Distancias ultracortas

Imagen de Anne Bonny

Durante la elaboración de los cómics de La biblioteca fosca, la revista digital gratuita que lanzamos hace unas semanas desde El Círculo de Escritores Errantes, nos hemos encontrado con un “problema” tan viejo como la historia del cómic: cómo enganchar al lector en un espacio breve. Por si a alguno le sirven, enumero en este artículo mis reflexiones.

A día de hoy, la excepción se está convirtiendo en la norma con esto de las novelas gráficas. Si vemos la historia del cómic, nos daremos cuenta de que estamos llegando a un extremo. Al principio, partimos de la tira cómica o dominical, a veces una tira tal cual, de unas pocas viñetas (como en La Legión del Espacio, recopilada recientemente por el Grupo AJEC, o Fred Baset), o incluso una simple viñeta, aunque sea grande (como Mordillo). En otras ocasiones, estamos ante un conjunto que puede ocupar media página o página completa, como se diera en Calvin & Hobbes, pero responde a unos esquemas similares. Es el modelo básico de historieta, el más clásico.

 

 

De éste se pasó al de las historietas de pocas páginas, ampliando el espacio vital comiquero. Se acepta que la narración puede requerir una extensión mayor de la que originalmente se le daba y se empiezan a construir historias más largas. Mortadelo y Filemón, por ejemplo, se basan en estas distancias medias, aunque en sus últimos álbumes las concatenan para obtener historias todavía más largas.

 

Los cómics autoconclusivos de cuarenta y ocho páginas (europeos) son, de hecho, más bien raros, e incluso con este más que respetable volumen se tiende a extender la historia en varios tomos consecutivos que comparten la misma trama. Éstos, en realidad, en muchos casos son simplemente capítulos del último formato en el que vemos el cómic: la novela gráfica. Watchmen o V de Vendetta son ejemplos paradigmáticos. Además, es un formato cómodo que nos permite abordar el cómic de un modo similar al del otro arte lector; es el equivalente a la novela en la literatura, sin duda el formato más popular en nuestros días.

 

Pero aunque esto de las novelas gráficas esté muy bien, el cómic sigue expresándose en distancias más cortas por muchos motivos, a pesar de la limitación que esto, aparentemente, podría suponer: por espacio (en los diarios), por carga de trabajo (si la tira es semanal), por adecuación a la idea (aunque a veces sea difícil saber qué mediatiza a qué; es como lo del huevo y la gallina), por costumbre, por el efecto visual... Hay, y ha habido, de hecho, publicaciones especializadas en mostrar estas historietas a quemarropa. La británica 2000 AD, que incubaría a Alan Moore durante años, es un buen ejemplo ahora que Kraken está reeditando, precisamente, volúmenes recopilatorios de estas historietas breves, como el Tharg's Future Shocks, o el Rogue Trooper.

 

Sea como fuere, la problemática a la que nos enfrentamos a la hora de preparar cómics para La biblioteca fosca no es nueva, gracias a Dios, porque así podemos ver las soluciones que otros -genios del cómic entre ellos- han dado a este tema. Replanteemos la pregunta. ¿Cómo enganchamos al lector para que la historieta le impacte aunque se desarrolle en pocas páginas?

 

Hay varios recursos básicos que, no por sencillos, dejan de ser efectivos. Todos parten de la limitación espacial para desarrollar el personaje y de la necesidad de que el lector no pase demasiado rápido sobre la historieta, que son los grandes desafíos de estos formatos. Después de todo, aburrirse en una página es altamente improbable.

 

En primer lugar, tenemos la reiteración. En Little Nemo, por ejemplo, nos encontramos con que el personaje (o más bien el escenario) se va desarrollando tranquilamente a lo largo de los números. No hay prisa: cada historia impactará ligeramente por su ingenio individual, pero será el conjunto de toda la obra lo que realmente impresione. Es un recurso cómodo cuando la publicación es semanal, pues genera un cierto ritmo y complicidad con los personajes.

 

Una segunda opción es dejar que el peso recaiga sobre la idea, muchas veces identificada con el guión. Siguiendo este principio -presente en los Future Shocks de Moore- nos encontramos con personajes estereotípicos o esperpénticos, de modo que el lector identifique rápidamente sensaciones con ellos. De este modo, son un vehículo sencillo para transportarle hasta la idea. Su originalidad e ingenio serán las determinantes para llegar al lector. No hay que perder de vista una desventaja táctica de los cómics tradicionales: quien los lee no puede evitar ver, aunque sea levemente, el final de la página, por lo que las “sorpresas” y los conejos sacados de las chisteras no suelen funcionar como recurso narrativo. En las publicaciones digitales (que pasas viñeta a viñeta) esto se solventa fácilmente, y tampoco es insalvable en las tradicionales bien maquetadas.

 

La tercera opción está muy relacionada con la segunda. En ella se utilizan personajes conocidos, bien sea respetando su naturaleza o parodiándolos. De este modo, gran parte del trabajo está ya hecho y el lector está ya situado desde la primera viñeta. Los avatares a los que se sometan a estos personajes determinarán el éxito o no del cómic en concreto.

 

Finalmente, se puede ir a la brava y contar con aspectos más vagos de la psique humana: nuestro sentido innato de la narración, los mecanismos instintivos de toda persona, los miedos ancestrales, la fascinación estética... Hay muchos motivos insondables por los que un lector puede pararse fascinado delante de un cómic, o de una simple viñeta, aun sin necesidad de contextualizar la historia que narrar. Todo hay que decirlo, este enfoque suele funcionar mucho mejor con un ilustrador francamente bueno.

 

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