OZ entrevista a Raúl Tristán

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Hoy tenemos con nosotros a este autor aragonés que acaba de publicar nada menos que dos novelas, “El crimen de nochebuena” y “¡Hasta siempre, camaradas!”

Raúl Tristán, miembro de la Asociación Aragonesa de Escritores, redactor y columnista en diversos medios de comunicación (como Diario Siglo XXI, Periodista Digital, Diario Liberal, España Liberal, Generación XXI, Qué!, Diario Crítico y El Pollo Urbano entre otros) es un autor de raíces riojanas, aunque zaragozano de adopción, que acaba de publicar dos novelas: ¡Hasta siempre, camaradas! con Mira Editores y El crimen de Nochebuena con UnaLuna Ediciones.

 

Este escritor polifacético y con formación en disciplinas tan distintas como la Psicología Clínica, las Ciencias Ambientales o el Derecho, está hoy con nosotros para hablarnos de esta experiencia, prestándose a ser una de las piezas del puzle literario que, poco a poco, vamos construyendo en la sección.

 

Autor de cuatro novelas, recientemente dos de ellas han sido publicadas. ¿Un golpe de suerte, el resultado de un trabajo paciente o una combinación de ambas cosas?

 

El oficio de escritor exige un trabajo continuo. No sólo se trata de escribir, sino de lograr la publicación de lo escrito, y esto segundo, cuando empiezas, es muy complicado.

 

Por eso no puedes dejar nada al azar, y menos aún confiar en que la suerte te sonreirá algún día. Nadie va a llamar a tu puerta, a no ser que seas un genio. Eres tú el que todos los días, desde el punto de la mañana hasta que te acuestas por la noche, debes estar llamando a todas las puertas existentes, aun a costa de parecer un pesado.

 

No rendirse jamás, paciencia, como dices. Y vender el producto, pues al final no se trata sino de eso: el libro como objeto susceptible de realizar sobre él el marketing que esté al alcance de tu mano.

 

La primera de estas novelas, “¡Hasta siempre, camaradas!”, se enmarca dentro de un género que, según dicen, está en alza: la novela histórica. ¿Qué dirías que aporta dentro de este ámbito?

 

A mí particularmente no me gusta demasiado llamar a este género “novela histórica”, prefiero la acepción “ficción histórica” para recalcar que, aunque muchos hechos, datos y personajes puedan ser reales, lo que el autor elabora no deja de ser una ficción literaria.

 

No quiero confundir a los lectores, pues entre ellos los hay que, leyendo este tipo de novelas, creen encontrarse delante de un libro de Historia. Y nada más lejos de la realidad. Sin embargo sí que sigo la línea de pensamiento que cree que un escritor debe ser libre para “jugar” con la Historia cuando se trata de hacer “ficción histórica”. No es un pecado, no constituye ninguna herejía, ni contra la Literatura ni contra la Historia.

 

“¡Hasta siempre, camaradas!” viene, por un lado, a sumarse a la corriente actual de reivindicación de la “memoria histórica”, que no del “revisionismo”, pues son a mi modo de entender concepciones muy diferentes de abordar una misma cuestión.

 

Por otro, tiene la valentía de presentar al lector unos protagonistas que son dos jóvenes homosexuales, lo que no suele ser muy habitual, de hecho no creo que haya muchas novelas con esa característica, y además tratando ese tema con absoluta normalidad. También destaca el hecho de centrar el desarrollo de los acontecimientos en un pequeño pueblo de los Pirineos, Lafortunada, certificando mi idea de que las grandes historias no tienen por qué escribirse en las ciudades.

 

Y, por último, reivindica el recuerdo de un episodio trágico vivido en Aragón durante la Guerra Civil: la bolsa de Bielsa.

 

El crimen de Nochebuena”, por el contrario, pertenecería al género negro o policiaco. ¿En cuál de los dos te sientes más cómodo? ¿Qué dificultades entraña cada uno?

 

Cuando comencé a escribir me di cuenta de que, si te gusta lo que haces, te apetece probar todos los géneros. Así, he escrito una extensa novela, con glosario, planos, ilustraciones, llamada “La Tierra de Waren” que pertenece a lo que podríamos definir como épica fantástica; dos novelas que forman parte de una serie del género negro “El crimen de Nochebuena” y “Las nueve lunas de Belcebú”; y una de ficción histórica que es “¡Hasta siempre, camaradas!”. Ahora buceo por los mares de la biografía novelada, las colaboraciones en libros diversos, medios de comunicación y tengo escritos varios relatos de misterio/suspense…

 

Lo importante es trabajar a gusto, no aburrirte. Aunque, si he de serte sincero, todo lo que signifique basarse en la Historia implica un gran esfuerzo investigador, y por eso me resulta más árido: hay menos trabajo literario e imaginativo y más trabajo de campo y de archivo.

