Aquí todos quieren cargar sobre la clase trabajadora el coste de luchar contra el paro y la inflación pero habría que preguntarse por qué a un español le cuesta mucho menos comprar un libro en Inglaterra y traerlo que a un inglés comprar ese libro en España y que se lo lleven. O por qué narices la energía es tan cara o por qué las diferencias entre los precios de los alimentos que perciben los agricultores y los que pagamos los consumidores son mayores.
Lo del arzobispo de Granada
En el sector de la energía, el problema no es tanto la falta de competencia como la intervención estatal. Ahora bien, si lo dejamos a la libre competencia, ya os podeis despedir de las renovables.
Hombre, el tema de los alimentos es lo de siempre: intermediarios. Pero también resulta normal que unos cuantos intermediarios se estén lucrando a base de cobrar unos precios abusivos por determinados productos: es la consecuencia de que los agricultores de este país - en general - sean absolutamente incapaces de montar una cooperativa estable y eficaz. En Galicia por ejemplo hubo intentos diversos y terminaron de forma desastrosa porque la mayoría de los agricultores no sólo son unos individualistas a ultranza sino que poseen una desconfianza innata hacia los demás agricultores que roza lo paranoico.
El problema es que se quieren tomar medidas según modelos teóricos cuando la realidad indica algo bien distinto.
El que haya estudiado Economía conocerá esos modelos donde los precios están en función de los salarios. El problema es que la relación entre inflación y crecimiento salarial no es tan clara en la realidad. En España tenemos una inflación sorprendentemente alta y los salarios crecen muy por debajo. Los sindicatos han acordado para este año que los salarios reales disminuyan un 1'5% según la inflación esperada, y no olvidemos que eso no se aplicará a muchos sectores desprotegidos.
Los salarios reales disminuyen y los precios suben. Lo razonable sería buscar otras causas que están en los empresarios, como la falta de verdadera competencia. Por ejemplo, pensemos en los costes de la energía o del transporte.