Empecemos por una de dragones

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Aceptémoslo: cuando se empieza a jugar a rol hay unas probabilidades muy elevadas de tirar de una ambientación de fantasía, pero ¿por qué demonios?

Seguro que hay más de mil excepciones que confirman la regla, pero creo que no es descabellado decir que la gran mayoría de personas que se inician en los juegos de rol terminan por optar por una ambientación de fantasía. En concreto, de fantasía heroica tipo Tolkien o de espada y brujería. De hecho, mucha gente relaciona directamente juegos de rol con una “edad media extraña” y grupos de aventureros con su elfo hermoso y su inseparable enano.

 

El huevo y la gallina en este caso tienen una jerarquía clara, y por eso digo fantasía heroica tipo Tolkien aunque el Dungeons & Dragons sea el decano y ciertamente más popular que El Señor de los Anillos, porque la ambientación del primero se creó con un mundo que bebía de la que luego, más directamente, ambientaría el segundo. Paradojas varias aparte, lo primero que nos viene a la mente -por aquello del decano y el popular- es que mucha gente prueba los juegos de rol más a mano o los que recomiendan más frecuentemente.

 

Bueno, algo de esto habrá, qué duda cabe, pero siempre me queda la duda (seguramente por no haber sido jugador de D&D, aunque conozca grosso modo el tema) de si realmente éste es un juego que atraiga a los novatos, sobre todo teniendo en cuenta los kilos de manuales que, según se rumorea, hacen falta para montar una partida. Puede que yo sea un poco pusilánime (también me daba cierto respeto el reglamento de los wargames de Warhammer y Warhammer 40.000, a pesar de haber jugado cosas más complicadas), pero creo que tampoco es desdeñable esa apariencia de juego para iniciados que tiene.

 

Así, la pregunta no me queda del todo resuelta, sino con demasiados peros en el aire, y es por ello que miro el segundo argumento rápido que me viene a la cabeza: los juegos de esta ambientación están más disponibles. Bueno, en mis tiempos mozos esto podría haber tenido su peso, no sólo por la mala distribución que tenían los juegos de rol en general, sino por la escasa variedad de los mismos que había en ese escondido mercado. Actualmente, es apabullante la variedad de juegos y enfoques que podemos encontrar y, lo que es más importante para el tema que tratamos, de ambientaciones al alcance de la mano.

 

Terror, misterio, aventura, presente, pasado, futuro, histórico, ciencia ficción, fantástico... Prácticamente ilimitadas. Y, a pesar de todo, el rol sigue relacionándose en gran medida con aquello de los orcos y los arcos. ¿Será por tradición? Pues bien puede ser, pero, dándole la vuelta a la tortilla, ¿por qué la tradición es ésta y no otra?

 

Cuando empezó lo de los juegos de rol, el ancestro sobre el que reposó el asunto, en primera instancia, fue el wargame, así que el lado “pegarse con el prójimo” -como en casi todo el género de aventuras, todo sea dicho- iba a estar presente. Pero, ¿por qué elfos, orcos y dragones y no soldados confederados y unionistas o templarios y sarracenos? Creo, y seguramente no será nada más que una de mis acostumbradas teorías peregrinas, que se debe al mismo factor que comparten los nuevos roleros con el admirado y tristemente difunto Gary Gygax: la imaginación.

 

Si uno juega a rol es por un simple motivo: le gusta ejercitar su imaginación, y, además, de un modo activo. Muchas veces se trata de un lector al que le gusta sacar algo más de meollo a los textos que le hacen soñar, o un cuentista que disfruta viendo cómo sus palabras tejen un nuevo escenario. A veces es un espectador inquieto que no entiende por qué no hacen quince películas sobre los Goonies en vez de una sola, o por qué el director no se recrea más rato por el nido de los aliens. Es, en definitiva, alguien que disfruta con ese moldear el mundo que sólo existe en la comunicación humana.

 

Así que, por supuesto, vuelve su mirada a la inspiración más abierta que ha existido tradicionalmente en el imaginario popular: lo que nosotros llamábamos “dragons” y que otros llaman ahora “dragonadas”, ese modelo de mundo fantástico creado por Tolkien en el que los seres más dispares pueden convivir dando al espectador un abanico infinito para tejer nuevas historias. No en vano, el autor bebía de la mitología más clásica.

 

Por una vez, qué demonios, rompo una lanza a favor de estos juegos que a veces terminamos mirando con condescendencia pero que tan buenos momentos nos dieron cuando estábamos en pañales en esto de jugar a rol. Tiempo hay y habrá para ir descubriendo las mil posibilidades infinitas que tienen los juegos de rol en sí, más allá de la máscara de los dragones y las mazmorras. Brindemos por ellos por un día. Después de todo, sea por lo que sea, no tiene nada de malo que empecemos por una de dragones. Quizás todo lo contrario.

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