OZ entrevista a Artur Balder

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Hoy tenemos con nosotros a un importante exponente dentro de la literatura fantástica española, un escritor que siempre ha buscado ese hueco para el autor nacional dentro del género. Una pieza interesante, sin duda, para nuestro rompecabezas literario. Entrevista originalmente publicada el 14 de abril del 2007 

Hoy tenemos con nosotros a Artur Balder, el veterano autor de literatura fantástica que presenta estos días su novela Curdy y la cámara de los lores.

 

Nacido en Alicante en 1974, cursó estudios de música, composición y dirección de orquesta en los conservatorios de Valencia y Munich, y trabajó como redactor en el diario “Las Provincias”. Escribió crítica de música desde Alemania para prensa especializada española, como la revista Scherzo. Guionista y director de cortometrajes experimentales como “Al límite Dos Cero Cuatro” (2004) o “Muerte express” (2005), también ha expuesto pintura y fotografía en España. Se inicia en la literatura con una novela fantástica La Piedra del Monarca (2004), a la que siguieron El último querusco y Liberator Germaniae.

 

A pesar de no haber querido ser escritor, cuenta con unos cuántos títulos en su trayectoria. ¿Se ha reconciliado ya con aquellos escritores que le alejaron de la literatura o cree que todavía queda mucho que hacer en este sentido?

 

A veces exageramos precisamente para manifestar algo con más claridad: lo que quise decir es que Cervantes es un grandísimo escritor, pero considero un error que tengamos que leer El Quijote con once o doce años… Pienso que la lectura es un proceso orgánico, y lo primero es conseguir crear el lector, lo segundo orientarle. Para crear un lector lo mejor es conectar con sus gustos y preocupaciones estéticas, en lugar de imponérselas. La literatura fantástica tendría un gran éxito en las aulas, en lugar de clásicos que, al menos a mí, en aquel entonces, me sentaron como un tiro.

 

Curdy y la cámara de los lores” sigue en esta línea de escribir para el disfrute del joven lector, sin trampa ni cartón. ¿Qué elementos diría que aporta a su público en contraposición a otras obras?

 

Es mi novela más trepidante. Las novelas históricas son eso mismo, fragmentos de historia novelados, y las primeras aventuras de Curdy estuvieron más cerca del cuento (largo) que de la novela. Curdy y la cámara de los lores pretende en primer lugar ser una lectura ágil que avanza con fluidez una vez superada la introducción, y por otro lado trata de recurrir a valores más profundos, que podríamos calificar de universales, con los que no sólo atrapar el interés del lector sino también permitirle acceder a una cierta profundidad. Creo que a día de hoy la expresión literatura juvenil o fantástica, aplicada a este libro, es casi un convencionalismo editorial, creo que es un tipo de literatura capaz de llegar a un amplio sector del público adulto.

 

En la novela se retoma, si no me equivoco, algún personaje ya veterano en sus obras. ¿Cómo se afronta la construcción de un escenario propio?

 

Esto es lo más difícil de todo. Leo por ahí a veces comentarios de autores que afirman sin miedo ser autores de 20, 30 libros, pero que han publicado “solo” 7, o 10. Esto me resulta absolutamente incomprensible. Especialmente cuando son autores de género fantástico. ¿Por qué? Pues porque en este género es muy difícil tratar de ser original. Tratar de encontrar y de crear una dimensión individual en la que se desarrolle un mundo relativamente mágico. Lo que criticaría a la literatura fantástica contemporánea es precisamente lo poco original que es, recurriendo casi constantemente a los modelos de Tolkien, donde se trata de inventar “otra” Tierra Media con nombres fantásticos y lenguas inventadas, que suenan a extractos de El Silmarillón. Creo que una cosa es servirse de las raíces del folclore y de la riqueza mitológica de las culturas y de la historia para crear literatura fantástica, y otra muy diferente es calcar los modelos de construcción intelectual de autores cuyos mundos ya han triunfado.

