Los casacas rojas

Imagen de Long Clic Silver

¿Dónde estaría la emoción de ser pirata si no hubiera un antagonista a la medida a quien combatir o de quién escapar?

  

Desde el mismo nacimiento de la línea pirata de Playmobil, la compañía creó una paralela (e igualmente sonriente) de soldados para combatirlos. El país elegido para abanderar a quienes luchaban contra la plaga corsaria no fue otro que... Inglaterra.

En efecto, en los primeros tiempos de los clics piratas, sus enemigos jurados no eran otros que los casacas rojas. Es una unidad tan romántica que salta a la vista hasta qué punto era adecuada.

¿Sabíais que iban de rojo para que se les viera bien en la batalla, para que fueran temidos para el enemigo? ¿Y que decían que el rojo eran para que no se vieran las manchas de sangre y así parecieran “inmortales”? Esto último suena a leyenda, pero en eso estamos, ¿no?: en la época dorada de la piratería.

Estrictamente hablando, lo suyo hubiera sido que estos casacas rojas llevaran tricornio, y no esos gorros elevados que parecían más propios de la guardia real actual (los gorros de oso) y que tienen un toque más decimonónico. En cualquier caso, no había otro lugar donde elegir, así que se dan por buenos estos soldados y sus mosquetes, convenientemente dotados de las terribles bayonetas para el ineludible cuerpo a cuerpo.

La caracterización seguía la misma línea que los piratas, como pone de manifiesto el capitán de la guardia, que bien podría pasar por un corsario, aunque se añaden algunos elementos muy sugerentes, como las banderas engastadas en lanzas o las casacas tipo clip (que, de pequeño, me resultaban absurdas camisas al revés, pero que son una buena solución ingenieril).

En la caja del regimiento -de la que tuve dos en tiempos, lo que creó un batallón letal para mis pobres caballeros de fortuna- había un par de detalles curiosos.

El primero, la garita de guardia, que supongo que se incluyó como homenaje al famoso cambio de guardia en Buckingham Palace. El otro es el soldado negro. Francamente, aunque no recuerdo haber tenido uno, tengo un clic que podría ser él (y no Buba, como hemos terminado creyendo), ya que, como buenos niños, lo primero que hacíamos con los clics era dejarlos “en bolas” y volverlos a montar como más nos convenía (por ejemplo, los puños no nos gustaban mucho, y no debían de gustar a ningún niño a juzgar por lo complicado que es encontrarlos en clics de segunda mano). Por otro lado, me parece raro que hubiera soldados negros en la época, y es posible que por ello el mío terminara enrolado como caballero de fortuna.

Siempre que veo los casacas rojas, de los que apenas conservo algunas piezas, me acuerdo de la mayor treta que me hizo mi hermano jugando. Afirmó que podíamos firmar una tregua para buscar el tesoro juntos, sus soldados y mis piratas, y, cuando estos últimos dejaron el barco para ir a firmar, confiados, el tratado, fueron fusilados a traición por los mosquetes ingleses. En el amor y en la guerra (y en los juegos infantiles) todo vale, creo que me dijeron al constatar mi desconsuelo, mi rabia y mi desesperación.

En fin, el mundo no es justo, y menos lo era en la época de la piratería.

Como cierre, cabe señalar que también había una sección de marina dispuesta a acabar con mis pobres piratas. Sí, a pesar de esos sombreros de canotier, los marinos ingleses estaban listos para unirse a la batalla en caso de que fuera necesario, aun sin tener un barco. Fijaos en las espadas y sobre todo el hacha que ocultan, ladinos, entre cucharones y catalejos de oro... Sin duda, es hora de zarpar. Solo nos falta el barco.

Nota.- observad que esos malditos tienen una copia del mapa del tesoro. Por suerte no entran todos en el bote...

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