Walpurgis, el primer juego de rol de Saco de huesos
Os presentamos el juego de fantaterror de Víctor Conde
Cuando arrancamos con Saco de huesos hace ya siete años tuvimos muy claro que no nos íbamos a dedicar únicamente a la narrativa convencional. Es por ello que desde el primer momento creamos la colección Laberinto, dedicada a las propuestas más lúdicas, a pesar de que no teníamos ningún proyecto en la recámara.
Aunque desde el principio acariciamos la idea de publicar incluso juegos de mesa, de momento no hemos conseguido afrontar el desafío de abordar un proyecto que incluya componentes variados. Al trabajar en small press (tiradas muy pequeñas, de unas 100 unidades), las posibilidades se limitan a la vez que se disparan los presupuestos. Así, tardamos mucho tiempo en encontrar el primer proyecto viable para esta línea. Fue En la feria tenebrosa, un librojuego creado por autores de Nocte siguiendo una idea original de Miguel Puente, coordinados por Fernando Lafuente y con un sistema de juego diseñado por este junto a Pedro Escudero. Desde que viera la luz en el 2012 nos ha dado muchas alegrías, y además ha abierto camino a otros proyectos de gran calidad. En total, llevamos ya cinco librojuegos publicados.
No obstante, a mí me quedaba una pequeña espina clavada. Aunque los librojuegos no son narrativa convencional ya que se sale del esquema lineal, siguen siendo unos parientes muy cercanos de los relatos y las novelas, así que seguía soñando con la posibilidad de lanzarnos a algo más dispar, cada vez más tentado de arrancar, aunque fuera, con un juego de rol propio (varios conocidos me habían dicho que por qué no nos animábamos con Espejo Victoriano). Esta idea no me terminaba de convencer. Quería poder dar voz a algún proyecto ajeno que, al mismo tiempo, satisficiera mis perspectivas.
Y en eso llegó Walpurgis.
La propuesta de Víctor Conde me sedujo de inmediato. Se trata de un juego de rol breve, con su propia mecánica de juego (algo que, personalmente, me parece un gran valor añadido en cualquier juego: no soy amigo de los sistemas genéricos) y mucho sabor propio. No soy un gran experto en cine de terror, pues mis padres no nos dejaban ver películas del estilo cuando éramos pequeños y mi mujer no puede con ellas, lo cual, sumado a los cinco niños que rondan por casa, limita considerablemente los momentos que puedo consagrarles. Sin embargo, por generación y productos derivados, no me costó percibir el sabor de Walpurgis... y conectar con él.
Como devoto y creador dedicado a los llamados géneros populares, menores, pulp y/o peregrinos, el fantaterror me sedujo de inmediato. Cuanto más descubría sobre el mismo, más me decía que estaba en mi salsa. Para explicar los motivos por los que como editor me entusiasmó la idea podría esgrimir su importancia como lenguaje privilegiado para llegar al público de un modo visceral, su papel de eco de tradiciones ancestrales, el ingenio al que recurrieron sus creadores para suplir carencias materiales, al valor de confrontarse con un panorama cultural en el que el fantástico (entre otras cosas) no era (ni es) particularmente bienvenido o al homenaje necesario para un hito, muchas veces olvidado, en nuestro cine nacional. Sin embargo, serían medias verdades, porque aunque todo esto es cierto, no es el meollo del asunto. La realidad es que disfruto con el fantaterror. Sin más.
Me gusta su tramoya, la que pone los pelos de punta y esa en la que se adivina un tacto de cartón-piedra como el de la cueva del terror de mi infancia; y sus monstruos cuando están en el ambiente adecuado y también cuando quedan desubicados por exigencias del guión o algún patinazo argumental; sus héroes atormentados y también los que resultan algo histriónicos, sus combinaciones improbables y su voracidad creativa que lo mismo hace hueco a unos marcianos que permite convivir a unos gitanos en carromato con un baile de máscaras sesentero. El fantaterror es creatividad pura, desatada, seguramente porque estaba libre de las recetas obligadas para los filmes “de calado”: no es lo mismo rodar El Cid que La noche del terror ciego.
Desde mi particular punto de vista, Víctor Conde consigue en Walpurgis abrir un espacio que otros juegos habían abierto a otros géneros populares, como el Far West a las películas del Oeste o el Piratas!!! a las de caballeros de fortuna. Ambos dos tenían un deje que los acercaba más a los spaghetti wéstern y las películas de capa y espada coloridas que a obras más serias, algo que comparten con Walpurgis. No se trataba de hacer un juego de rol más de terror, sino uno que incitara a los jugadores a salirse de tiesto, a dar un giro al guión dentro de una estética y unas referencias comunes. Uno desenfadado, sin complejos, en el que desmadrarse y combinar escalofríos, risas y erotismo en las proporciones que más convengan a los jugadores. El juego de rol que hubiera disfrutado de crío en los '80, cuando miraba durante horas fascinado mi álbum de monstruos, porque si bien es muy interesante ser un serio investigador abocado a la locura en La llamada de Cthulhu, también hay un momento para encarnar a un hombre maldito en mitad de una plaga de zombis templarios.
Esta, creo, es su baza principal y su característica definitoria. En Walpurgis, la diversión y la imaginación mandan. Esa misma imaginación desbordante y diversión desbocada que todavía se puede encontrar en los filmes de fantaterror.
Si la propuesta os ha seducido también a vosotros, podéis apoyar el crowdfunding de Walpurgis en http://www.verkami.com/projects/15464-walpurgis-el-retrojuego-de-rol-de-fantaterror
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