 

En ese sentido era muy duro con todos los autores cuando tenía 17, 18 años, y después me influyó personalmente, hasta que fui muy duro con mi proceso de creación. Pero creo que fue la razón por la que llegué a crear un mundo más personal. Y me di cuenta de que ese mundo que me interesaba surgía de la interacción entre la realidad histórica y otra realidad que se yuxtaponía, el mundo de los alquimistas. Respecto a los personajes, es otra cuestión complicada, porque es necesario darles mayor profundidad. Curdy ahora es un joven de unos catorce años, muy complicado y rebelde; siempre me pareció que se trataba de una fusión paradójica entre Ralph y Jack Meadow, los antagonistas de El señor de las moscas, de William Holding.

 

Un autor tan crítico con los libros habrá quedado sorprendido, supongo, por la saga de Harry Potter, cuya magia, según se comenta, reside en que ha conseguido que lean los que ni leían ni pensaban hacerlo. A su parecer, ¿el embrujo responde al marketing o a algo más profundo?

 

No estoy de acuerdo: creo que la saga de Harry está muy bien realizada, no soy uno de sus críticos, soy uno de sus admiradores, y afortunadamente el mundo de Curdy es bien diferente de aquél de Harry. Pienso que su éxito está justificado, no sólo es debido al marketing, aunque, claro está, una sucesión de películas de alto presupuesto le da al lanzamiento de un libro una cobertura que no puede compararse a otros lanzamientos editoriales. A pesar de todo mis libros favoritos de la saga son los últimos, el momento en que J. K. Rowling escribe para todos los públicos: son novelas intensas con clímax bien estructurados, y pienso que cualquier lector que haya disfrutado de esos últimos tomos de la saga de Harry no se sentirá defraudado por la intensidad y fuerza en la que se desarrolla el mundo mágico de Curdy. Pienso que en este sentido el thriller se ha incorporado a la novela de género, y que ésta ha ganado.

 

Una de las cosas que llama la atención en relación a su libro es la página web. ¿Forma parte del proceso creativo de la obra o ya queda en otras manos?

 

La página web se llevó a cabo después de que la obra estuviese lista. La página web estéticamente está dominada por el tono visual que Alejandro Colucci le dio a la ilustración de portada -¡una ilustración propia de un genio!- y a su vez esa ilustración se hizo en base a un escenario que se repetía en varias partes del libro: las chimeneas con boca de león que pertenecen a cierta orden de alquimistas de origen merovingio. Todo ha sido un proceso laborioso, ha surgido del relato, y quienes entren en el libro se encontrarán con ese paisaje gótico de una Inglaterra antigua, propia de Los pilares de la tierra, una época en mi opinión idónea para salir a correr mundo en busca de aventuras.

 

Este tipo de iniciativa siempre me hace pensar en los cambios que Internet ha traído al mundo literario y narrativo en general. ¿Cuáles son, a su parecer, los más impactantes?

 

Pienso que en un principio internet es crucial para un autor desconocido, porque le da la oportunidad de darse a conocer, aunque de manera minoritaria. Si su libro tiene distribución, internet puede ayudar a llegar a un público especialista o un público algo alejado de los centros urbanos, por ejemplo. También es cierto que internet tiene sus trampas. No todo son amores a primera vista. También es el medio en el que algunos grupos tratan de practicar el proselitismo literario, y por ello también se dan procesos de boicot por parte de páginas web controladas por escritores, escritores-editores, y editores grandes y pequeños… Pero creo que esto es natural, sucede así en todas partes y no deja de ser parte del medio y del mundo en el que vivimos.

 

Como aficionado a las historias sombrías, me quedé encandilado con la historia del murciélago que le incitó, indirectamente, a escribir. De este modo, no puedo evitar preguntarle, ¿es suficiente, para ser escritor profesional, con transmitir ese peculiar escalofrío infantil o es necesario algo más?

 

La verdad es que la literatura no existiría sin esa intención primera, ese potencial que se encuentra oculto en la iniciativa creadora, que es misteriosa. Pero creo que para el profesional es necesario, por ejemplo, vocabulario, y cierta disciplina a la hora de dar forma a los párrafos, tratando de buscar cierto estilo. Es necesario leer antes de dedicarse a escribir, y tener muy claro qué es lo que se quiere y qué es lo que no se quiere. Sin embargo lo más importante siempre será sentir curiosidad por algo que no puede conocerse sino escribiendo. Sólo después, al releerlo, es posible ver lo que se buscaba, y eso en el caso de una historia con murciélagos es todavía más extraño…

 

Siempre se habla de la dificultad de abrirse paso en el mundo literario como escritor de fantasía. ¿Cree que si ésta se orienta al público infantil tiene más posibilidades?

