El tratado naval

Imagen de Micromanías

Reseña del relato de Arthur Conan Doyle protagonizado por Sherlock Holmes

El tratado naval es un ingenioso relato puramente detectivesco donde si bien es difícil encajar todas las piezas del puzle, hay los suficientes indicios para que el lector se implique en la trama y haga funcionar sus neuronas. La situación es un delito a puerta abierta pero con una particularidad: no se ha hecho uso del delicado botín, un tratado internacional entre Italia e Inglaterra que podría tener mucho interés para potencias rivales, Rusia y Francia, principalmente, a pesar de que su valor está a punto de perderse. Esta información junto a la situación del principal sospechoso, el funcionario que lo estaba copiando y que tras su desaparición ha caído postrado día y noche, nos obligan por un lado a mirar en una dirección concreta al tiempo que nos facilitan la clave para ver por dónde van los tiros. Un pase de prestidigitación clásico pero eficaz. Sin ser fácil llegar a la solución correcta más que con conjeturas, sí es de los casos más detectivescos del personaje y un modo de poner de relieve su ingenio.

En cuanto al desarrollo, visto que la acción se ve muy limitada porque los hechos ocurrieron tiempo atrás, Arthur Conan Doyle opta por poner el acento sobre la excentricidad de Sherlock Holmes y realza su carácter teatral, cortante y algo impertinente. Es también una historia que muestra la importancia de las mentes agudas en los asuntos de gran calado, un modo de revalorizar al personaje y darle una talla más allá de la mera anécdota (algo que ya habíamos visto con los casos relacionados con la alta nobleza o la Casa Real).

En conjunto, El tratado naval es un relato entretenido aunque eminentemente intelectual, menos atmosférico que otros del personaje pero interesante por el ingenio con el que se ha montado el caso.

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