada imagen está milimétricamente compuesta y, a falta de globos de pensamiento u onomatopeyas, hay constantes voces subjetivas que narran la motivación de cada personaje. Visualmente, cuenta con una planificación férrea y cerebral. Todos los actores del drama son humanizados, salvo el sentencioso y afectado protagonista, no muy diferente a los justicieros enmascarados solitarios de habilidades sobrehumanas, tan habituales en la historieta anglosajona, que resulta ser más importante como encarnación de sus ideas que como persona tangible. La obra puede ser leída por cualquiera, porque las citas con las que adorna sus parlamentos el protagonista son aclaradas en el propio cómic y los autores exponen, exactamente, cada idea de modo que no quede ni un solo cabo suelto, ni una sola reflexión posible más allá del análisis de las soluciones formales o de estar o no conforme con lo ofrecido. No es necesario ningún conocimiento externo, ni cabe más lectura que la propuesta por Moore y Lloyd.


 

Perramus, por el contrario, pertenece al género netamente hispano de la ficción «de dictadores», con precedentes tan ilustres como Tirano banderas, El señor presidente o El otoño del patriarca. Los autores se valen del esperpento, la distorsión y la fantasía realista como recursos para ofrecer sus ideas conformando un todo inasible y alegórico. Si V de Vendetta es un mecanismo de relojería, Perramus es un libro orgánico, que evoluciona con cada lectura, pues no se trata de una obra completamente cerrada sobre sí misma, sino alusiva, y necesita de la participación del lector, con su memoria y conclusiones.

En los primeros ochenta, Alberto Breccia ya era una figura mundialmente reconocida. Su principal aportación formal al cómic fue la de utilizar el blanco y negro, no como una limitación editorial, sino como una opción creativa a explorar plástica y artísticamente buscando efectos propios diferentes a los de la historieta a color. Breccia fue el dibujante de algunas de las mejores series de historias cortas de todos los tiempos, colaborando con grandes guionistas y adaptando textos ajenos. Mort Cinder, Un tal Danieri, Viajero de gris, Buscavidas, Sherlock Time o su visión de los mitos lovecraftianos ya eran entonces apreciados por aficionados y profesionales de todo el mundo, pero no tanto por el gran público. Buscando obtener un reconocimiento y una recompensa a la altura de su prestigio, El Viejo decidió crear una serie aventurera, accesible y entretenida. Para redactarla, en lugar de contar con uno de sus habituales colaboradores, se le ocurrió ofrecer el trabajo a su yerno, un joven titulado en letras y director de la revista argentina de historieta Fierro: Juan Sasturáin quien, hasta entonces, nunca había escrito ningún guion para cómic.

Contra todo tópico y pronóstico, suegro y yerno se entendieron perfectamente, creando un trabajo único en el que el viejo maestro ponía toda su sabiduría al servicio de las innovadoras ideas del entonces joven escritor.

Breccia siempre se había expresado en sus planchas más allá del dibujo funcional y servil. Sus atmósferas entroncaban directamente con las sugeridas por los grandes cuentistas sudamericanos universalmente reconocidos. En Perramus, por primera vez, el texto no solo le permite estilizar sus visiones, sino que, además, le empuja a hacerlo, dado que casi cada elemento visual tiene una función más amplia que la de servir como engranaje para que avance la trama y esta no es explicada con palabras.

Perramus - Breccia

Consciente de ello, el genio uruguayo-argentino se vale de una estética ambivalente, con aguadas y montajes que muestran todos los elementos perfectamente diferenciados, pero prácticamente nunca limitados ni contenidos por líneas; el juego de grises en equilibrio tiene tanto valor como las figuras y los rostros que compone. Al contrario que en otros trabajos del dibujante, más experimentales, la planificación aquí no es en absoluto enrevesada, porque la atención debe dirigirse al contenido. Los autores se valen del dominio de los recursos clásicos de la narrativa, de modo que el paso de una viñeta a otra es muy natural y orgánico, sin espectaculares rupturas de página, acciones paralelas ni otros recursos que Breccia había demostrado conocer y controlar mejor que cualquier otro en obras anteriores. Cada cuadro parece una foto de un viejo periódico arrugado que, en lugar de la realidad tangible, recogiese las noticias de un mundo fantasmagórico, recurso picassiano nunca antes visto en el mundo de la historieta. La obra no tiene lugar en un emplazamiento real concreto, como el tenebroso Londres propuesto por Moore o Lloyd, sino que su epicentro es una ciudad ficticia que se intuye como un Buenos Aires, no futuro sino pesadillesco, sus personajes no pretenden ser verosímiles, sino mezclas de realidad y ficción, ni sus tramas han de ser plausibles fuera del mundo de las ideas.

