La Laguna de los Hermosos Sueños

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Hugo Pratt protagonizado por Corto Maltés

De todos los cómics que he leído de Corto Maltés, creo que éste, que curiosamente no protagoniza, es el que mejor recoge su espíritu. Enmarcado dentro de sus aventuras viajando por Sudamérica, en él se nos plantea uno de esos improbables encuentros que estimulan irremediablemente la curiosidad del marino: un hombre blanco permanece junto a la orilla de la Laguna de los Hermosos Sueños, ése es el mensaje que con sus tambores envían unos indios brasileños a quien pueda oírlo. Es el comienzo de una historia de una gran profundidad que se ejecuta, como es habitual en Pratt, de un modo sorprendentemente efectivo.

 

El cómic de aventuras se caracteriza por presentar un conflicto que, generalmente, conduce a la acción. En muchas ocasiones, parece inevitable que éste se adorne de un aura de violencia que, por lo general, desemboca en muertes. Dentro del género, sin duda, la guerra es un escenario perfecto para plantear historias, y por ello ha sido largamente usado, obviando en muchas ocasiones toda connotación moral que pueda tener la historia.

 

En el caso de Corto Maltés, y muy en concreto en este cómic, nos encontramos con importantes -e interesantes- variaciones en el enfoque. En primer lugar, tenemos la carencia de acción en primer término: aunque muchas aventuras del sugerente personaje incluyen algún pasaje de acción (sea combates, huidas, trampas, etc.), éstas no suelen cargarse con el peso de la narración. En este caso en concreto, la digresión es muy breve y onírica, y una vez más nos encontramos con que la historieta la soportan los carismáticos personajes sin ni siquiera recurrir al peso pesado que es el protagonista de la serie, aunque no de este número.

 

Este cambio de foco, que Pratt siempre explota muy originalmente en sus historias, nos permite abordar un cómic bélico sin guerra -como es La Laguna de los Sueños Hermosos- de un modo particular: desde el propio interior de los implicados. Y, cosa que suele ser rara en el género, no se rehuye el conflicto moral que se puede plantear, ni se cae tampoco en la moralina panfletaria.

 

Esto es así porque el recurso no sirve únicamente para hacer una obra introspectiva y estática, sino todo lo contrario: a través de las páginas de la obra nos sumergimos en lo que es el concepto del cómic de aventuras más puro consiguiendo al final, sin traicionar su espíritu, reflexionar sobre la pátina cruel que, a veces lo olvidamos, se esconde bajo las dinámicas viñetas. Creo que el momento clave del mismo, el que termina de fascinar, no es el cierre real de la historia, sino precisamente el cierre onírico, cuando el protagonista de la historieta dice:

 

¿Por qué? ¿Por qué... es todo tan hermoso, tan poético, tan lleno de sabor mientras que... la vida es algo mucho más serio que esta melancólica historia de guerra...? ¡Cómo se han desperdiciado nuestras vidas, Teniente Rilke!

 

En este escalofriante pasaje se nos muestra toda la magia de Hugo Pratt. Sus personajes, en un género aparentemente ligero (ya sabéis, aventuras, magia, acción...) consiguen salir de las viñetas y conmovernos en lo más profundo, haciéndonos partícipes de sus dilemas, de su “vida”. De la realidad, a fin de cuentas.

 

Supongo que aquí está la magia de los maestros, que son capaces de utilizar las herramientas que más les interesan para contar la historia que desean, saltándose fronteras de todo tipo y sublimando géneros. Huelga decir que recomiendo fervientemente su lectura, ya sea para descubrir al personaje o para vivir una más de sus aventuras.

Autor

 

Hugo Pratt fue un guionista y dibujante de cómics nacido en 1927 en Rímini (Italia), y fallecido en 1995. Su padre era soldado y en 1937 su familia se trasladó a Etiopía durante la ocupación italiana. Sería el primero de sus múltiples viajes. Tras el fallecimiento de su padre en un combate contra los ingleses, Pratt fue confinado en un campo de prisioneros donde comenzó a adquirir historias de los guardias, muchas de las cuales le servirían como materia prima para sus historietas.

Tras la guerra, Pratt se unió al autodenominado Grupo Venecia con otras personalidades del mundo de la historieta como Alberto Ongaro, Dino Battaglia y Mario Faustinelli. La revista Asso di Picche comenzó a circular en 1945.

En 1949 Pratt se mudó a Buenos Aires, donde trabajó como editor para la Editorial Abril. En la revista de aventuras Misterix conoció a artistas argentinos como José Luis Salinas, José Muñoz y Francisco Solano López, y a Héctor Germán Oesterheld, con quien colaboraría dibujando para él Sargento Kirk, Ticonderoga y Ernie Pike. Volvió a Italia en 1962 y en 1967 comenzó a escribir las aventuras de Corto Maltés.

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