La espada salvaje de Conan: Las hijas de Rahn

Imagen de Anne Bonny

Reseña del vigésimo segundo volumen de la reedición de Planeta DeAgostini

Este volumen, que contiene tres historias, arranca con la que le da título: Las hijas de Rahn. El guión de Bruce Jones es digno de la revista Creepy y resulta algo chocante utilizado dentro de las aventuras del bárbaro, pero en conjunto funciona bien: el cimerio, en territorio salvaje, se encuentra con una encantadora niña que crece a una velocidad extraordinaria y, demonios, termina siendo una mujer hermosa que, cómo no, termina en brazos de Conan (que no es de piedra). Su extraño origen se descubre, de un modo muy conveniente, con la aparición de un erudito y la cosa termina, entre sentimental y perturbadora, con un final que consigue una inesperada tensión. El trabajo gráfico de John Buscema y Ernie Chan está en la línea de siempre y permite entrar mejor en una historia que, vista en perspectiva, tiene algo raruno.

La espada salvaje de Conan 22 - Las hijas de Rahn - Bruce Jones - John Buscema - Ernie Chan - Roy ThomasComo segundo elemento encontramos Los colmillos de la serpiente, donde el dinámico (y algo psicodélico por momentos) grafismo de Gil Kane va a articular una historia de Michael Fleisher que encaja más con las precedentes del bárbaro, no solo por un guiño a algún cómic precedente, sino por el escenario de un misterioso oriente con ecos faraónicos en el que las conspiraciones de unos y otros llevaran al cimerio a las garras de un extraño hechicero. Aunque la cosa se acelera en algunos momentos, lo que deja cierta sensación de precipitación, y las visiones del futuro son algo peculiares, queda una historia más bien vistosa y efectiva.

Como cierre, El mar sin retorno es una historia más bien atípica. Se trata de una adaptación de Roy Thomas de un relato de Danette Couto que, a todas luces, no estaba pensado para el cimerio. Personalmente, encuentro interesante la trama de intrigas palaciegas, pero me da la sensación de que no termina de encajar con el personaje creado por Robert E. Howard o que, al menos, lo relega a un papel de comparsa que no le conviene en absoluto, como tampoco algunos episodios pseudocómicos en los que se ve obligado a participar. El apartado gráfico, que corre a cuenta de Ernie Colon y Ernie Chan, es también irregular, aunque la calidad media sea satisfactoria. Sin resultar mala, es una historia que no termina de quedar redonda.

Con esta selección, el volumen 22 de la Espada salvaje de Conan resulta entretenido de leer y variado, aunque no recoge ninguna de las aventuras más memorables del cimerio.

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