 

Mi literatura fantástica no ha sido infantil. Tanto La Piedra del Monarca como Curdy y la cámara de los lores son literatura juvenil más bien para adultos, novelas fantásticas algo complejas, y en el caso de la Curdy y la cámara de los lores, ya hablamos de un thriller histórico-mágico, con algo de religión y mucha intriga… Pienso que efectivamente ese género es mucho más difícil de lanzar editorialmente que el género propiamente infantil, sobre todo porque en los últimos quince años hemos estado, salvo por unas pocas excepciones, dominados por todo lo que venía del mundo anglosajón.

 

Puedo contarle una anécdota. En el año 92, más o menos, el señor Francisco Porrua, entonces responsable del sello Minotauro, editor de toda la obra de Tolkien en castellano y todavía un sello independiente, me hizo ir a Barcelona porque le había gustado “medio libro” que le envié. (Fue mi segundo intento literario y después abandoné por diez años el empeño, desmoralizado y, como dirían los hobbits, ausente por asuntos particulares… hasta que a los 28 decidí escribir La Piedra del Monarca.) Le había gustado el manuscrito y sostuvimos una infructuosa conversación.

 

Aparte de sorprenderse de lo joven que era –cosa que me fastidió bastante, ¿qué tenía que ver una cosa con la otra?- me comentó que no podía publicarlo por la sencilla razón de que TODO lo que sacaban procedía de Inglaterra. Después de unas pocas frases más –yo ya tenía pocas ganas de seguir hablando- me ofreció elegir un libro de los que tenía, a montones, formando filas a su espalda, en las estanterías. Supongo que era su forma de parecer simpático con un “muchacho” como yo. Le respondí que no me interesaba ninguno de esos títulos. No dije nada más. Pero años después me di cuenta de que, sin quererlo, impremeditadamente, le di a entender muchas cosas con esa respuesta. Fui descortés, desde luego, pero hice lo que realmente quería hacer y le dejé claro, sin más diálogo, que la mayor parte de sus autores anglosajones me parecían bastante malos imitadores de Tolkien. Y sigo pensándolo.

 

La literatura infantil y juvenil es, a mi parecer, una de las que más responsabilidades acarrea, como, si me lo permite, su propio caso pone de manifiesto. ¿Cuáles cree que son las cualidades que toda novela destinada a un público joven debe cumplir?

 

Ni idea. Yo actúo por instinto. Pero… sí que es cierto que algunos personajes especialmente carismáticos tienen algo en común. Me han preguntado muy a menudo por qué a los autores nos gustan los personajes huérfanos, desvalidos, o rebeldes… y últimamente surge siempre la misma afirmación: todos esos personajes se parecen a Harry Potter. Pero me he dado cuenta de algo importantísimo… y resulta que Harry Potter en tal caso, no se parece, sino que tiene el mismo esquema familiar que… ¡Sigfrido! Sí, el Sigfrido de la saga nórdica, y el Sigfrido de los dramas de Wagner.

 

Efectivamente, tanto HP como Sigfrido viven en un “entorno familiar hostil”: HP vive con unos familiares que lo detestan, los Dursley, y Sigfrido vive con una enano detestable, Mime, que solo desea utilizarlo para sus propios fines. Ambos son huérfanos de padre y de madre y los dos progenitores murieron en circunstancias mítico-mágicas: James Potter fue muerto por Lord Voldemort y Lilit Potter murió protegiendo al bebé, HP. Pues bien: Siegmund, el padre de Sigfrido, fue muerto por Wotan, un mago viandante además de dios de la guerra, y su madre, Sieglinde, murió al dar a luz a Sigfrido, recurriendo a esa “magia de intercambio mortal” que pueden practicar sólo las mujeres con el amor de madre, para salvar al recién nacido. Es más, HP sigue exactamente el mismo modelo de Sigfrido, en el caso de Curdy hay diferencias, es el padre el que ha muerto en circunstancias mítico-mágicas, pero la madre continúa con vida, y no puedo decir nada más para no fastidiarle el libro a nadie. Pero a lo que iba… me he percatado de que esos críticos tan poco informados no se dan cuenta de que el público necesita los moldes de los cuentos ancestrales como Sigfrido: la gente no quiere saber nada de héroes afortunados, desea saber cómo se desenvuelven en el mundo los que tienen problemas, desde que la humanidad es humanidad estos personajes han contado con la simpatía del público y de los escritores.

