La lección oscura

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Escuchad este relato, hijos de Slytherin, pues en él encontraréis un saber oculto que sólo los miembros de nuestra casa pueden entender en toda su magnitud. Únicamente los seguidores de Ravenclaw pueden intuir parte de la sabiduría que encierra la historia de Morgana le Fey, pues sus mentes permanecen despiertas a pesar de que sus espíritus son débiles.

Hace muchos siglos, cuando los magos todavía paseábamos por las tierras de los hombres y éramos objeto de admiración y no de desconfianza, nació una hechicera como ha habido pocas después. Vivía en las tierras de nuestros primos en Bretaña, y su habilidad con las pociones era tal que llamó la atención de nuestro antepasado Arcanius Slytherin.

 

Este gran hechicero tenía un sentido especial para percibir la magia en el interior de cualquier persona, y cuando empezó el entrenamiento de Morgana constató que, una vez más, no se había equivocado: la muchacha no sólo era una gran alquimista, sino que tenía también un sentido innato para la pronunciación de sortilegios.

 

En aquellos tiempos, Hogwarts todavía no había sido fundada, por lo que los maestros debían seleccionar las pruebas adecuadas para sus aprendices en el mundo real. Esto no era en realidad demasiado complicado, pues no sólo los dragones, los trols y demás criaturas eran más abundantes, sino que otras que ahora prácticamente son desconocidas o se han civilizado, infestaban los rincones de todo el mundo.

 

Uno de estos lugares, impregnado por la magia desde los tiempos primitivos, es bien conocido todavía, pues su fama ha sobrevivido al paso del tiempo. No es otro que el Pozo de Morbihan, donde se dice que habita una criatura cuyos aullidos, por sí solos, pueden hacer enloquecer al más valiente de los hombres.

 

En realidad, de la criatura sólo queda la voz; la explicación la encontraréis en este relato.

 

Morgana descendió a las profundidades del pozo alumbrándose con su varita. Los muros eran de una piedra negra como el carbón, de cuya superficie cubierta de musgo rezumaba un agua pestilente. Por el suelo encharcado aparecían dispersos restos de osamentas que, sin lugar a dudas, eran de origen humano. La criatura, El Habitante del Pozo, era un cruel depredador.

 

Lentamente, poniendo mucha atención en dónde pisaba, la joven hechicera se introdujo más y más en la guarida de la criatura. Observaba cuidadosamente su alrededor en busca de cualquier pista que pudiera revelar la naturaleza de su anfitrión, pues sabía que sólo así sería capaz de derrotarle.

 

Corría el rumor de que podía tratarse de un boggart que adoptase siempre la forma del ser aullante por ser ésta la que temían encontrar quiénes entraban en el pozo, pero Morgana desconfiaba. Era extraño que ningún otro terror se hubiera impuesto a ése. En su interior, temía que se tratase de un dementor errante, pues sabía que carecía de los recuerdos suficientemente positivos para convocar un Expecto Patronum con facilidad. Lo que encontró, sin embargo, era algo todavía más siniestro.

 

─¿Belisandra? ─Dudó un instante al ver la criatura en la que se había convertido la famosa hechicera.

 

Ésta, por el contrario, reaccionó de inmediato y, sonriendo malignamente, lanzó un sortilegio contra la aprendiz.

 

─¡Cruciatus!

 

Morgana, devorada por un dolor como jamás hubiera podido imaginar, se retorció por el suelo encharcado del pozo. Ante sus ojos llenos de lágrimas se desdibujaba la silueta de la que fue amiga de su abuela y la más poderosa hechicera de Bretaña. Su rostro, sin embargo, no era el mismo: había sido trasformado por alguna extraña brujería y ahora tenía el aspecto de una deforme máscara oscura. Morgana comprendió de inmediato el origen de la transformación.

 

─¡Has bebido sangre de tangano muerto! Has cometido la locura contra la que mi abuela te previno ─consiguió articular entre estertores.

 

─La pequeña Morgana ─replicó la bruja con una voz que ya no era humana, sino algo mucho más siniestro─. ¿Crees que el experimento ha sido un fracaso por estos hilos de sombra que me abrazan? Mira mi poder y sufre con él como todos harán antes de arrodillarse ante mí. Ninguna prisión podrá retenerme, pues la sangre de hada me permite ignorar la piedra, la carne, la sangre… soy la señora de todas las dimensiones.

 

La bruja estalló en una carcajada que recordaba el sonido de los huesos al quebrarse, y Morgana tuvo que asumir que se había vuelto totalmente loca. Su poder era enorme, pero su espíritu no había conseguido salvarse. Los hombres no deben beber sangre de hada ni de ninguno de sus súbditos...

 

Entonces, ignorando a la muchacha, Belisandra se dirigió hacia la salida del pozo murmurando frases incoherentes sobre las cadenas de su encierro. Al oírla, Morgana supo que nada podrían hacer para detenerla en cuanto estuviera en la superficie. De algún modo, su visita la había liberado y ahora el mundo pagaría su error. Conteniendo las lágrimas, apretando los dientes con desesperación, recurrió al único hechizo que podía solucionar aquella situación. Llorando, maldiciéndose a sí misma, pronunció las palabras que otros quisieron olvidar.

 

─¡Avada Kedavra!

 

Un haz de luz verdosa salió de la punta de su varita e impactó a la criatura en la espalda. Con un inhumano alarido, que todavía resuena en las paredes de la caverna, desapareció para no volver.

 

Arcanius Slytherin esperó pacientemente a la entrada del pozo a que su pupila volviese. Cuando la vio aparecer, pálida y agotada, con los ojos enrojecidos por el llanto, sonrió complacido. En pársel, la única lengua digna para lo que tenía que decir, sentenció:

 

─Ahora has comprendido por qué es necesario el conocimiento de las artes oscuras, y por qué deben atesorarlo aquéllos que son fuertes.

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Hambleto
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Este ya lo había leído en el foro extinto de H.P. jeje. A propósito que he intentado recuperar mi único relato de H.P.

En fin, ¡saludos!

"El mundo se ha desquiciado, ¡vaya faena, haber nacido yo para remediarlo!"

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