A propósito de la quema de grimorios

Imagen de Sociedad Carter para la prevención del vampirismo

Un artículo de la Sociedad Carter para la prevención del vampirismo de la mano del profesor Emmerett Johnson

Me veo en la obligación de escribir este artículo para hacer contrapeso a la descabellada teoría que incita a la quema de grimorios y otros libros de hechicerías propugnando que es el método más seguro para erradicarlos de la faz de la tierra y evitar así su mal uso.

En primer lugar, huelga decir que la quema de libros es una barbaridad difícil de defender per se, salvo si se es un siniestro inquisidor o un cavernícola iletrado. Sin embargo, hay quien aduce que los grimorios pueden suponer un peligro para la cordura de quienes los leen, o incluso de su integridad física ¡como si fueran a moderles! A todas luces, este argumento es falaz para justificar su destrucción porque, si vuelven locos a quienes se adentran en sus secretos, ¿dónde reside el problema? Poco importaría que malvados cultistas los tuvieran en sus bibliotecas. Más aún, se debería fomentar su distribución entre los círculos nigrománticos, algo que nadie en su sano juicio defendería, q.e.d.

Es evidente que un grimorio solo es un peligro en función de los conocimientos que encierra. Por lo tanto, es el deber moral de los investigadores estudiar dichos conocimientos. Es más, debería ser imperativo realizar copias del material para distribuirlas por las bibliotecas de otros eruditos afines. Dado que son libros que suelen incluir muchos diagramas y dibujos, se recomienda el uso del daguerrotipo para agilizar esta tarea, salvo en el caso (documentado) de que aparecieran imágenes parásitas o borrosas, que puede hacer más conveniente la contratación de dibujantes profesionales. En estos casos es conveniente evitar aquellos de tendencias poéticas, que tienden a ser más impresionables y a padecer pesadillas durante el proceso que pueden mermar su productividad.

Es posible que, dada la pesadez del estudio de estos manuscritos, el propio investigador padezca jaquecas o se vea aquejado él mismo por pesadillas u otros trastornos del sueño. En estos caso, se recomienda que se cartee con algún colega en busca de apoyo y consejo, teniendo, eso sí, la precaución de no ser demasiado específico. Es conveniente mostrarse algo críptico o incluso hablar en clave, no sea que la misiva caiga en malas manos.

Del mismo modo, es vital conservar el grimorio y cuanto material recopilemos sobre el mismo en un lugar seguro; este último se puede redactar cifrado, como precaución. Por la escasa discreción y fiabilidad del servicio doméstico en nuestros tiempos, hemos de renunciar al ingenioso recurso sugerido por Edgar A. Poe de «esconder» a la vista el volumen para hacerlo menos llamativo. Bien al contrario, deberemos ocultarlo en algún pasaje o fondo secreto sobre el cual solo dejaremos pistas ambiguas a nuestros colaboradores o sucesores.

En el caso de que estos tuvieran que acceder al grimorio o los apuntes, tendrán que mostrar un ingenio a la altura de lo que se espera de alguien que va a heredar un material tan sensible, por lo que no se debe escatimar en pistas falsas o incluso en trampas no demasiado nocivas. Además, así el esfuerzo realizado para recuperarlo les ayudará a descartar la nefasta idea de quemarlo cuando lo tengan en sus manos.

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