Perramus es, efectivamente, una obra aventurera, accesible y entretenida. Hay escenarios increíbles, persecuciones emocionantes, personajes extraordinarios, tramas de imaginación desbordante... pero también hay reflexión e ideas perfectamente integradas como parte de la acción. No se trata aquí de que los autores citen o plagien una u otra obra, sino de que las funden en ejercicios metalingüísticos, con un tono tan cercano al sainete absurdo aunque cargado de sentido como a la melancolía. Parten de hechos históricos, personajes reales y ficciones varias que van desde lo más popular a lo más elevado. Así, podemos ver una versión ficticia de Borges en un escenario similar al que sorprendió a Juan Salvo durante la nevada de El Eternauta explicando una conmoción en la realidad que llevará a sus compañeros de aventuras a rescatar a un futbolista idéntico a Maradona que se llama, precisamente, Sábato. Mientras, ante la indiferente mirada de un gato, un grupo de intelectuales discuten si deben adoptar como emblema la cucaracha de Kafka o el cuervo de Poe.

El mundo en el que se mueve Perramus se ha definido como una fantasmagoría repleta de referencias. Para guiarnos por él, contamos con un protagonista que es el polo opuesto del de la obra británica ideada por Moore y Lloyd. No se trata de un enmascarado, porque su rostro podría ser el de cualquiera, ni tiene un plan, ni es demasiado heroico. Tras huir dejando a sus compañeros en la estacada ante los matones de la dictadura de los mariscales que rige su mundo, entra en un burdel llamado El Aleph y escoge el olvido como forma de vida. Desde entonces, su nombre viene dado por la anodina marca de su gabardina. Perramus no es un tipo valiente, ni imponente físicamente. No tiene un plan trazado ni es un gran luchador. De hecho, el que termina por ser buen amigo suyo, Canalones, le tumba con facilidad de un solo puñetazo al poco de conocerle. Perramus podría ser cualquiera y no es nadie, su visión, sin identidad ni memoria, nos permite descubrir el mundo en el cual le ha tocado vivir mientras intenta comprender su entorno y, quizá, redimirse. Se trata de un típico personaje de la Escuela Argentina, un tipo normal en circunstancias extraordinarias que intenta ponerse a la altura. Para suplir sus carencias, los autores siguen la máxima de Oesterheld según la cual el heroísmo ha de ser grupal, y le rodean de eficaces secundarios capaces de aportar visiones místicas, ideales o de puro sentido común que puedan ayudarle a construir su visión del mundo.

Si la imagen icónica de V de Vendetta es, sin duda, la máscara de su heroico protagonista, la de Perramus, sin embargo, son los rostros cadavéricos de los mariscales, de aire sobrenatural y malvado.

Es, en definitiva, una obra cumbre del cómic en castellano. Si los hispanoparlantes apreciásemos tanto nuestros mejores cómics como nuestros amigos anglosajones, franceses y japoneses los suyos, hace tiempo que estaría en un pedestal como la gran historieta-río de Breccia, autor al que por derecho corresponde el mismo panteón mítico de los geniales Hergé, Tezuka o Eisner.

Su rescate del limbo editorial es un esperanzador primer paso.

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Patapalo
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Conozco el trabajo de Breccia tan solo por sus mitos de Cthulhu y he de decir que me encanta. Me apunto este "Perramus" sin dudar. Muy interesante el artículo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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