 

Entonces… ¿quién ha copiado a quién? Por eso no se trata de que Curdy se parezca a Harry, o de que Harry sea “una copia” de Sigfrido, o de que el Sigfrido de los dramas de Wagner sea una copia del Sigfrido mitológico: lo que sucede es que la mitología está presente en el subconsciente de los pueblos, y eso no es casualidad, es parte de nuestra cultura. Pienso que la maestría de un autor no residirá en rehuir la cultura mitológica, sino en llegar a ser original a pesar de ser deudor de esa cultura. Creo que es el caso de Harry, y pienso que parte del éxito de Curdy hasta la fecha también se debería a ello.

 

Un poco en esta línea, me gustaría preguntarte por otro de los aspectos necesarios para crear hábitos lectores en los jóvenes. Los libros obligatorios en los colegios, ¿cree que responden a este deseo de fomentar la lectura? ¿Podrían enfocarse los programas de lectura en alguna dirección más efectiva?

 

La mayor parte de las ocasiones no. Pienso, como decía al principio, que lo fundamental es crear lectores, y después orientarlos. Es propio del lector avanzar hacia parcelas intelectuales diversas, de modo que lo más importantes es conseguir NO causar rechazo en el alumnado, sino atraerlo hacia lecturas que le interesan, que conectan con sus intereses. Los clásicos deberían esperar algún tiempo antes de atosigar a los jóvenes, o cuando menos aburrirlos. No tengo nada en contra de El sombrero de tres picos, es evidentemente una gran obra. Pero para mí fue un suplicio memorable; sin embargo, disfruté con El Hobbit y creo que aprendí muchísimo vocabulario y mi mente se disparó gracias a la curiosidad que producía el cautivador estilo de ese libro. ¿No es ese el objetivo de la docencia? ¿Lograr que aprendan?

 

Por supuesto, nos gustaría conocer a esos escritores que, finalmente, tuvieron la habilidad de impresionar a ese lector escéptico que fue en su infancia. ¿Cuáles serían éstos? ¿Se ha añadido alguno al grupo estos últimos años?

 

Aparte de El Hobbit, de Tolkien, inmediatamente a su lado llegó El guardián entre el centeno, de Salinger. Después me quedé impresionado con El señor de las moscas, de William Golding. Esos tres libros, ahora que lo veo en retrospectiva, fueron los causantes de todo este lío en el que me he metido. Luego fue Drácula de Bram Stoker. Después me volví ambicioso y yo mismo fui seleccionado a los autores clásicos que me interesaban: me gustó especialmente Goethe, las cartas tormentosas de Werther eran de mi gusto, especialmente cuando hacía frases quilométricas tan propias del estilo romántico alemán, el Urfaust, y la Divina Comedia, de Dante, donde leía entre el estupor, la incomprensión absoluta o la revelación mística. Schiller me pareció fabuloso, pero tanto él como Goethe fueron los culpables de que durante años escribiese con demasiadas comas, lo que va en contra de un estilo más lineal y directo.

 

Ya cerrando la entrevista, ¿qué nos podría comentar sus próximos proyectos?

 

Sin querer parecer demasiado antifilosófico o irresponsable, reconozco que vivo en el corto plazo. Casi nunca sé qué es lo que voy a hacer dentro de seis meses. Me gusta la indeterminación, porque cuando tengo la sensación de que mi vida está organizada, de que sé qué es lo que voy a hacer, esto me hace infeliz. Quizá es porque tengo un temperamento aventurero, y la aventura tiene una dosis de novedad y sorpresa sin la cual carece de sentido… Pero de momento estoy concentrado en la saga de Curdy: investigo, tomo notas, reviso las aventuras anteriores y las próximas, y eso me mantendrá ocupado por algún tiempo.

 

 

Muchas gracias por todo, Artur, y mucha suerte con ese errar aventurero. Esperemos que el viento le sea favorable. De momento seguiremos la pista de sus pasos a través de la página web de su último libro, http://www.curdy.es/ y, dentro de muy poco, a través de la suya propia, www.arturbalder.com.

 

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