La aventura de la diadema de berilios

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Reseña de la historia de Sherlock Holmes escrita por Arthur Conan Doyle

Conan Doyle continúa con sus lecciones de joyería y esta vez nos enfrenta a los berilios. A diferencia de La aventura del carbunclo azul, no obstante, aquí el caso es algo más laberíntico aunque solo sea por la profusión de sospechosos y partes implicadas.

El planteamiento supongo que resultaría muy jugoso en la época: un miembro de la Casa Real va a pedir un préstamo de incógnito y presenta como aval la famosa diadema de berilios, que además de tener un valor estratosférico es única y todo un icono dentro del tesoro de Inglaterra. Qué necesidad tiene un miembro de la casa real de presentar un aval a un banquero que a todas luces no puede negarse a conceder el préstamo no se explica: valga el marrón de guardar la corona de marras durante unos días como motor de la historia.

El cLa diadema de berilios - Sherlock Holmesaso (nunca mejor dicho) es que la diadema, como tiene que ser, sufre un intento de robo que se salda con algunos daños materiales, y el sospechoso número uno es el hijo tarambana del banquero. El número dos es el amigo crápula del primero. El número tres el novio patapalo de la sirvienta y el número cuatro, si nos queremos poner conspiradores, es el propio miembro de la casa real. Arthur Conan Doyle no llega tan lejos, pero la verdad es que en su historia cualquiera podría haber dado el pego.

Sherlock Holmes resuelve el caso gracias a sus dotes de observación, que le ofrecen información adicional sobre pisadas en la nieve, por ejemplo, y su capacidad de juntar las piezas para dar sentido a detalles que se conocen y a cosas que se pueden intuir (sobre todo, si te metes en la mentalidad victoriana). Esta resolución deja un sabor agridulce al que ya estamos habituados: por un lado, la satisfacción de ver que todo encaja cuando se mira desde un prisma ingenioso; por otro, la frustración de saber que difícilmente podríamos haber encajado nosotros las piezas recurriendo solo a la lógica. Al final, el eslabón probatorio es endeble: la diadema se ha roto y no la puede romper un solo hombre sin hacer ruido. De ahí a tener un culpable seguro... Hay que conceder, no obstante, que la deducción de Holmes presenta un cuadro muy plausible.

En resumen, La diadema de berilios es una historia muy colorida y bien ejecutada, aunque algo tramposa en su concepción.

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