 

El crimen de nochebuena”, además, inaugura una serie que ya cuenta con una segunda novela: “Las nueve lunas de Belcebú”. ¿Cómo se afronta la creación de una saga? ¿Qué nos podrías comentar sobre esta experiencia?

 

Desde un principio tuve claro que en Zaragoza, en Aragón, había nicho para la creación de un detective propio, que marcara un antes y un después dentro de la novela policíaca. Era un objetivo ambicioso el crear de la nada al atípico detective Bruno Galván y darle una continuidad en el tiempo, pero tuve una gran ayuda: la gran cantidad de novelas que había leído de Jean Ray, con su Harry Dickson. Unas novelas cortas, sencillas de leer, con un misterio que resolver, que enganchan desde el primer momento y que impiden soltar el libro sin haber acabado su lectura. Y eso es lo que he pretendido emular. Espero haberlo conseguido.

 

Por supuesto, para iniciar una saga debía tener al menos dos novelas, por eso escribí la segunda al hilo de la primera. Hay que pensar que el personaje tiene que tener ciertas características definitorias, sobre todo desde el punto de vista psicológico, que se mantengan a lo largo de la serie, por lo que es fundamental marcarlas desde el comienzo y dárselas a conocer a los lectores.

 

Estas tres novelas se enmarcan en un territorio muy concreto, Aragón. ¿Se debe a un deseo reivindicativo, te sientes más cómodo en un escenario conocido o son simples exigencias del guión?

 

Aragón me ha acogido como hijo adoptivo, ya que de nacimiento soy riojano, y de este modo he querido devolverle a esta tierra su hospitalidad, haciendo lo que mejor sé hacer, que es escribir, y regalándole un detective, una serie, algunas novelas…

 

Ahora, tras pagar esa “deuda moral”, me siento libre de cargas emocionales para abrir más el abanico de mis posibilidades.

 

Y no, no ha habido exigencias del guión, nadie que no sea yo mismo me ha marcado unos límites o condicionantes. Respecto a la comodidad, creo que me siento cómodo en cualquier tipo de escenario, al final todo se articula dentro de tu cabeza...

 

No obstante estos trabajos, no te cierras a ambientaciones menos realistas, sino que también has hecho tus incursiones en el género fantástico, como prueba tu novela “La tierra de Waren”. ¿Qué nos podrías comentar sobre este título?

 

Es lo que comentábamos. En “La tierra de Waren” todos los escenarios son irreales, épica fantástica en estado puro. Puede considerarse una aventura clásica en este género, la del recorrido por el viaje del héroe, con sus sucesivas etapas: el mundo ordinario, la llamada de la aventura, el rechazo de la llamada, el encuentro con un mentor, los umbrales y pruebas, los aliados y enemigos… También nos encontramos con los arquetipos imprescindibles en este tipo de novelas: por supuesto el héroe, pero también el mentor, el guardián del umbral, el heraldo, la sombra…

 

Es una novela densa, extensa, con gran variedad de personajes y escenarios, por lo que se hace necesario acompañarse de la guía de planos, mapas, dibujos, de un diccionario o glosario…

 

Eso sí: es más épica que fantástica, y con ello quiero decir que la fantasía se aproxima a una posible realidad. Un mundo que no existe, pero que bien podría haber existido.

 

Curiosamente, cuando se trata de distancias cortas, has optado, frecuentemente, por el terror y el suspense. ¿Crees que hay unos formatos más adecuados que otros en función de la historia a contar?

 

Mis maestros del relato han sido Poe, Lovecraft, Maupassant, Bécquer, Nerval, Gautier, le Fanu… por lo que es lógico que me incline hacia ese tipo de historias, que desde niño me han atraído. ¿Puede haber alguien que no haya leído El gato negro, La mano desollada, La caída de la casa Usher o El monte de las ánimas, El rayo de luna…?

 

Considero al relato como un formato idóneo para el suspense, el terror, el misterio. De hecho, no suelo leer relatos que aborden otro tipo de temática.

 

Llama la atención reparar, leyendo tu currículum, en tus estudios de Psicología Clínica. ¿Cómo crees que éstos han influido en tu escritura?

 

Influye, sí que influye, en la medida que me gusta que se perciba el proceso de pensamiento del personaje, “su psicología” que diríamos. Creo que es muy importante definir, desde el punto de vista psicológico, a los seres que pueblan las páginas de una novela o un relato: en la mente está escrita la forma que tenemos de percibir el mundo, el manual de instrucciones de nuestra percepción, y ésta, la forma de percibir lo que nos rodea, y cómo lo interpretamos, es lo que marca cómo actuamos.

