Sobre la conservación de artefactos mágicos

Imagen de Sociedad Carter para la prevención del vampirismo

Un artículo de la Sociedad Carter para la prevención del vampirismo de la mano del profesor Emmerett Johnson

Dada la importancia de este tema, comenzaré con una máxima: siempre se deberá intentar la conservación de cualquier artefacto mágico, con independencia de su poder o peligrosidad, y se evitará su destrucción por todos los medios.

No hay que perder de vista que somos hombres de ciencia y, para desarrollar y aplicar esta, es necesario tener material de estudio. Bajo ninguna circunstancia, salvo, evidentemente, causas de fuerza mayor, se debe por lo tanto destruir los artefactos encontrados durante nuestras investigaciones, como ya se señaló en el caso de los grimorios. Sentado este principio, hay que abordar la cuestión de su conservación y custodia.

En primer lugar, es conveniente que seamos nosotros mismos quienes nos hagamos cargo de los objetos. Eventuales maldiciones o siniestras profecías no deben desalentarnos a la hora de cumplir con nuestro deber: las supercherías no pueden imponerse a nuestro afán científico. Además, ¿quién pondrá más empeño en la conservación del artefacto que aquel que, con su esfuerzo, lo ha obtenido, rescatado de crueles manos o desenterrado del olvido? Confiarlo a un cofre de seguridad en un banco, a las fuerzas policiales o alguna autoridad civil sería trivializar un legado de primera categoría. Nada garantiza que le den la atención necesaria.

En segundo lugar, no tiene sentido esconder el artefacto. Con tenerlo en la seguridad de nuestro hogar será suficiente. Un despacho o biblioteca que podamos cerrar con llave, en caso de que haya niños pequeños o sirvientes indiscretos, debería bastar. En el desafortunado caso en que un ladrón entrase en él, es improbable que le suscite la más mínima atención: como en el relato del señor Edgar Allan Poe, la carta está más a salvo cuando está a la vista.

Es importante este particular, ya que no es posible estudiar algo que se tiene cogiendo polvo en algún sótano olvidado o en una caja blindada. ¡Para qué querríamos entonces conservarlo! Bien al contrario, la idea de construir un gabinete de curiosidades con los “trofeos” obtenidos en nuestras investigaciones es mucho más adecuada. Así, se podrían realizar comparaciones, estudios conjuntos y establecer relaciones entre los distintos objetos. La adquisición de vitrinas puede facilitar esta tarea y ayudar a exponer convenientemente las piezas de la colección.

Para terminar de potenciar esta interesante vía, podemos abordar la realización de una publicación en la que dar información sobre los objetos recabados y explicar nuestros avances en la investigación. La difusión del conocimiento es crucial. Si tuviera éxito, se podría incluso articular un club de debate en el que intercambiar puntos de vista. En caso contrario, la contratación de anuncios en los principales periódicos del país y el extranjero podría ayudar a llamar la atención sobre nuestras colecciones. ¡Imaginen la cantidad de contactos que se pueden conseguir con tal práctica! ¡Eruditos de todo el mundo estarían al corriente de nuestros avances! No descartemos el uso de ilustradores o fotógrafos para completar este trabajo y la inclusión de una dirección de contacto para facilitar la comunicación.

Si siguen estos consejos, no tardarán en cosechar los resultados. Sin duda, el aumento de actividad provocado puede resultar fatigoso, pero ¿qué es un pequeño esfuerzo adicional cuando se trata de ampliar el conocimiento científico?

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