La robótica de los proselitistas

Imagen de Política para frikis

Como durante la Guerra Fría: observa bien el comportamiento de tus vecinos...

En los foros de todo tipo, pero sobre todo en los de política, es inevitable encontrarse después de un cierto tiempo a proselitistas. Son usuarios que no han venido a debatir, sino a transmitir unas ideas, a filtrarlas en el inconsciente colectivo como una insidiosa ponzoña. El problema es ¿cómo identificarlos? O, mejor dicho, ¿cómo diferenciarlos de esos otros usuarios que son, sencillamente, testarudos, quizás algo cerriles, a lo que nos gusta, más bien, considerarnos perseverantes? La respuesta la encontraremos en la ciencia ficción.

Todo friki está familiarizado con un buen puñado de historias sobre ladrones de cuerpos, robots suplantadores de humanos, clones malvados y otras monstruosidades (por lo general alienígenas) que usurpan el aspecto de las personas con perversos fines... Pues en ellas está la clave para determinar si estamos ante un caso de un proselitista o no. En concreto, solo hay que fijarse si cumplen las siguientes tres leyes de la robótica (de los proselitistas), que son las que marcan su comportamiento:

1. Un proselitista solo habla del tema sobre el que hace proselitismo. Están programados de tal forma para evitar perderse por otros derroteros o dar su opinión sobre otros temas. Después de todo, están para transmitir un ideario concreto, tienen una misión y no aceptan ni distracciones ni contaminar el mensaje con ideas propias sobre otros asuntos sobre los que no han sido adoctrinados. Sus vacíos son significativos, como los de esos autómatas en cuyos protocolos no existe una determinada situación, que es la que los pone en evidencia.

2. Siguen siempre un estricto protocolo. Como en las películas de ultracuerpos: ofrecen un vaso con una infusión. Si lo rechazas, un refresco. Si lo rechazas, un whisky. Si lo rechazas, te vomitan en la boca... Por eso, aunque sus programas puedan parecer complejos y en ocasiones incluso robustos, tienen tendencia a encasquillarse en bucles de respuestas que delatan su naturaleza. También tienen tendencia a clasificar a los otros usuarios en grupos cerrados y acotados.

3. Carecen de auténtica alma. Por eso, tienen comportamientos que resultan perturbadores. Si son descubiertos, pueden volver a los días exhibiendo una identidad abrumadoramente similar. Ninguna opinión, discrepante o conciliadora, hace mella en ellos. No establecen relaciones de camaradería ni tampoco suelen presentarse en grupos, ya que traen los mismos protocolos y sería un gasto energético innecesario, o incluso contraproducente, puesto que su naturaleza clónica quedaría expuesta por repetición.

Recuérdalo: la clave no está en la vehemencia, sino en el equivalente foreril a la sonrisa fija de un transeunte que mira con excesiva fijeza...

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kawaku
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Voy a fijarme muy bien a partir de ahora :)

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