Vanitas, vanitatis

Cuando uno es afortunado y tiene suerte en la vida, tiende a imaginar cómo va a ser todo de perfecto, todo lo que irá encontrando por el camino. Las cosas luego no salen perfectas, ni mucho menos. De hecho, se parecen poco a lo que uno pensaba. ¿Creías que tu imagen podría estar en carteles enormes de películas? Tal vez no podías... no era para ti. No eres buena. "Quizá no quería, en el fondo", te dices, y a otra cosa, mariposa. Las segundas opciones suelen interpretarse como golpes de suerte, "las cosas salen si tienen que salir, lo que sea será". Lo importante es no perder el norte, las cosas que nos parecían importantes, luego no nos lo parecen tanto. Todo cambia, nos adaptamos (no, nos resignamos, pero ¿quién puede quejarse? Si has tenido tanta suerte...). Cuando uno es afortunado y tiene suerte, es sencillo pensar "será para bien". Resistir es vencer. Pero, a veces, te sientes tan cansado. Me canso de ser hombre y también me agota escuchar que todo va bien (Ismael Serrano). Luego esas segundas opciones... ¿seguro que son lo que yo pensaba? Las cosas nunca son lo que pensabas, tampoco se parecen a lo que querías, tal vez no querías estas segundas opciones, en el fondo. Cuando tienes casi treinta años y has tenido pocas oportunidades (o muchas, cuando uno es afortunado en la vida, no hay que ser desagradecido), empiezas a pensar... ¿es que erré el camino y estoy pagando las consecuencias? Sé valiente y haz algo digno. Ah, si esto es un hombre. A estas alturas las cosas no deberían ir así. El problema no es mío, y no puedo quejarme, siempre he sido una afortunada. La comunicación en moda y belleza es... otra cosa... y, ¿qué demonios esperabas? No sé si esperaba algo. La oportunidad se acaba, de todas formas, pero ¡qué gran oportunidad! No se puede ser desagradecida, sobre todo cuando uno es un afortunado y ha tenido suerte en la vida.