Cortocircuitos

Imagen de Micromanías

Un breve repaso a esta selección de textos de la revista Efímero (primera y segunda época) realizada por Alberto García-Teresa

 

Quizás por la expectativas que me suscitaba una antología de este tipo, no he quedado totalmente satisfecho tras la lectura de Cortocircuitos. Esta antología recoge una selección de microrrelatos publicados en la revista digital Efímero a lo largo de su primera y segunda época. Alberto García-Teresa, cuyo trabajo me resulta muy interesante, ha sido el seleccionador. Así, con la combinación de los tres elementos (una revista que me gusta, un seleccionador acertado y la idea de recopilar una muestra particularmente meritoria), me esperaba algo más.

He de aclarar, no obstante, que el libro está muy bien. Predominan los microrrelatos de terror, cosa que tampoco me extraña, pero hay también buenas muestras de fantasía y ciencia ficción que a mí, personalmente, casi son lo que más me ha gustado. Dentro de la parte de terror, sin embargo, hay también auténticas joyas, pero, a mi parecer, también relatos más bien prescindibles, no tan redondos, precisos u originales como se podría esperar. Otro punto negativo es el número de erratas, insólitamente elevado.

Por suerte, estos dos puntos negativos (uno de ellos subjetivo) se compensan con muchos aciertos: el abanico de autores es amplio e incluye a algunos cuyo trabajo no conocía, cuando se repiten escritores dicha repetición está justificada por la calidad de las obras, se han recopilado relatos de muy variadas extensiones (dentro del formato, claro), hay muestras de distintos enfoques y atmósferas...

En definitiva, a pesar de no haber satisfecho por completo mis deseos, Cortocircuitos es una antología de calidad y, sin duda, una buena oportunidad para catar el trabajo de unos cuantos autores. Yo, en particular, me he anotado unos cuantos. Alguno, como el autor del micro que cito de muestra, no lo había visto nunca desenvolverse en distancias tan cortas. Un grata sorpresa.

 

Arder en deseos

Miguel Martín Curz

En la cabaña, la bruja apuraba las pociones que poblaban los estantes. Fuera, la multitud enfurecida prendía fuego a la choza con teas ardientes. «Ingratos», pensaba la bruja sin dejar de engullir líquidos de variada composición y textura. «Me utilizasteis, me pedisteis ayuda y os otorgué mis filtros. Traidores». El gentío miraba el fuego purificador que se comía la cabaña, y sintieron un escalofrío al escuchar el grito agónico de la vieja. El humo comenzó a surgir de la chimenea, un humo espeso como con forma de sonrisa que se extendía rápidamente. Decenas de narices respiraron. Todos sintieron una quemazón interna e inmediatamente todos desearon.

Juan deseó dinero. Mató a sus padres y cobró la herencia.

Lucía deseó poder. Caminó hasta la casa del alcalde y le apuñaló con un hierro afilado.

Santiago deseó a su cuñada. Asesinó a su hermano y poseyó a su amada en el acto.

El humo deseó ser viento, el viento deseó ser nube, y la nube deseó ser lluvia. Y así, al fin, el mundo entero deseó.

 

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