 

Mis personajes actúan de una forma que el lector podrá prever en la medida que se ajustan a un perfil psicológico que debe descubrirse en ellos.

 

Como autor “novel” que acaba de publicar dos novelas, hay un consejo que muchos escritores aficionados de la página estarán deseando oír. ¿Cómo conviene abordar una editorial cuando se le presenta un manuscrito?

 

Nunca mendigando, no hay que mendigar.

 

La diferencia entre un autor de renombre y éxito y uno novel o inédito es, a veces, cuestión de contactos, de publicidad, de marketing, de ser hijo de… y no de calidad. La misma calidad puede tener el autor de un gran éxito o un best-seller, que ese autor que vaga de editorial en editorial sin encontrar quien le dé una oportunidad.

 

A mí nadie me aconsejó, ni me apoyó, ni soy hijo de, y me han cerrado muchas puertas, y he escuchado muchos “noes”, y me he presentado a numerosos concursos y premios que no he ganado… y ahí están mis dos novelas, fruto de la constancia, del sacrificio diario, de “vender el producto”, de hacer mi propio marketing y publicidad, a mi nivel, el que está a mi alcance. Aunque sea echando octavillas por las calles o buzoneando. ¿Quién se puede pagar un anuncio en prensa, o en revistas especializadas, o en radio, o en TV?

 

Para aquellos que ahora están en la situación que yo sufría hace más de un año les diría que no se rindieran, que disparen con sus manuscritos contra todas las editoriales, grandes o pequeñas, y que insistan una y otra vez, y que acudan a ellas como si se las comieran, como si sus obras fueran un éxito seguro. Si tú no crees en lo que haces, nadie va a creer. La labor consiste en convencer a otro de que lo que tú haces vale. Hay que ser un auténtico pesado, un plomo, y “dar la vara” a editores, medios, bombardeándoles de continuo. La gota de agua termina por horadar la roca…

 

Un aspecto curioso de tu experiencia profesional es tu trabajo en formato digital. Como autor, ¿cómo crees que han influido las nuevas tecnologías en la literatura?

 

En primer lugar, estaremos de acuerdo en la facilidad, la comodidad que te da escribir con un procesador de textos. La posibilidad de revisar, corregir, retocar, añadir imágenes, dibujos… Pero, además, abriendo una página web, un blog, estás llegando a miles de personas que en muchos casos no conoces, y con las que de otra forma no podrías contactar, o te sería muy dificultoso hacerlo.

 

Mucha gente sabe de mí por la red.

 

Y están las inmensas posibilidades que te abre el correo electrónico, tanto para hacer tu propia “publicidad”, una especie de “spam literario”, como para enviar manuscritos a las editoriales.

 

Y luego están las redes sociales (tipo e-Conozco, Neurona), los “bloggellones” o “blogs & beers”, etc… como multiplicadoras de la repercusión de tus acciones, al extenderse por la red con consecuencias impredecibles.

 

Como no podía ser de otra forma, toca pedir recomendaciones. ¿Qué autores nacionales nos animarías a descubrir? ¿Y en general?

 

No voy a citar a los clásicos, pues todo el mundo los conoce sobradamente (aunque te diré que uno de mis autores de cabecera es Sánchez Dragó) y sí a aquellos de los cuales he leído algo en los últimos tiempos.

 

En literatura infantil recomendaría Fernando Lalana, y en edades aún más tempranas, para animar a la lectura, a César Molia.

 

En ficción histórica tenemos a José Luis Corral, Magdalena Lasala, Jorge Casamayor, Eladio Romero, Alfredo Compaired, José de Uña…

 

En novela policíaca, género negro, citaría a Juan Bolea, José H. Polo, Ricardo Vázquez-Prada, Javier Aguirre, Michel Suñén…

 

En poesía he leído a Miguel Ángel Yusta, con sus coplas.

 

Lo último que he leído en relato ha sido la obra ganadora del XX Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, “Esquirlas en el espejo”, de Miguel Carcasona.

 

Aunque muchos de ellos compatibilizan varios géneros, todo hay que decirlo.

 

Finalmente, ¿cuáles son tus proyectos a corto y medio plazo?

 

Publicar las novelas que tengo pendientes, seguir escribiendo, colaborar con medios periodísticos en la red y, tal vez, incorporarme a algún diario “de papel” como columnista, o quizás a algún proyecto cultural que surja.

 

Estoy abierto a quien tenga algo que ofrecerme que resulte interesante, tanto desde un punto de vista económico como cultural.

 

 

 

Pues muchas gracias, Raúl, por compartir esta visión de la literatura y el mundo editorial con nosotros y mucha suerte con tus proyectos, con los que están en marcha y con los que están por venir.

 

Y para los que queráis más información sobre la obra de Raúl Tristán, os animo a visitar su web: http://www.raultristan.com/

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