La hoz de oro
Reseña del segundo volumen de las aventuras de Astérix
Después de la exitosa presentación de Astérix el galo, Goscinny y Uderzo se enfrentaban a la tarea de continuar la que quizás ha sido su más importante saga y optaban por hacerlo con la mirada todavía muy puesta en la propia Francia. La hoz de oro (un título que siempre me llamó la atención porque era de los pocos que escapaban al Astérix y...) ahonda en el concepto mítico del druida y, sobre todo, en los estereotipos de los galos.
La trama es sencilla: Panorámix, que ya prescinde del bastón del primer número y salta de los árboles sin problemas, se ha cargado su hoz de oro, instrumento indispensable para cortar muérdago con todas sus propiedades mágicas, y solo hay un artesano capaz de hacer hoces a la altura de sus expectativas: Amérix, un primo lejano de Obélix que ha hecho fortuna (supongo que un guiño a las Américas) con sus productos. Como la mítica reunión del bosque de los Carnutos es inminente, es de gran importancia que alguien se desplace a Lutecia a comprar una hoz de oro, un viaje peligroso que asumirán, cómo no, Astérix y Obélix.
Lutecia es el nombre galo de la actual París (donde vivía la tribu de los parisi antes de la conquista romana) y en el cómic se nos presenta como una ciudad todavía muy celta, situada solo en una isla en medio del río Sena, con un imponente palacio romano y patrullas de legionarios por sus calles.
Por supuesto, buena parte del cómic sirve para hacer guiños a los lectores franceses, como el del circuito de Le Mans (rebautizado como Suindinum, seguramente por su especialidad de rillettes de cerdo), los estereotipos sobre marselleses y auverneses, los bistro, el tráfico, la moda, la contaminación, etc. Sin embargo, aunque no todos sean evidentes para otros lectores, no lastran en absoluto la lectura.
La trama de La hoz de oro tiene, curiosamente, tintes policiacos, reforzados por los bribones del crimen organizado, con Léntix a la cabeza, a los que Uderzo da un aspecto que recuerda a las películas de novela negra de los años '40. El papel estelar del prefecto Pleindastus (Lleno de astucia, no sé cómo lo habrán traducido, que es la encarnación de la arbitrariedad del poder) es uno de los grandes aciertos de una historia muy original y bien desarrollada, con episodios cómicos muy efectivos, como el del borracho juerguista que reivindica el nombre de Vercingetórix, y que asienta muy bien el tono de la serie. Una apuesta más arriesgada que en el primer tomo donde Goscinny muestra ya que con la excusa de hablar de los galos la colección podía dar mucho de sí.
Vista en retrospectiva, uno se da cuenta de que ya en La hoz de oro se iban afinando unos cuantos aspectos estéticos, aunque Abraracúrcix y Obélix todavía estaban más finos que posteriormente, sobre todo el primero, y algunas de las bromas recurrentes: Asurancetúrix ya no participó del banquete de la victoria final. En conjunto, una muy buena historia que muestra que la colección empezó ya muy madura y con mucha fuerza.
- Blog de Escribenblogix
- Inicie sesión para enviar comentarios