Últimos piratas de agua dulce

Imagen de Long Clic Silver

El fin de una etapa...

 

En 1980 Playmobil lanzó sus últimas cajas de piratas de la vieja generación. Eran, concretamente, una reordenación de la tripulación que habían presentado el año pasado (caja 3480-1) y un pirata solitario a la caza del tesoro (caja 3480-2). El apenas perceptible cambio (aparte de haber intercambiado gorros y algunos colores) era que uno de los piratas había sido sustituido por un cañón, el mismo modelo de balas esféricas infernales que era imposible no perder (y que siguen siendo capaces de disparar más de treinta años después con letal eficacia; si te quedan proyectiles, claro).

Ni siquiera ese pirata solitario, quién sabe si un desertor o el último superviviente de una tripulación maldita por su propio afán de oro (bueno, de plata), ponía una nota distinta a una colección que parecía ya haberlo dado todo de sí. De hecho, casi eran las novedades de otras líneas, como los animales del safari o los árabes con sus turbantes y sus alfanjes y sus largos mosquetes plateados, las que apuntaban algo de novedad.

Los piratas habían concluido su primera edad dorada. Hasta 1987 no habría sorpresas, ni cambios, para esta colección.

Pero que nadie se imagine un mar en calma chicha. En realidad, y esta era la magia de los Playmobil a principios de los ochenta, cualquier clic podía ser enrolado como pirata o marinero. Solo hacía falta dotarle de tal o cual complemento. A veces, un simple pañuelo al cuello bastaba para hacer volar la imaginación. Sí es cierto que aquellos con un garfio o una pata de palo (mal que le pesase a su falta de estabilidad), pero, en realidad, cualquiera valía para pirata. De hecho, el propio concepto de “repetido” no se aplicaba con los clics.

Los que tenían las manos fijas servían como jóvenes; los de las manos con muñecas, más corpulentos, de hombres hechos y derechos. Un primer gran cambio (como aquel de denominación, de Famobil a Playmobil tal cual) al que nos hicimos sin -demasiados- problemas. Después de todo, peleaban mejor, aunque fueran un atentado ligero a aquel principio básico de sencillez que es marca de la casa. Luego llegarían otros a los que sería más difícil habituarse.

De momento, se trataba de ir cogiendo de aquí y allá aquellos clics que más nos recordasen a nuestros héroes de los cómics o la televisión. Si David Hasselhoff salía con una camiseta negra, a tirar del safari; que volvíamos a ver Tambores lejanos, a enrolar a algún jinete del Séptimo de Caballería. Y, por supuesto, elegir una peluca adecuada. Rubio o moreno; pocos castaños parecían haber nacido para ser protagonistas.

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